REVELADOR SAN VALENTÍN

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El día al fin había terminado.

Puse el discurso sobre el Resolute y suspiré. Breve y cursi son las dos mejores palabras para describirlo, pero es lo que se espera, ¿no? ¡Era San Valentín! Así que con eso estaría bien.

Salí del Despacho Oval cerca de las ocho de la noche con la satisfacción del deber cumplido y sabiendo que el día siguiente sería una completa locura, por lo que decidí que era hora de ir a dormir.

Definitivamente necesitaría energía extra.

―Señor presidente ―Me detuvo Shawn en el pasillo principal― La señorita Edwards, ya está en su casa.

―Perfecto, gracias.

Asintió con la cabeza y regresó por donde vino, tan silencioso como cada uno de los agentes del Servicio Secreto acostumbran a ser. ¿Cómo lo lograrán? No lo sé, pero a momentos llegan al borde de asustarme, porque ni siquiera noto sus presencias en mi espacio vital hasta que están demasiado cerca.

Continué mi camino en dirección a mi habitación. Solté mi corbata, abrí los dos primeros botones de mi camisa, me quité la chaqueta y al entrar al cuarto, la lancé sobre la cama.

―No es necesario ―Me detuvo una sinuosa voz cuando iba a encender la luz― La oscuridad ayuda al secreto.

Cuando mis ojos se adaptaron a la escasa luz que había en la habitación, logré distinguir sobre el sofá que estaba a un costado de la cama, la silueta de aquella mujer que apenas habló supe que no era otra que Grace.

― ¿Desde cuándo te escurres por los pasillos de la Casa Blanca? ―bromeé manteniendo la distancia.

―No es tan difícil escabullirse por los rincones de este lugar ―ronroneó poniéndose de pie y acercándose lentamente a mí― Tiene muchos.

―Yo tenía toda la intención de descansar ―confesé entre risas mientras que Grace, posada sobre la punta de sus pies y apoyada con sus manos sobre mis brazos, dibujaba con la punta de su nariz un camino silencioso e insinuante por el borde lateral de mi cuello.

―Trabajemos en eso de relajarte primero.

Con una sensualidad palpable, para la que evidentemente no era necesario ver, deslizó sus dedos por mi pecho y luego de quitarme la corbata, abrió lentamente cada uno de los botones de mi camisa.

Grace tenía una capacidad abismante de hacerme olvidar cualquier cosa que no fuese ella, cuando de seducirme se trataba. O tal vez era yo quien le brindaba ese poder simplemente porque era lo que en ese momento necesitaba.

Poco me importaba cuanta experiencia debía tener para haber desarrollado esa grandiosa habilidad de deshacerse con tanta agilidad de mi ropa o la de ella, mucho menos cuando cayó de rodillas frente a mí y como poseída por el mismísimo demonio, mientras abría mi cinturón, comenzó a frotar sus mejillas contra mis muslos.

Su actitud profundamente complaciente, pero igual de exigente y dominante, puso todos mis sentidos al borde del descontrol. Había tenido el placer de disfrutar de la compañía femenina a mis anchas, pero Grace tenía algo que no había visto jamás. Exteriormente se comportaba como una frenética sedienta de lujuria, a la que aparentemente le costaba encontrar el control necesario para lucir menos excitada, pero muy en el fondo, era más que obvio que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y que comportarse como una calenturienta enajenada, no era más que el rol que adoptaba con la sola finalidad de hacerme perder el control a mí.

¿Y a quién quiero engañar? Funcionaba. Y de las mil maravillas.

Solté un bufido entre dientes cuando bajó mi pantalón junto con mi ropa interior y pude sentir su cálido aliento sobre el trozo de carne más sensible de mi existencia. En ese momento supe que había perdido una batalla que me gustara o no, siempre estuve destinado a perder. ¿Qué ser humano terrenal podría resistirse a la tentación de un condensado y fervoroso pecado semi desnudo en su habitación?

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora