CAPÍTULO 26

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POV Alba

— ¿Y qué hay del de los electrodomésticos?

Miré a la morena por encima de las hojas, consiguiendo que ella dejase de teclear en su portátil para hacer memoria.

— Estuvo metido en un asunto turbio de contaminación hace dos años y no se resolvió.

Suspiré dejando su informe en el montón de los "no". En verdad valoraba que se tomase aquello de investigar a los posibles patrocinadores tan en serio, pero ya llevábamos cuatro horas sentadas en la mesa de su comedor y a mi los nombres se me empezaban a mezclar.

"No quiero aceptar dinero que no sé de dónde viene" había dicho cuando empezamos, y aquello era algo tan propio de ella que no me podría haber esperado otra cosa.

— No estoy siendo nada útil.

Me dedicó una mirada llena de desdén y arrastró mi silla por el parquet con una sola mano, no viéndose obligada a desenchufar de la corriente el portátil cuando lo puso delante mío.

— Sigue tú. — Pidió dando un rápido beso en mi mejilla —. Voy a buscarnos algo de merendar.

— Claro... Ahora me dejas a mí con el marrón.

— Tienes buen instinto, Alba. Solo es cuestión de que te acostumbres.

La seguí con la mirada hasta que desapareció detrás de la nevera. Habíamos llegado empapadas por culpa del aguanieve, y yo iba a tener que empezar a coleccionar la ropa suya de mi armario. Aún tenía que devolverle un par de camisetas que me llevé por accidente de Sevilla.

— He comprado de camino aquí leche vegetal, ¿Te hago un cola cao con avena?

— ¡Por favor! — Guardé mis manos en el bolsillo —. Aún tengo frío.

Apoyó las tazas en el mármol blanco de la barra y me observó de arriba a abajo.

— ¿Quieres que te deje la otra sudadera? Es más gordita que la que llevas.

Negué colando mi nariz por el cuello de la misma. Si en realidad se había asegurado de poner la calefacción tan a tope que el suelo prácticamente quemaba, pero estaba destemplada.

— Me gusta como huele esta.

— Pues olerá a sobaco, no la he lavado aún desde el sábado. — Se burló retomando lo que hacía.

— Siempre hueles a sobaco, ya ni lo noto.

Se detuvo para mirarme con la boca abierta.

— Pero qué ataque más gratuito, Alba Reche. — Exageró —. Te recuerdo que ahora mismo podría escupir en tu vaso.

— Pero no lo harás. — Aposté con certeza.

Me señaló entrecerrando los ojos y yo le puse una sonrisa inocente.

— Mira... Menos mal que tienes esa carita, sino te castigaría en el balcón.

Reí volviendo a fijar la vista en la pantalla. Tener su ordenador a mi completa disposición era tentador.

— Si busco por aquí encontraré de todo, ¿verdad?

Aquello de ser detectives me estaba despertando la vena chafardera.

— Como no quieras ver fotos del verano en la playa... — Comentó poniendo las tazas en el microondas —. Dudo mucho que encuentres algo más interesante, lo utilizo para currar.

— ¿Ni tus canciones?

— No, esas están en un lugar seguro — dijo entre risas.

La pantalla de mi teléfono encendiéndose me distrajo de mi misión de búsqueda.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora