CAPÍTULO 32

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POV Natalia

Me iba a estallar el cerebro.

Cada vez que parpadeaba era como si una ametralladora se descargara en mi cabeza y llevaba con esa sensación desde que había abierto los ojos. Iba a matar a Pablo y a sus zumitos azules.

— Toma, te sentará bien.

Aparté las manos de mi cara para observar el vaso de leche y la pequeña esfera ovalada que me acababan de dejar sobre la mesa.

— ¿Soy tan evidente?

— No, pero te conozco como si tu hubiese parido.

Sonreí colocándome la pastilla sobre la lengua para luego beberme de un trago el líquido blanco.

— Eleanor me ha pedido que me disculpe contigo por haberse tenido que ir tan de repente.

— No pasa nada, ya se lo he dicho por mensaje. Otra vez será.

Alargué mi mano para atrapar la suya y pegarla a mis labios. Su piel estaba tan translúcida que podía ver sus venas, pero la imagen ya no me daba tanta impresión.

— ¿Estás bien? Mis hermanos son un poco ruidosos.

— ¿Con tus hermanos te refieres también a Marilia y a Paul?

Asentí poniendo los ojos en blanco, el último era como una lacra, pero mi familia le cogía cariño a todo enseguida. Yo también.

— Estoy bien, cariño. Es agradable tener a gente en casa.

Acaricié el dorso de su mano con cuidado. Aunque había cogido algo de peso, seguía estando demasiado delgada como para que sus huesos se marcaran; aún así, hoy estaba preciosa. Me estaba acostumbrando a verla con el pañuelo y sin maquillaje cuando la acompañaba a al clínica, pero era demasiado coqueta como para que alguien más la viera sin su peluca y sus labios granates.

Como ella decía: Siempre diva, nunca in-diva.

— ¿Y tú cómo estás? A parte de resacosa... — Cuestionó acariciándome el pelo —. Te has escabullido más que nunca del salón.

Bajé la mirada sabiendo perfectamente por qué me estaba escabullendo.

Cuando Noe propuso que hiciéramos la comida en su casa, me pareció buena idea. Ella iba a estar más cómoda y a nosotros no nos costaba mucho desplazarnos en coche.

En realidad, yo ni siquiera había llegado con mi familia. Me había presentado aquí en taxi a las tantas de la madrugada, apestando a alcohol y con todo el maquillaje corrido, por lo que la mujer frente a mí no había dudado en prestarme su ducha y su atención hasta que me quedé dormida en el sofá. No estaba para que le diera estos disgustos, pero aún así tuvo la calma necesaria para lidiar conmigo sin quejarse ni una vez.

No me la merecía.

— No sabía que ibas a invitar también a los Martínez.

Escondí mis manos dentro de las mangas del jersey que me había dejado, viendo como daba la vuelta a la mesa para poder sentarse a mi lado.

— Ya decía yo que estabais las dos más raras que un pionono verde... ¿Qué ha pasado? Ahora os llevabais muy bien.

Me encogí de hombros antes de que me rodeara y diera un beso en mi sien.

No le estaba evitando, pero ella tampoco hacía ningún intento por acercarse y yo no tenía muy claro en qué punto estábamos después de lo de anoche. Al final tenía razón, me arrepentía; no por haberme ido con Hugo, sino por algunas cosas que le insinué sin ningún tipo de derecho a hacerlo.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora