ESCÁNDALO PRESIDENCIAL

2.9K 280 27
                                    


Contenía a Debbie entre mis brazos mientras todos mirábamos impacientes la casa en llamas.

Amelia no salía y yo solo me obligaba a mantener la calma, porque era eso lo que su madre y su padre necesitaban de mí en ese momento. De no ser así, estaría preso del pánico.

― ¡Saquen a mi hija de ahí! ―gritaba Debbie desesperada― ¡Amelia!

―Tranquila, cariño. Ya saldrá ―Le repetía Paul una y otra vez, como si intentara convencerse a si mismo de ello, pero no lo lograra del todo.

Los bomberos aun no llegaban y aunque podía escuchar las sirenas a corta distancia, los segundos se volvían angustiantemente eternos. Cada uno que pasaba, acortaba las posibilidades de que Amelia saliera de ese infierno con vida.

Fue en ese momento en el que algo a lo que solo puedo describir como un espectro de baja estatura, salió corriendo por la puerta y se lanzó a los brazos de la mujer a la que Amelia había abrazado antes de haberse metido en la casa en llamas.

Dejé a Debbie junto a Paul, me acerqué al grupo de personas y descubrí que ese "espectro", no era más que un niño bajo una manta que todos le quitaban de encima, mientras la chica, que al parecer era su madre, limpiaba el hollín de sus mejillas, lloraba de pura felicidad y lo miraba detenidamente, comprobando que no le faltara nada y que no estuviese herido.

― ¡Joe! ¿¡Estás bien!? ―Le besó la mejilla― ¿¡Dónde estabas!?

―Escondido. Mami, Amelia se quedó con Tobby.

― ¿¡Con el perro!? ―exclamó ella

―Se cayó. No podía pararse.

No escuché más. No había tiempo que perder y no esperaría ni un solo segundo.

Mientras caminaba hacia la casa, me quité la chaqueta y se la entregué a alguien que ni siquiera supe quien fue. Lo siguiente que hice fue quitarme la camiseta, la amarré sobre mi nariz y mi boca para evitar respirar el exceso de humo y entre murmullos de quienes evidentemente se dieron cuenta de mi presencia, entré a la casa.

― ¡Amelia! ―grité confundido por la poca visibilidad que permitía el humo― ¿¡Dónde estás!? ―tosí― ¡Amelia!

El ambiente era todo lo tóxico que esperaba y por más que gritaba su nombre, era difícil que mi voz sobresaliera en el ruido ensordecedor de una casa quemándose.

Frente a tan adversas circunstancias, traté de respirar lo poco que podía y mantener la calma. Desesperarme o ponerme nervioso no ayudaría en nada. Fue ahí cuando sin querer, pero rogando por una señal, escuché un pequeño ladrido y recordé que el niño había mencionado a su perro.

― ¿¡Tobby!? ―grité esta vez y volvió a ladrar.

No dejé de llamarlo y él no dejó de responderme, lo que me ayudó a llegar hasta donde estaba, confiándole así, increíble e inesperadamente, mi vida y la de Amelia, a mi oído y a un simple cachorro.

No había forma de que todo resultara de una manera más irrisoria, pero cuando logré encontrar a Amelia semi inconsciente en el suelo y a Tobby junto a ella, nada más importó

― ¡Amelia, toma al perro! ―ordené y ella, sin saber muy bien que pasaba, simplemente obedeció. ¡Por primera vez en la vida, me obedeció! ― Todo está bien. Nos vamos de aquí.

No sé de dónde saqué las fuerzas, pero la cargué entre mis brazos y ni siquiera sentí su peso. Tenía que salir de ahí y eso era lo único que tenía en mente.

― ¡Amelia! ―exclamó Debbie apenas salí de la casa en llamas con ella entre mis brazos y corrió hasta nosotros― ¡Hija! ¡Reacciona!

― ¡Cuidado! ―advertí abriéndome paso entre la gente, mientras las luces de los vehículos de emergencia que llegaban, hacían que sus rostros fueran cambiando de color.

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora