ENTRENANDO AL PRESIDENTE

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Creerán que la vergüenza sería la reacción esperable de una muy servicial y recién asignada asistente, al sorprender a su soberano y presidencial jefe con las manos en la masa. Ok, "con las manos en la masa" es un concepto muy conservador para describir la situación, así que es estrictamente necesario corregir y decir que lo que exactamente hice, fue pillarlo in fraganti en medio de un polvo muy poco apropiado sobre el Resolute.

¡Ajá! ¡Si, señores! ¡Aunque ustedes no lo crean! ¡El mismísimo Resolute en calidad de superficie acorde para follar!

Seguramente, Carter McKellen no tenía ni la más remota idea de que ese era el mismo escritorio en el que se han tomado las decisiones más importantes del país o que era el símbolo de la férrea amistad entre el Reino Unido y los Estados Unidos.

¡La reina de Inglaterra tiene uno idéntico en el Palacio de Buckingham!

¡Ni hablar de que conociera su historia a la perfección! ¿¡Cómo podría al menos suponerla!? Ese maldito infeliz estaba follándose a una mujer que seguramente era una de las tantas que tenía para complacerse, sobre un escritorio que junto a su hermano gemelo, se hicieron con la madera del HMS Resolute, un barco británico que fue abandonado por dos largos años en medio del congelado océano ártico y que al ser encontrado por un navío estadounidense, fue llevado al Reino Unido como símbolo de fraterna amistad, el diecisiete de diciembre de mil ochocientos cincuenta y seis.

Dudo que la reina Victoria, una vez que el barco fue desclasificado en mil ochocientos setenta y nueve, haya mandado hacer dos escritorios con su madera para que casi ciento cincuenta años después, el descarado Carter McKellen usara uno de ellos como sofá tántrico.

La pobre Jackie Kennedy, quien dispuso de él como el escritorio presidencial por primera vez y para su marido, en ese momento seguramente estaba revolcándose en su tumba ante tal atrevimiento.

Pero volviendo al punto, como dije anteriormente, creerán que mi reacción y probablemente la de cualquier persona medianamente razonable hubiese sido al menos sentirse perturbado y no poder contener la incomodidad y vergüenza al encontrarse con un panorama semejante, pero la verdad es que Taylor me había preparado psicológicamente para el maldito trauma.

― ¡Adelante! ―exclamé a quien golpeaba la puerta de mi despacho vehementemente, mientras la mayor parte de mi concentración estaba enfocada en la dichosa organización de la Pascua de Resurrección colorida y repleta de conejos saltarines que Carter había ordenado.

―Amelia ―jadeó Taylor entrando a mi oficina como si hubiese corrido la maratón de Nueva York.

― ¿Qué pasa, Taylor? ―refunfuñé sin quitar mi vista del ordenador.

―Tenemos un problema.

― ¿Otro? ―ironicé― En este lugar hay un solo problema y tiene nombre y apellido ―bufé entornando los ojos.

―Pues si. De hecho, se trata de él ―Cuando por fin le dirigí la mirada, pude ver que aún jadeaba, pero poco a poco se iba recomponiendo.

― ¿Qué pasó ahora? ―pregunté evidentemente molesta, porque esto de salvarle el culo a McKellen estaba volviéndose una costumbre que estaba lejos de gustarme.

―Pues... mejor me acompañas.

Que Taylor fuese incapaz de verbalizar el problema, solo significaba que la magnitud de este era inconmensurable y que seguramente tenía ribetes de catastrófico, así que sin pedirle más explicaciones, me levanté de mi escritorio y lo seguí por los pasillos a paso veloz y constante, hasta que llegamos a la sala de seguridad.

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora