LA FAMILIA CRECE

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Sabía que Amelia no confiaba en mí y mucho menos en mis capacidades, pero eso, increíblemente me daba algo de ventaja. Al menos con ella.

Contra todo pronóstico, una de mis más grandes habilidades era relacionarme con la gente, lo que se basaba principalmente en mi completo interés por los detalles. Sí, aunque no lo crean, sobre todo después de lo absurdo que resultó el hecho de que no me diera cuenta de que el Despacho Oval tenía cámaras de seguridad. Pero esta vez, aun cuando se lo pregunté y ella se negó a responderme con sinceridad, fui perfectamente consciente de lo que le estaba afectando.

La conexión que había tenido con ese perro fue fulminante, motivo por el cual a todos nos sorprendió verla tan distendida y relajada con él. Ya resultaba obvio para quien la conociera, que Amelia no era precisamente la persona más calmada de la galaxia, pero apenas se inclinó a acariciar a ese animal, su actitud pareció transformarse. Por un segundo me pareció ver a una niña pequeña que pidió una mascota por años como regalo de navidad y de pronto se apareció frente a ella, llenándola de una paz que logró transmitir a todos los presentes.

Mi asistente salió del refugio a toda velocidad, como si eso fuera suficiente para que la tristeza que le provocaba dejarlo allí se aplacara. Pero la conocía -al menos un poco- y sabía que estaba tratando de ocultar sus sentimientos.

― ¿Qué dices, nena? ―Le susurré a la perrita que tenía entre mis manos y ella me miró― ¿Lo llevamos? ―Y un ladrido y una sacudida de su cola fue respuesta suficiente para mí― ¿Paulette?

― ¿Si, señor presidente? ―Se acercó con toda celeridad y atención.

― ¿Serías tan amable de conseguirme un arnés para él? ―Hice un gesto con la boca para apuntarlo.

― ¿¡También quiere llevárselo!? ―interrogó sorprendida.

― ¿Puedes envolverlo para regalo? ―bromeé y le sonreí con coquetería.

Un par de minutos más tarde salí del refugio con la pequeña pitbull color grafito en una mano y con la correa del arnés del mestizo en la otra, que además llevaba un rosetón de cinta de regalo roja.

En el antejardín del lugar estaba apostada la prensa en perfecto orden, esperando a que dijera más de alguna palabra referida a la campaña de adopciones y lo haría, pero lo que estaba aguardando con ansias era ver la cara de Amelia cuando me viera con ambos perros en las manos. Ella, Taylor, Shawn y Charlie estaban de frente a los reporteros y las cámaras, así que no lograron advertir mi canina compañía.

―Bueno señores, me alegra muchísimo que estén presentes y hayan decidido acompañarme en una campaña tan importante para nosotros, para los americanos, pero especialmente para estos pequeños ―dije apenas llegué hasta ellos, dedicándoles mi encantadora sonrisa de eterno candidato. Esa que nunca fallaba― La forma en que cada uno se relaciona con los animales es perfectamente capaz de definirnos como personas y lugares como el refugio "Animal Paw", rescatan, cuidan, protegen, rehabilitan y reinsertan animales que han tenido la mala suerte de caer en manos inescrupulosas que no les han brindado todo el amor que merecen.

» Pero sería muy fácil pedirles a todos que aporten un granito de arena a la difícil misión que este y todos los refugios que existen alrededor del país, tratan de llevar a cabo con la mayor de las dedicaciones y no hacerlo también yo ―Tomé una bocanada de aire y continué― Alguien muy sabio, para quien esta campaña es igual de importante que para mí, me dijo que no podía conocer de responsabilidades si no tomaba al menos una de ellas ―Apenas esas palabras salieron de mi boca, Amelia giró su cabeza y me miró con los ojos abiertos de par en par, porque sabía perfectamente que me estaba refiriendo a ella― Así que por lo mismo y ya que muchos han hablado sobre lo "pequeña" que es la familia presidencial ―bromeé en tono sarcástico y todos rieron brevemente― Les informo que desde hoy, la Casa Blanca tendrá dos nuevos habitantes ―Vi, gracias a mi visión periférica, como Amelia arqueaba una ceja y miró rápidamente a mis manos, como si estuviese buscando al segundo perro entre ellas. Tuvo que mirar dos veces cuando inclinó su cabeza y se encontró al Mastín Napolitano sentado a mi lado. Ni hablar de la cara de pánico que puso Charlie, que me resultó de lo más graciosa― Les presento a la pequeña Justice ―Alcé a mi chica levemente al decir su nombre― Y al gran Dólar ―concluí acariciándole a él su coronilla.

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora