CAPÍTULO 16

17.3K 736 562
                                    

POV Alba

— ¡Nat!

La avalancha de gritos y pasos apresurados fue la señal exacta para saber que ya podíamos dar la clase por terminada.

El grupo de los sábados con los más pequeños era uno de mis favoritos, y aunque estar con ellos era lo más divertido, no iba a ocultar que también disfrutaba de esa tendencia que tenía la morena de llegar cada vez antes al estudio.

— ¡Nat, he aprendido un paso nuevo!

— Sí, Nat, y a mí Alba me ha enseñado a hacer bien la rueda.

— ¡Nat, Nat! Mira que pulsera más chula.

Era difícil entender algo entre el jaleo de voces, pero aún así ella se las había arreglado para agacharse en medio tumulto y prestarles atención a todos. La mano que tenía con los niños era fascinante.

Me alejé en busca del teléfono que descansaba en la estantería. La luz no era la perfecta y el encuadre no era el mejor, pero me aseguré de captar el brillo tan puro que desprendían entre todos. Era conmovedor. Y estaba tan cautivada con ello, que no me di cuenta de lo poco sutil que estaba siendo hasta que los ojos de la bailarina subieron a los míos.

No es que me escondiera o algo así, pero que me pillara in fraganti me hizo pensar que en realidad nunca le había pedido permiso. Por suerte para mi salud mental, en vez de parecer molesta, su sonrisa se agrandó y la mía con la suya.

Estaba recogiendo ya mis cosas, dispuesta a darles el ratito de privacidad que siempre les dejaba, cuando la escuché hablar por encima de la jauría.

— ¿Por qué no me enseñáis lo que estáis trabajando con Alba?

Los gritos de emoción de los pequeños le dieron precisamente lo que quería, y con un movimiento de cejas se acercó a mí para encender el equipo que yo acaba de apagar.

— Hola Albi.

— Hola Nat. — Imité su tono —. ¿Revolucionando al personal?

— Yo siempre.

Me alegré de su buen humor matutino y enseguida nos concentramos en los niños.

Inconscientemente entré en mi modo de mamá orgullosa cuando a Lucas le salió uno de los giros que llevaba semanas intentando, el pequeño recibió mis cumplidos motivándose más en la parte del final y cuando acabaron aplaudí con todas mis ganas.

— Mis hijos, los he criado yo.

— ¡Ah, bueno! Digo yo, que yo habré tenido algo que ver, ¿no? — Se quejó mi compañera cruzándose de brazos.

— Claro, Natalia. Tú puedes ser su otra madre, yo te dejo.

— ¡Ah! ¿Que me dejas?

Coloqué una mano encima de la sudadera que cubría su antebrazo y la otra en mi pecho, exagerando el gesto.

— Claro, soy generosa. De nada.

— Mira tú que bien...

Nuestra risa se cortó cuando algo impactó contra mis piernas. Por inercia se me doblaron las rodillas y me aferré a la ropa de mi acompañante, que a su vez me atrapó para evitar que me fuera de bruces al suelo.

— ¡Marilia! Que nos matas a Alba.

— ¡Perdón! ¡Es que estoy muy feliz!

La pequeña empezó a dar saltos frente a nosotras haciéndome reír, pero dejé de prestar atención en el momento en el que la nariz de Natalia rozó mi sien.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora