ii. xi

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I love you.

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— Así que esa es la estrella... —murmuró para sí misma Zoe, no era como si se esperara algo más increíble, pero lo hacía, un pequeño haz de luz en el cielo no había sido gran cosa para lo que su cabeza imagino— Es la última vez que acepto perseguir una estúpida bola de luz.

— ¿Qué es lo peor que has perseguido?

— Ese estúpido conejo blanco en el jardín de mis abuelos. —Lucy rio a su lado— No es gracioso, esperaba que el conejo me llevara al País de las Maravillas.

— ¿Qué pasó luego? —preguntó la pequeña Gael.

— Caí en un agujero —rio—, pero no me llevó a ningún lado más que a una sala de hospital. Mi abuelo decidió conservar el agujero por unos días antes de sembrar un árbol.

— Lo llamó Cheshire. —contó Dylan quien entraba por la puerta de la habitación.

— ¿Por qué? —preguntó la niña.

— Uno de los personajes se llama así, él lo vio divertido.

— ¡Y lo es!, oh por dios... ¡Teníamos ocho cuando querías perseguir una estrella por primera vez! —le recordó Dylan y ella sonrió.

— ¿Peter Pan? —preguntó Lucy y ella asintió.

— Se sabe cada dialogo de la obra. —mencionó él hacia Lucy.

— ¡No es cierto!

— ¡Lo es! —contradijo— Tenías que verla Lucy, quería ser una niña perdida y volar sobre el Big Ben hasta llegar a la segunda estrella a la derecha.

La menor de los Pevensie soltó una carcajada al ver a su amiga con el rostro rojo ante las palabras del chico. Zoella soltó una pequeña risa al recordar que era cierto lo que dijo, era una niña que solo quería salir volando sobre el Big Ben, alzó su mano para acomodar un mechón de su cabello antes de intentar fallidamente golpear a Dylan. El barco se movió bruscamente logrando que cada uno de los que se encontraban en aquella habitación terminaran en el suelo.

— Mierda, mi espalda. —susurró Zoe luego de sentarse en el suelo— ¡¿Qué fue eso?!

— No lo sé.

— Si nos empezamos a hundir como el Titanic te voy a matar Zoella.

— Bueno, al menos ahora si podrás ser Jack Dawson.

La mirada de Dylan se enfocó en Zoe quien al ver la manera en que lo observaba decidió levantarse y salir corriendo de donde se encontraba. El aire pegó en su rostro cuando salió al exterior del barco, sus ojos se encontraron directamente con la figura del dragón jalando el barco. Una sonrisa se posó en su rostro.

— Fue bueno no haberlo tirado al mar aquella noche.

— ¿Lo ibas a tirar? —cuestionó hacia Dylan quien negó con la cabeza.

Tempo ➳ Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora