ii. xiv

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Epilogue
I told you I'd see you again.

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Zoella siempre se había sentido maravillada con la llegada del invierno, le gustaba ver como todo se cubría de blanco a causa de la nieve, era sin lugar a duda una de las mejores estaciones para ella y esa mañana de invierno se sintió como la mejor de todas las que vivió. Los pequeños sonidos de algunas aves fuera de la ventana lograron que despegara su vista del libro que tenía entre sus manos, su mirada se enfocó en un pequeño pajarito que salió volando a los segundos de que ella posara sus ojos en él.

Aun así, su mirada no se desvió de la ventana, un sentimiento de tranquilidad invadió su cuerpo desde que despertó, como si todo estuviera en calma, no se quejó pues creyó que estar en aquel lugar tenía ese efecto.

— Mamá nos espera en casa de los abuelos junto a Cassie y mis hermanas. —mencionó Dylan entrando a su habitación.

— ¿No te parece un día encantador?

— Creí que había sido el único. —respondió para luego sonreír y lanzar un guante a su amiga el cual atrapó antes de que llegará a su rostro— Vaya, tu sentido arácnido está mejor hoy.

— Y el tuyo nunca lo estará.

— Eso fue cruel. —murmuró— Sabes que mamá te va a regañar por gastar en regalos, ¿cierto?

— Si, pero era lo mínimo que Cassie y yo podíamos hacer después de que nos invitaran a pasar las fiestas con ustedes.

— Son familia, Zoe, pero si encuentran los papeles de adopción no deben sorprenderse. —comentó y ella río, cada uno tomó sus respectivas pertenencias y se encaminaron hacia la salida. Dylan quién se detuvo momentáneamente no puedo evitar observar su habitación, una pequeña sonrisa se extendió en su rostro antes de cerrar la puerta y seguir a su amiga.

Al llegar a la planta baja pudo ver a Zoe observando una fotografía en la pared, dos niños de no más de 13 años sonreían ante la cámara mientras varias hojas naranjas se encontraban a su alrededor.

— La foto fue tomada una semana después de mi primera vez en Narnia.

— Jamás había notado que ya llevabas aquel collar.

— El anillo me quedaba enorme en aquel entonces. —ambos rieron— ¿No sientes como si...?

— ¿Qué?

— Olvídalo. —respondió y le dio un leve empujón— Debemos irnos o tu abuelo se comerá todos los pastelitos.

Ambos jóvenes volvieron a observar una última vez la fotografía y salieron de la casa, Zoella fue la primera en salir corriendo hacia el auto y lanzarse al asiento de copiloto, lanzó su pequeña mochila a la parte de atrás y soltó una carcajada al ver a su amigo resbalar frente a ella.

Tempo ➳ Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora