CAPÍTULO 3

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POV Alba

— ¿Se puede saber hacia dónde estoy conduciendo, Afri?

La morena dejó de mirarse en su pantalla para darme las últimas indicaciones. Si fuese cualquier otra persona le habría lanzando el dichoso aparato por la ventanilla, no había otra cosa que soportase menos que las personas que se aislaban en sus teléfonos cuando tenían a gente su alrededor; pero siendo ella, que esté grabando vídeos con algún filtro random de snapchat significaba que estaba de mejor humor. Y eso era un avance, teniendo en cuenta que la había encontrado moqueando en el sofá con una caja de pizza.

— Ya te lo he dicho, cariño. — Se indignó apartando su melena recién planchada de su campo de visión —. ¿Ves? Si es que no me escuchas, a mí nadie me escucha. Ese es el problema.

— ¡Anda, sajerá!

Nada más acabar de decirlo la imagen de mi novio apareció por mi cabeza, casi haciéndome sentir culpable de no haberme acordado apenas de él en todo el día. Quería muchísimo a Afri, pero la verdad es que estaba agotada y en ese momento me apetecía más estar con Carlos haciendo manitas y viendo alguna peli ñoña - la misma peli que probablemente ni siquiera acabaríamos de ver -, que dando vueltas en coche por la Chueca nocturna.

— Pues mira, chica, nuestras opciones eran quedar con Miki y Joan en su casa y verlos cada dos por tres comiéndose los morros, o salir a dar una vuelta por ahí a airearnos un poquito. ¿Y qué quieres que te diga? Yo si veía a estos hoy en su modo empalagoso, iba a acabar tirándome por el balcón.

Reí por el tono que había utilizado para referirse a la pareja, pero razón no le faltaba.

— Sigues sin contestarme.

— Pues vamos al bar de la madre de una chavala que conocí en mi discoteca y está loquísima, pero en plan bien. Lleva mucho tiempo diciéndome que vaya y además hoy hacen como noche de concierto, así que fantasioso.

— ¿Una chavala? ¿Qué chavala, Afri? — Disminuí la velocidad por inercia —. A ver dónde nos metes ahora...

— Que no, Reche, que es una tía muy legal, en serio. Que incluso la he invitado varias veces a pinchar conmigo en la mesa, a ella y a su churri, que también es majísimo.

— Vaya, y yo que pensaba que eso solo lo hacías conmigo... — Le piqué haciéndome la ofendida.

— La vida del Dj, cariño, que es muy ajetreada.

Un par de canciones más tarde logramos dar con un parking lo suficientemente vigilado para aparcar. Mi padre era un sol de persona, pero no creo que le hiciese mucha ilusión que volviera a casa con su Mercedes destrozado. O sin Mercedes, directamente.

El sitio me recordaba al típico bar de Elche donde solía ir con mis amigos a tomarnos unas birras después de clase. Desde que me mudé a Madrid el contacto con ellos era mucho más esporádico, pero echaba de menos nuestras escapadas improvisadas a la playa o las risas hasta las tantas de la madrugada en la misma plaza de siempre. Tenía que hacerme una nota mental para llamarles pronto.

Para mi sorpresa, estaba bastante abarrotado a pesar de ser mucho más espacioso por dentro de lo que parecía. Una rubia llena de tatuajes prácticamente saltó de la barra al vernos y Afri me la presentó como "la tía loca de la discoteca", cosa que pude comprobar rápidamente cuando me agarró y me plantó un beso en los morros.

Ala, pues ya estaría.

— Lo siento, chicas, estamos bastante a petar porque hoy canta una amiga mía y a la gente se le caen las bragas con ella. — Explicó para luego señalarnos una de las mesas del fondo —. Pero id a sentaros por allí con mis colegas y Pablo, decidles que os envía La Mari y que ahora voy.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora