UN PRESIDENTE EN EL HORNO

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...Desde mil ochocientos cincuenta y siete, nuestro país no tenía un presidente soltero ―decía con voz monótona la presentadora de noticias de CNN― El décimo quinto gobernante de nuestra historia, James Buchanam, ha sido el único en ocupar el cargo más importante de la nación, sin estar acompañado de una mujer.

― ¡Como si fuéramos un jodido adorno! ―solté sin temer ser escuchada. Todos estaban vueltos locos con la próxima llegada del nuevo jefe, así que yo era la última cosa de la que se preocuparían.

...No sabemos quién se hará cargo de las responsabilidades que suele asumir la primera dama ―respondió el analista político que la acompañaba― Y considerando que el presidente McKellen es el más joven de todos nuestros presidentes, yo estaría preocupado.

¡Al fin estábamos de acuerdo en algo! Aunque no en el hecho de que McKellen fuese a ser un mal gobernante por el solo hecho de ser joven, pero si respecto a lo de estar preocupado, especialmente por el destino del país.

Carter McKellen, con solo treinta años se transformaba en el nuevo presidente de los Estados Unidos y lo hacía no porque fuera un tipo talentoso, sino porque provenía de una distinguida familia de políticos reconocidos. Desde su tatarabuelo hasta su padre habían ostentado el cargo.

Hasta hace casi ocho meses atrás, alguien de la edad de "McKellen Junior" ni siquiera tenía la posibilidad de presentarse como candidato presidencial, porque para hacerlo debías tener a lo menos treinta y cinco años –cinco menos de los que él acababa de cumplir–. Pero la verdad es que este chico había llegado hasta ahí por algo que se podría denominar como un "afortunado accidente".

La verdad es que los demócratas, a quien realmente querían en su lugar era a su padre. Una reelección no sonaba nada mal para ellos –mucho menos cuando se enfrentaba a la imagen viva del conservadurismo republicano–, pero el destino de Christopher McKellen les había dado duro y de frente.

Dos infartos al miocardio impedían que el buen presidente McKellen postulara a ser reelecto y las mentes brillantes que conforman el establishment político de este enorme e ilimitado país, no encontraron una mejor solución que postular a su hijo.

¿De verdad? ¿En serio?

Creo que lo que realmente ocurrió es que apenas llevaron al moribundo presidente al hospital y les anunciaron la gravedad del asunto, en la mismísima sala de espera de un muy buen y por ende costosísimo hospital, uno de los cerebritos miró hacía un lado, vieron al chico y ¡boom! La solución estaba en sus narices. Como pueden ver... ¡todo un increíble desborde de intelecto!

Y aunque esa no era más que una teoría muy propia al respecto, podrán comprobar que no estoy tan lejos de dar en el clavo cuando les cuente que, en el momento en que todos estaban pletóricos de felicidad por haber encontrado el Santo Grial de los candidatos presidenciales, de pronto recordaron que el "muchachito" apenas tenía veintinueve años y seis meses y salvo que lograran envejecerlo cinco años en menos en una semana o en su defecto, falsificaran su identidad y modificaran la fecha de nacimiento, Carter McKellen no era apto ni siquiera para postular.

Ya que una opción no era posible y la otra resultaba a lo menos inmoral cuando de aspirantes a ser la cabeza del país se trataba, antes de darse por vencidos, vino esa época en la que curiosamente los congresistas demócratas comenzaron a deslizar opiniones como: "Los jóvenes son perfectamente capaces de liderar grandiosas ideas. ¡Hasta podrían ser presidentes!" o "Creamos en la capacidad de los jóvenes de hoy"

¿A quién querían engañar? Si fuera por ellos, permanecerían en el poder hasta que sus ancianos traseros ni siquiera se pudiesen levantar de la silla y de pronto quieren... "¿confiar en la capacidad de la juventud?" ¡Por favor! ¡A otro perro con ese hueso!

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora