Capítulo 2

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Al terminar la cena, con un chasquido de dedos del director, las mesas desaparecieron y el Gran Comedor se convirtió en una inmensa sala de baile. Una banda de rock comenzó a desgarrar la noche con sus canciones. A ambos lados de la sala aparecieron puestos de bebidas vigilados estrechamente por McGonagall y Ojoloco Moody: dado el clima de guerra y la gente mayor de edad presente, había ponche de frutas, cerveza de mantequilla y también whisky de fuego. Había que tener cuidado con quién accedía a cada bebida.

Varios chicos pidieron bailes a Hermione y ella accedió. Música, desenfreno, amistad, alcohol... Lo necesitaban. Mañana ya se preocuparían de la guerra y de los viajes misteriosos con el director para buscar horrocruxes. De momento necesitaban bailar para evitar mirar a la muerte. Lo mismo debía pensar Harry cuando sobre la medianoche se acercó a su amiga:

-Toma, Hermione, creo que nos lo hemos ganado.- Susurró Potter extendiéndole un vaso con tres dedos de whisky de fuego.

-¡Harry, esto es todo alcohol! Sé que tenemos la edad, pero... ¿cómo lo has conseguido?- exclamó Hermione tan preocupada por las normas como siempre pero aceptando, no obstante, el vaso.

-Ojoloco. Se me ha acercado con dos vasos y ha sentenciado "Son tiempos difíciles, señor Potter".

-¿Qué sentido tiene eso?- Preguntó Hermione casi indignada.

-Ninguno, Hermione- suspiró Harry- pero aún así...

Ambos se encogieron de hombros y con una mirada de mutuo entendimiento -es verdad, se lo habían ganado- brindaron y dieron un trago. Mala idea. Ninguno de los dos había probado antes una bebida tan fuerte. Sintieron un sabor seco en sus bocas, fuego deslizándose por sus gargantas que se convirtió en una agobiante sensación de calor al llegar al estómago. Ambos tosieron y perdieron el habla por unos segundos.

-Hemos vencido a dragones y mortífagos pero nos ahogamos con un vasito de nada, ¿eh, señor Potter? ¿Granger?- Preguntó una voz profunda y sexy a sus espaldas.

Se giraron y tragaron saliva una vez más. Ahí, junto a la entrada del Gran Comedor, en toda su maravillosa gloria estaba Bellatrix Black. El vestido negro de encaje y terciopelo se ajustaba perfectamente a sus curvas, empezaba por un escote que se debatía entre la elegancia y la provocación y terminaba vaporosamente rozando el suelo. A pesar de ser un par de centímetros más baja, la profesora igualaba la altura de Hermione con unos tacones altos que pocos podrían llevar con su gracia. Su abundante masa de pelo azabache caía en perfecto descontrol sobre sus hombros con un par de mechones enmarcado sus rasgos aristocráticos.

-Pro...Profesora...- balbuceó Harry a quien Bellatrix intimidaba especialmente por las historias que había oído contar a su padrino.

Por su parte, el cerebro del trío de oro ni siquiera llegó a articular una palabra. Bastante hizo con obligar a sus ojos a subir hasta centrarse en los de la bruja.

-Po-Potter-contestó burlonamente la jefa de Slytherin- Esperemos sinceramente que tenga más valor para enfrentarse a Voldemort que a mí, porque si su retórica se limita a la aquí desplegada, estamos más perdidos que la belleza de Umbridge.

Hermione no pudo evitar sonreír ante la metáfora. Por crueles que fuesen sus palabras, escuchar a Bellatrix vanalizar sobre el tema que tenía a toda la comunidad mágica sobrecogida, le hacía sentir que si la tenían de su parte, la victoria era bastante más probable. Como si hubiese leído su pensamiento, la duelista le guiñó un ojo acompañado de una sonrisa seductora. E inmediatamente recuperó la máscara de seriedad.

-Me da igual la edad que tengáis. Es evidente que deberíais limitaros al ponche de frutas.- Sentenció la profesora mientras les hacía un gesto a ambos para que le entregaran los vasos-Déjenos el alcohol a los que sabemos beber, pequeño bebé Potter.

Tras este comentario, Bellatrix se dirigió hacia la parte de la sala donde estaban los profesores, no sin antes beberse de un trago el contenido de ambos vasos mirando a los ojos a sus estupefactos alumnos.

-¡Quién se cree que es!- Exclamó Harry indignado y herido en su orgullo cuando la duelista se hubo perdido entre el tumulto.

-Probablemente tenga razón, Harry. Es más sensato limitarnos a la cerveza.

Alguien que cuide de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora