CAPÍTULO 23

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POV Natalia

Mi mente trabajaba a doscientos por hora. Tenía la garganta totalmente cerrada del nudo que se había instaurado en ella y miraba al suelo tratando de asimilar toda la información.

Me encogí cuando su mano se fue a poner en mi espalda.

Me había me mentido, una de las personas en las que más confiaba en el planeta me había mentido. Y dolía.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

Estaba cansada de gritar, de patalear y de llorar en mi jaula de cristal; así que cuando la vi no pude más que quedarme callada, queriendo escuchar todas las explicaciones que llegaban tres meses tarde.

— No era el momento, cielo.

Asentí con un mínimo movimiento, pero cuando volvió a intentar tocarme, me levanté de la silla.

— Natalia, por favor.

— ¿Cuándo supiste que estabas contagiada?

— Natalia...

— ¿Cuándo? — Repetí con la misma con calma.

— Hace un año.

Tragué en seco abrazándome a mí misma, deslizando la mirada por la estantería del despacho. Había repasado tantas veces las páginas de todos aquellos álbumes, que casi podía ver lo que contenían solo con leer el título escrito en sus lomos.

— ¿Y cuando te avisaron de lo del cáncer?

— Hace seis meses.

Y yo no me había enterado de nada.

— ¿No era el momento en todo ese tiempo? — Me fijé en el balanceo de mi bamba sobre la alfombra —. ¿Tuviste que confiar antes en otras personas que en mí?

Noemí se levantó de su lugar para acercarse, pero volví a escabullirme. No quería que me tocara, ¿Por qué le era tan difícil de entender?

— Natalia, cuando me enteré del contagio nos acababan de avisar de lo del festival, estabas tan emocionada... No podía permitir que algo así derrumbara todo por lo que tanto tiempo habíamos trabajado.

— Habrían otras oportunidades.

— No. Eso no lo sabes. — Tumbó mi argumento con severidad —. Esto es una carrera a contrarreloj y mi decisión fue lo mejor para ti.

— ¿Lo mejor para mí era que te largaras y me dejaras sola? — La enfrenté queriendo que se diese cuenta de cómo me sentía —. ¿Lo mejor era dejarnos a todos creyendo que no te importábamos lo suficiente?

Verla tan pálida y tan débil me estaba martirizando. Apenas me atrevía a bajar la mirada más allá de su cara. Y pensar que las cosas podrían haber salido mal y que yo no había sido lo suficiente como para permitirme estar a su lado... Me torturaba.

Podría haber muerto, y yo no habría tenido oportunidad de despedirme.

Mis ojos se aguaron y tuve que darle la espalda para secarme las lágrimas.

— No te puedes ni imaginar lo mal que lo hemos pasado todos aquí dentro, Noemí. Eras como nuestra madre y te largaste. Te largaste sin más.

— Te llamé.

— ¡Una semana! — Exclamé dándome la vuelta —. ¿Qué pasa con todos los mensajes que dejé en tu buzón de voz el resto de días? ¿Los escuchaste siquiera? ¡Joder! Solo quería saber que estabas bien.

— ¡Pero no lo estaba, Natalia! — Se exasperó del mismo modo —. No quería cogerte el teléfono y que notaras lo que me estaba haciendo el tratamiento.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora