Capítulo 17. Perder el aliento y no poder respirar

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                                                                                 2022

E hizo un casting para una película y le dieron el papel, así que no pudo ir a Buenos Aires como lo tenía previsto. La distancia pesaba cada vez más. Ambos contaban los días para que J volviera. Cuando lo hizo no le avisó a nadie, simplemente apareció en el marco de la puerta del cuarto de E, era muy temprano y este dormía plácidamente.

La chica del servicio le abrió la puerta, J dejó la maleta en el corredor y subió hacia la habitación de su novio. Estaba desparpajado en la cama con la colcha enredada y los pies fuera de ella. J cerró la puerta y se escabulló bajo las sábanas, lo besó en la cara con besos cortos y dispersos. E comenzó a despertar y cuando lo vio aún adormilado lo abrazó, se retiró varias veces incrédulo de que fuera verdad.

-No es cierto, no puedo creer que estés aquí. Estoy soñando.

-No estás soñando, tócame.

A E se le llenaron los ojos de agua y ambos se fundieron en un abrazo cálido y tierno. Estaban inmensamente felices de volverse a ver. E se levantó y puso seguro a la puerta, volvió a la cama y comenzó a besar a J con efusividad. Luego se quitó el boxer y jaló a J hacia la regadera, le ayudó a quitarse la ropa mientras lo besaba.

El agua corría tibia y mojaba sus cuerpos desnudos. J tenía la mano derecha entre los rizos semihúmedos de E, la respiración entrecortada de ambos se unió al golpeteo del agua sobre el piso.

-Te extrañé tanto.

J soltó un pequeño jadeo que encendió los ánimos de E aún más. Le besó el cuello y los hombros, J levantó la cara y el agua le dio directamente. Los besos se mezclaban con el líquido. J se puso de espaldas y E lo empujó suavemente hacia los azulejos.

-Muérdeme.

E lo mordió en el cuello, pasó su mano por el pecho de J y recorrió sus brazos. Su torso se recargaba en su espalda. Este J no era tierno y delicado como el de la primerísima vez, sus manos no temblaban, al contrario, sus movimientos eran finos y resueltos como si hiciera una danza. Exigía lo que le gustaba y a E lo volvía loco, las primeras veces era imposible para E concentrarse en otra cosa al día siguiente. Alguna vez se pasó un alto por ir pensando en ello, por fortuna era de mañana y no había demasiados coches en la avenida.

Iban despacio, pero incrementaban la fuerza de tanto en tanto. J giró la cabeza para alcanzar los labios de E, luego le sujetó el cuello. E deslizó su mano por el vientre hasta llegar al miembro, lo estimuló y J soltó un jadeo fuerte y grave que lo estremeció. Se volteó de frente y se siguieron besando, J tomó su turno y bajó la mano hasta alcanzar el miembro de E, lo estimuló, él lanzó un grito sordo cerca de su oreja. Le dio la vuelta una vez más y lo besó en línea recta a través de la espalda, sujetó las piernas de J y supuso que era el momento, introdujo dos dedos con suavidad y después lo penetró lentamente, J soltó un gemido aún más fuerte y E le tapó la boca recordando que estaba en casa de su madre y que no debía escucharlos. E se recargaba en la espalda inclinada de J. En un momento la percepción del tiempo y el espacio se desvaneció. E lanzó un gemido de éxtasis final y J lo secundó. Se incorporaron tratando de recobrar el aliento. Se abrazaron y besaron. Después se pusieron el champú el uno al otro y terminaron de bañarse.

E le dio una toalla y salieron de la regadera, después le dio una camiseta que a J le quedaba grande y se acostaron bajo la colcha un rato más.

Emiliaco Años despuésWhere stories live. Discover now