El día que me enamoré de ella.

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El día que me enamoré de ella

Solo pensaba iniciar mi escuela de manera natural, no quería empeorar mi reputación lastimando a alguien más porque así no soy yo; no esperaba enamorarme tan sencillamente como pasó aquel día. Solamente la vi y me pareció alguien agradable, muy bonita y aparentemente sin problemas anímicos.

En esos días preferí hablar con mi ex en vez de tenerla de enemiga –porque nunca la odié y fue parte de mi vida-, y mientras fuimos hablando, ella me contaba sobre una chica, que de manera extraña era tal y como la había visto. Al rato de estar conversando sobre nuestra vida se acerca esa chica, cosa que me pareció casualidad. Mi ex se levanta y comienza a hablar con ella y yo me quedé sentado, y como veo que la conversación se alarga me voy... Fui con mis amigos y cuando me pongo a pensar la situación pude aprovechar a conocerla.

Pensando en mi (pequeño) error, fui a donde ellas se encontraban y, ahí estaban ellas, hablando como hace un rato. Me acerqué y me dirijo a ella, a mi ex; me presentó a su amiga, a la que pensé que era bastante atractiva –porque según mis gustos lo es-, hablamos y hablando con toda sinceridad me cayó demasiado bien.

****

Después de un tiempo conociéndola(s), me terminé encariñando bastante, hasta el punto de siempre sentir un cosquilleo al recibir sus mensajes aunque los de ella sean inexistentes en mi celular.

No creo que hubo alguna razón estable como para haber lastimado tanto a mi ex durante tanto tiempo. Le hice la vida imposible, la hice llorar hasta el desaliento; aunque muchas veces la hice reír no sé cuál sería el rencor que me podría guardar, (mucho menos si se entera que me gusta una de sus amigas).

Quise reconsiderar mis acciones, me planteé la idea de nunca volver a ver a esa chica, porque mi locura llegaba a tal punto de quererla conocer, quería conectar mis manos y mis deseos en su placer; abrir su corazón y darle todo lo que sé y como debe ser.

Cuando fui notando su actitud, su trato y su carisma, ni siquiera mi mente estaba en claridad; me encantaba escucharla; me enloquecía verla; me atontaba abrazarla y, nunca me faltaron las ganas de besar.

Resulta ser que sí, que la chica sí era una persona bastante triste en su interior. Siempre quise ayudarla y eso es lo que hice durante todo el tiempo que estuve con ella y espero que haya podido apreciar... Porque saqué, de los más profundo de mi inconsciencia las habilidades para hacerla sonreír y una que otra vez carcajear. Sigue(s) en mí... Lo malo es que nunca la hice consiente de eso...

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En lo profundo de una noche, pude escuchar su voz roncar: respiraba profundo y exhalaba vapor. Era tan dulce su forma de dormir, su posición al sentarse y después de levantarse se seguía viendo igual. Tenía el mismo aroma y sin querer me enamoré. Era un desorden, y como cualquier desastre yo sé dónde me encuentro, y sin necesidad de re-acomodar mis ideas siempre la hallaba de primera; no era una fila, sino un cajón de medias y ella era mi preferida. Quería escoger siempre sus mejillas antes que un acto sexual.

Sin necesidad, a los días, me volví un estúpido empedernido, se me hizo dañino, ya que ninguna droga me había ilusionado tanto como ella. No, nunca consumí drogas; pero el amor te hace cosas mucho peores como para fumar por una ruptura.

Tenía argumentos para decirle mis gustos, estábamos conectados por un tiempo: en línea y hablando de lo mismo. Eso es lo que me hacía pensar, que algún día volvería a amar, que el día que le sigue ya podía caminar sin resbalarme y, al tercero, poder correr a donde estuviese.

Mis pruebas fueron notorias, su examen, nunca lo pude aprobar. Resulta que esa chica era la mejor amiga de mi ex, y lamentablemente mi ex seguía enamorada de mí... Digo "lamentablemente", porque pensé que después de todo el daño que le había infringido la había hecho cambiar de opinión. Nunca fue intencional lo que hice ni mucho menos...

Hasta ahora me pregunto por qué no aproveché las oportunidades que tuve para decirle a mi ex, que en realidad, nuestra relación si valió la pena; la disfruté lo más que pude y no le deseo ningún tipo de mal. Me enseñó la base del cariño y el tope del afecto que, una persona enamorada, puede ejercer sobre otra.

Al darme cuenta de que mi camino se hacía estrecho entonces decidí ir de frente y con fuerza; le dije a ella lo que sentía, cuánto la amaba, me terminé estrellando de la manera muy tonta. Nunca obtuve su respuesta, una respuesta que por lo menos fuera de frente o escrita como muchas veces le expresé mi cariño. Era algo insaciable; era una exigencia que mi corazón me pedía... Soñar y verla; despertar y siempre estar allí con ella, pero que tenga ojos para otros...

Siempre supe lo fuerte que fue la amistad de ellas dos, era algo muy lindo que no quería quebrantar; ellas tenían sus propias leyes, y yo las seguí: si voy a transitar sus calles, tengo que cuidarlas y pulirlas hasta más no poder.

Pero como supuse, y como mis miedos también temen, pues, llegó ese día; ese día en el que me hizo temblar. Ella vio a otra persona, una persona que la hizo brillar, y que sin significado alguno la comenzó a amar, y aunque esa persona no la amara, ella aún siguió insistiendo por él. En algo concuerda nuestras historias: nuestro cariño no puede y tal vez no deba ser correspondido.

Cuando vi su emoción en esos ojos de Oreo invertida, con la leche arriba y el chocolate en medio. Su pupila dilatada reflejaba su mayor deseo, ya no era solamente en su interior que ella quería estar adentro de él. A partir de ese momento, esa galleta de soda mojada –con lágrimas- se desmoronó. Poco a poco cada fibra se partía y esparcía a través del agua; se corría entre la tela de mi camisa cada lamento, cada palabra que pude haberle dicho y por mi pena nunca lo hice. Fue algo lamentable. Estuve pensando en ella durante toda la semana y no pude dormir por la misma cantidad de días que la pensé. Sigo viendo a través de mi suéter la posibilidad de que ese corazón frío algún día me deje entrar, para así poder recalentar sus arterias y así amarla. La llevaría a Milán y a París, pero el viaje más largo que nosotros tendríamos sería el de nuestra creatividad; fantasías cumplidas sería lo único que nuestra habitación podría exclamar.

Fue capaz de sentenciar mi hora de sufrimiento, cosa que desde hace ya mucho tiempo, creía extinta. Ya no hay salvación para los empedernidos en el amor, ni muchos menos para los corazones nobles.

Al llegar a mi casa todo cambió. Mientras dormía las moscas acariciaban mi piel; los bordes de mi camisa y las sábanas absorbían cada gota: mojé todo lo que pude, porque mi desahogo fue mayor a mi dolor. El dolor no cabe en estanterías y las lágrimas no tienen modelos...

Así fue como morí muy lentamente, y hasta el día de hoy la pienso. Quiero ir a su casa a vivirle mis historias... Pero ya sé que es imposible, ella ya vive en otra realidad... Mientras que la mía sigue siendo tan dolorosa como siempre...

Esta es mi despedida para Cupido y para ella, para mi familia y para el mundo... Buenas noches... 

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