CAPÍTULO 67

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POV Natalia

Madrid (España)

Sonreí cuando el contacto de mis labios con su nariz hizo aparecer las arrugas de su frente.

— Prométeme que me vas a llamar un mínimo de seis veces a la semana.

El tono que utilizó me hizo soltar una carcajada por lo bajo.

— Eso es cada día, cariño.

— Te dejo uno libre. — Apuntó retirándose levemente —. El que tú quieras.

— Perdón, no me había dado cuenta. — Bromeé exagerándolo.

Estrechó con más fuerza mi cintura y le di otro beso en la frente, apartando los mechones rosas de sus hombros.

— Entre los enanos y tú no me vais a dejar ni un segundo libre fuera del estudio, ¿eh?

— Vas a vivir con nueve horas de diferencia, creo que podrás apañártelas.

Reí porque esta conversación se parecía bastante al bucle en el que habíamos entrado esta última semana.

Decirle a mi familia que me marchaba había sido la parte más difícil. De los que vivían lejos me tuve que despedir por teléfono, aunque me hubiese gustado poder ir a verles; mis padres lo comprendieron, siempre había sido un alma inquieta y pusieron tan pocas trabas como cuando les dije que me independizaba; mis hermanos se convirtieron en un mar de lágrimas que me acabó arrollando a mí también y, ya cuándo al drama se unieron Ici y Paul, aquello fue el acabose.

Las vacaciones eternas, por las que nadie preguntó, me habían hecho gastarme prácticamente todos mis ahorros. Fue mi elección hacerlo y dejar de lado todo lo que tenía planeado con ellos, pero ya era hora de volver a retomar mi rumbo, y la aparición de aquella tarjeta fue la señal que necesité.

<<— ¿De Estados Unidos? — Pregunté confusa.

— Los Ángeles, en realidad.

Parpadeé un par de veces, mirando a aquel armario uniformado que me observaba con interés detrás de unas gafas de pasta. Las arrugas alrededor de sus ojos grises podían delatar lo contrario, pero el aspecto pulcro que derrochaba le hacía parecer más joven.

No estaba entendiendo nada.

— Look... — Se echó la mano en al bolsillo — Me han dado esto para ti.

Leí el título dorado de aquella tarjeta, y después volví a fijarme en él. 

— Un amigo tuyo nos pasó una maqueta de algo que estás haciendo y un enlace con tu canal de Youtube. — Explicó como si fuese de lo más normal —. Y nos gustaría que nos dieras la oportunidad de trabajar con nosotros en algunos temas.

Fruncí el ceño porque ahora mismo era incapaz de procesar lo que estaba pasando. Para ser sincera, me pillaba en un momento tan jodido, que era incapaz de procesar cualquier cosa que no tuviera que ver con aturdir el sufrimiento.

Pero su insistencia me estaba manteniendo alejada de mi imperiosa necesidad de alcohol.

— ¿Qué amigo? — Demandé llena de desconfianza.

Hizo un gesto con la mano para que girase lo que tenía entre las mías y, cuando le di la vuelta, no me costó reconocer esa letra.

"Los sueños se persiguen, morena.
Y si nos caemos, pues nos ayudamos a empujones. Siempre. -H"

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