CAPÍTULO 39

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POV Alba

Sus manos subieron desabrochando los botones, uno por uno, tan despacio que me dieron ganas de quitarme la camisa de un tirón. Podía notar como se esforzaba en cuidar cada mínimo gesto, como si tuviese miedo a quebrarme, como si yo fuese de cristal. Pero no era así. 

El reflejo de su niña asustada y desolada me había revuelto todo por dentro. Estaba ahí, en cada estrofa, pero insistía tanto en encerrarla, que lo único que ansiaba era rescatarla y curar sus heridas. 

No tenía ni idea de cómo había llegado hasta ahí, pero yo también estaba perdida en medio del mar y solo quería dejar de darle vueltas a todo. Quería dejar de cuestionarme y callar nuestras preocupaciones, quería que nos volviéramos locas. Y sobretodo, no quería que se sintiese así. No quería sentirme así.

Eliminé el espacio entre nosotras cuándo empezó a bajar su camisa de mis hombros, colando mis dedos por debajo del jersey de lana que yo misma había llevado puesto unas horas antes. A ella le quedaba infinitamente mejor, pero eso no me paró para deshacerme de él.

— Alba, esto es para ti. — Renegó cuándo el pelo cayó a ambos lados de su cara.

Balanceé la cabeza de un lado a otro. Ya habíamos estado antes de rodillas en esa misma cama, pero ahora era ella la que no dejaba de contenerse y yo la que la quería libre. 

Atrapando su cara entre mis manos, recorrí sus labios con mi boca y tiré de ellos con mis dientes. Y aunque había empezado tan lento como antes, notar el roce de su lengua con la mía me desesperó. 

— Esto es un juego de dos, Nat. — Contesté a lo que me había dicho. — Deja de ser una cagada.

En su mirada apareció ese destello que hacía que todo lo demás dejase de importar, pero aún así, no fue hasta que bajé mis manos por su torso desnudo que rompió el contacto visual para lanzarse.

Por fin. 

Se enredó en mi pelo y yo en sus curvas, pegando tanto nuestros cuerpos como para tener que clavar mis dedos en su espalda en busca de equilibrio. Su respiración acelerada causaba estragos en la mía y la sensación de calor se estaba volviendo abrasadora, pero la profundidad con la que nos estábamos devorando era el sedante que llevaba rato anhelando.

— Sácate el sujetador.

Me separé lo justo como para poder deshacerme de la prenda que ella ya había desabrochado, volviendo enseguida a juntar nuestras bocas para seguir con el delirio.

Notar sus manos presionando mis glúteos me hicieron apartar las mías de sus costillas. Su pantalón contra mis muslos era áspero y me estorbaba, así que dejé de batallar contra su lengua para encontrar el cierre y bajar la cremallera.

— Natalia, esto... — Me quejé —. Fuera.

Me arrepentí en el momento en el que eso la hizo apartarse, sentándose en la cama para bajarlos con mi ayuda. Había prisa, había desenfreno y eso es lo que me hizo tirarme sobre ella en cuanto los tejanos volaron por los aires.

— ¡Alba!

Logró reconducir el impulso para que cayéramos sobre los cojines, nuestras labios volvieron a fundirse y nuestras manos a explorarse con esmero. Su piel era suave, era caliente, y aunque no llevara el conjunto negro, no me podía estar quemando más.

Sus dedos hundiéndose en mi melena acallaron el sollozo que provocó el choque de sus pezones con los míos. Estaban tan duros que quise calmarlos con mis caricias, pero la sorpresa le sacó un gemido y la descarga de adrenalina me hizo ansiar volver a escucharla.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora