Capítulo 2

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13 años atrás.

Juliana dribló el balón de básquet a ciegas, sin apartar los ojos de las porristas que practicaban al otro lado del gimnasio. Fingió que las miraba a todas, pero solo era Valentina Carvajal quien ocupaba su interés.

-Hey, Juliana. ¿Vas a pasar el balón o qué?

Avergonzada, se volvió, lanzando el balón, con una sola mano a LaQuita, casi tirándola al suelo por la fuerza -Voy a pasarte el balón, por supuesto- dijo mientras trotaba pasando por su lado.

El silbato sonó y ella se detuvo en seco, esperando que el entrenador Beam le gritara.

- ¡Juliana! No me importa si eres nuestra máxima anotadora. Sienta tu trasero en el banquillo el resto de la práctica. No acepto exhibicionismos.

Juliana puso mala cara mientras se acercaba al banquillo, deseando poder mantener su mente en el baloncesto, su único amor, en lugar de Valentina Carvajal. Incluso ahora se encontraba buscando a través del gimnasio, diferenciando a Valentina del grupo de chicas de las casi idénticas rubias delgadas.

Después de haber ido a la escuela católica hasta el octavo grado, nunca había puesto los ojos sobre la chica. Ahora que estaban en la misma secundaria, se encontraba corriendo tras ella constantemente, cada día más abrumada por ella. Sus hormonas estaban vivas y a flor de piel, pero en lugar de dirigirla hacia los chicos, la llevaban directamente a Carvajal.

Ella puso sus ojos en blanco. Una porrista, por el amor de Dios, una popular porrista rubia. Juliana era toda pierna y brazos, después de haber crecido cinco centímetros durante el verano, todo el tiempo estuvo trabajando en sus habilidades para el baloncesto, a sabiendas de que una beca era la única forma con la que llegaría a la universidad. Sus padres le habían dicho que, si no conseguía una beca, entonces iría a un colegio comunitario.

Así que aun con las hormonas alborotadas, evitó a los chicos, sabiendo a esa temprana edad donde estaba su preferencia.

Trató de mantenerse en un segundo plano lo más posible, sin querer que nadie supiera su secreto. Sin embargo, quedar en el equipo de la secundaria aun siendo una estudiante de primer año, no era exactamente la manera de evitar ser notada, pero entrar en el equipo de la escuela tenía sus ventajas. Las porristas iban a todos los partidos, en casa y fuera.

Ella movió sus ojos de nuevo a través del gimnasio, su corazón se detuvo por completo cuando Valentina Carvajal le devolvió la mirada, una mirada tan intensa como la de Juliana.

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