CAPÍTULO 37

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POV Natalia

Me estaba meando. Eso fue lo que hizo que me despertara y me situara en la realidad.

Mi casa... Mi cama... Alba. 

Solté poco a poco nuestras manos entrelazadas para poder incorporarme sobre mis codos, intentando no perturbar su respiración pausada en el proceso, y deteniéndome - por unos instantes - a observar su expresión bajo la luz cálida de las bombillas. 

Estaba tranquila, con los labios entreabiertos y las mejillas levemente sonrojadas por el calor de mi cuerpo. Era preciosa, absolutamente preciosa.

Aparté con cuidado su flequillo y me agaché para dejar un suave beso en su frente, provocando que sus cejas oscuras se contrajeran y que yo me quedase paralizada con miedo a haber interrumpido su paz. Pero al ver que no volvía a moverse, me despegué lentamente para taparla y bajarme de la cama, asegurándome parar la canción antes de escabullirme al baño a toda prisa. 

Me urgía como nunca recuperar mi espacio vital.

El reflejo que me encaró al otro lado del espejo no me representaba para nada, pero sí lo hacían las ronchas violetas que se extendían por mi cuello; haciéndolo parecer más maltrecho y descuidado.

Joder, Alba...

Iba a tener que taparme eso. 

Revolví las greñas que tenía por pelo y me incliné sobre la pica con los ojos cerrados. Ya estaba. Había sucedido. No pretendía que todo se saliese tanto de madre, pero ya no había nada que hacer. 

Mi puta sed había acabado dominándome y había acabado sacando provecho de la situación. Y eso no es lo que me había prometido a mí misma. Había roto todas mis reglas y eso me convertía en una absoluta hipócrita. 

Me había aprovechado de su pensamiento nublado, era despreciable.

Alba era mi amiga. Ella quería que fuese su amiga, y yo de verdad quería cumplir con mi parte. Solo quería que ella estuviese bien, como una buena amiga. 

¿Por qué tenía que joder algo que no era tan complicado? 

Tenía que quedar con Alicia en cuanto volviese, porque no vernos durante todas las navidades me estaba empezando a afectar muy gravemente.

La cascada de agua cayendo sobre mis músculos logró destensarme. Quemaba tanto que, al chocar con mi piel, prácticamente salía en forma de vapor; pero era lo necesitaba para que mi cabeza se detuviese, aunque fuese solo por un momento. Siempre había preferido mil veces el malestar físico que el psicólogo. 

Y me lo había ganado a pulso.

No fui consciente de que no estaba sola hasta que el agua se atemperó y unos brazos me rodearon desde atrás. Ni siquiera había escuchado la mampara abrirse, pero sí que noté sus labios presionándose suavemente contra mi columna.

No, Albi. No... 

Ahora no que me rompías.

POV Alba

Me medio desperté en cuanto besó mi frente, poco antes de que se levantara y desapareciera de la habitación. El silencio era tan absoluto que podía escuchar el rumor del agua cayendo sobre las baldosas y, aunque me di la vuelta intentando conciliar el sueño, ver que pasaba el tiempo y no volvía me empezó a preocupar.

Algo iba mal.

Salí de la comodidad de las sábanas para comprobar la hora en la pantalla de su teléfono y dirigirme al baño. Apenas habíamos dormido y estaba muy cansada, pero aquello era mucho más importante.

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