CAPÍTULO 5

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POV Alba

— Pero papá... Pero que yo no bailo hace mucho tiempo. Que yo lo hacía como extraescolar en el cole... ¿Qué me estás contando?

— Pero lo hacías muy bien, cariño.

Me miró con satisfacción por encima de sus gafas y yo me removí incómoda debajo de la manta. Esto no me parecía una buena idea. Para nada.

— Además, ¿tú no decías que querías ponerte a trabajar para sentirte realizada?

— Ya, papá, pero yo hablaba de ser camarera, bibliotecaria, monitora de algún esplai... Yo que sé, lo que estaba haciendo hasta ahora en Elche. Que ser profesora de baile, y además en vuestra academia, es otro nivel.

Mi padre siguió revolviendo los papeles que había esparcido por toda la mesa de centro. No iba a ser yo quién lo dijese, pero estaba casi segura que su desorganización era uno de los motivos por los que mis padres llevaban separados casi toda mi vida.

Estaba claro a quién había salido yo. Y no, no era a la Rafi.

— Te encargarías de los más pequeños, Alba. Para ellos aquello prácticamente es un esplai.

Acaricié el lomo de Queen que estaba hecha un ovillo en mis piernas. No le gustaba que la incordiara cuando estaba durmiendo, pero se había acercado ella, así que...

— Además, solo sería algo temporal, hasta que Vicky pueda dejarme solo y pueda volver a hacer sus clases con normalidad.

— No sé, papá. Es que no me acaba de convencer la idea... — Encogí mi nariz pensativa —. ¿No habíais repartido ya los grupos entre los demás coreógrafos? Al menos eso me dijo Vicky.

Me encontré a la mujer de melena dorada en los jardines del retiro. Yo había salido - aprovechando el día de sol - para hacer las fotos que necesitaba entregar a la profesora de perspectiva, y fue agradable cuando ella se acercó a saludarme en cuanto me reconoció.

Al menos no todo el mundo en ese sitio me odiaba. Esas semanas había ido con el suficiente cuidado como para no aparecer mucho por los alrededores del nuevo trabajo de mi padre, no me entusiasmaba demasiado la idea de volver a toparme con la morena de los tatuajes, y Madrid era lo suficientemente grande como para que mi plan funcionara. Hasta ahora.

— Sí, pero puedo ver lo desbordados que van y no hago más que pensar en que es mi culpa. — Suspiró rendido dejando caer sus hombros —. Si es que lo mío siempre han sido los números, yo en el mundo del espectáculo me pierdo... No sé en qué momento acepté meterme en este berenjenal.

Aparté con cuidado a mi gata para levantarme y ir a sentarme junto a él, en el otro sofá. Mi padre podía ser un poco desastroso, pero tenía un corazón de oro y odiaba verlo así.

— ¿Has sabido algo de Noemí?

Suspiró disfrutando de mis caricias en su espalda. Era algo que solía hacernos de pequeñas cuando nos agobiábamos y podía asegurar que era casi la mejor medicina.

— No he querido molestarla, lo que necesita ahora es desconectar.

— Tienes razón... ¿Por qué no quisisteis decir la verdad? Se nota que allí la quieren mucho, lo habrían entendido.

Vi cómo presionó los labios por debajo de su barba blanca, y yo empecé a jugar de forma descuidada con la gomita que sujetaba los mechones de su cabellera. Ya tenía el pelo mucho más largo que yo.

— Es su decisión.

Asentí mordiéndome el interior de la mejilla. Lo entendía.

— Lo haré.

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