ii. xii

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Holy shit.

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La tensión era palpable en la embarcación, cada uno sentía temor e intriga por lo que se les avecinaba una vez que se sumergieran entre la espesa niebla. El mal puro era la mejor manera de expresar lo que podía venir a continuación, eran las palabras más acertadas que había escuchado Zoella salir de la boca del capitán, ni siquiera ella podía soltar algún comentario inoportuno de los nervios que sentía.

La mano de la chica Ross se aferraron al mango de la espada que tenía en su cintura por varios segundos antes de que lo soltara y se diera la vuelta para observar a su amigo cargando un arco.

— Robín Hood, no quiero ser inoportuna, pero esto me trae recuerdos de cierta película.

— ¡No lo digas Zoella!

— ¡Perdón! —exclamó y guardó silencio— Ahora mismo odio a Stephen King.

— Yo también. —concordó— Mas te vale que no pienses en nada de él.

— Créeme que estoy borrando cualquier recuerdo ahora mismo.

— Espero, porque no quiero ver a un payaso... o algo peor.

— No puedo creer que solo recuerdes a Pennywise. —susurró y luego se volteó— ¿Crees que pueda aparecer?

— No quiero comprobarlo.

Ambos amigos se miraron antes de salir a la superficie y escuchar el inspirador discurso que Caspian había comenzado a recitar antes de adentrarse de lleno en la oscuridad de la espesa niebla. Zoella cerró los ojos momentáneamente en un intento de eliminar cualquier pensamiento que pudiera atormentarla, pero no fue sido suficiente.

— Me dejaste. —escuchó a sus espaldas— Estoy sola, me dejaste sola.

— Cassie. —susurró.

— ¿Por qué me dejaste Zoe?

— Y-yo... Cassie.

— ¿Majestad? —preguntó uno de los hombres cerca sacándola de lo que aprecia ser un trance— ¿Se encuentra bien?

— S-sí, sí, lo estoy. —respondió antes de caminar hacia Lucy, no quería estar sola y ella era la más cercana, se colocó a su lado y le dio una pequeña sonrisa antes de enfocar su vista en la nada, era muy poca la visibilidad que tenía, por lo que escuchar el grito lejano de alguien le heló la sangre.

— ¿Recuerdas de lo que hablamos? —preguntó alguien a sus espaldas, ella se dio la vuelta y golpeo el brazo de su amigo.

— ¡Dylan! —reprochó para volver a concentrar su vista en el ahora hombre que gritaba como un loco, parecía un vagabundo cualquiera pero la espada en sus manos fue lo suficiente para que todos en el barco lo intentaran atrapar, siendo Eustace el único en lograr llevarlo hacia donde se encontraban.

Tempo ➳ Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora