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Moonchild
El jardín principal parecía quedarse pequeño al albergar a lo que asemejaba ser la gran mayoría de los habitantes del palacio.
Aún no había anochecido, el sol permanecía en lo alto, pero la Diosa Luna ya se encontraba presente en el firmamento, observando cómo los habitantes de Nakwon comenzaban a prepararse para la noche más especial del año.
La algarabía era mayor que la que YoonGi había presenciado en el salón de festejos la noche que había llegado. Los sirvientes se reunían allí y parecían agitados, nerviosos y muy felices mientras organizaban los preparativos que precedían a esos momentos antes de que comenzara la peregrinación.
Todos estaban elegantemente vestidos, con mantos de color blanco impoluto y brillante dorado, incluso los soldados habían cambiado sus pantalones marrones y corazas de cuero por camisas y capas blancas.
YoonGi era el único vistiendo negro en aquel mar blanco.
Tal y como le habían prometido, los tejidos eran tan finos y suaves, que ni la tela cubriendo la mayor parte de su cuerpo ni el color oscuro eran suficientes para hacerle pasar calor.
JinHo había elegido con buen gusto sus ropajes, pantalones de satén y una camisa de seda, semitransparente en las mangas y la espalda con un rico y elegante encaje, un chaleco reforzado bordado y una larga y ligera capa con detalles en dorado, su corona ceñida a su frente y su espada atada a la cintura. Los delicados materiales con los que estaba hecha la tela eran tan suaves y delicados que YoonGi no se había sentido tan sumamente vestido y arreglado en toda su vida, y no podía evitar moverse con cuidado, temiendo rasgar sus ropajes con sus formas rudas y sus ademanes toscos.
Y lo peor era que estaba deseando que NamJoon lo viera.
Hasta el momento, su prometido sólo lo había visto con las ropas del Norte, pensadas para mantener el calor, no para verse bien. YoonGi se había mirado en el espejo antes de salir de sus aposentos, y ciertamente, jamás se había visto tan atractivo. JinHo había insistido en sombrear ligeramente sus párpados con maquillaje, y en hacerle llevar alhajas de oro en honor a su prometido, e incluso había intentado agujerearle las orejas para ponerle pendientes, pero en ese momento YoonGi había decidido que todo tenía un límite y que JinHo no iba a traspasarlo.
Pero aunque no se hubiera dejado perforar las orejas, no podía evitar sentirse impaciente porque NamJoon lo viera. Aunque las cosas hubieran terminado de forma tensa la noche anterior, YoonGi había descubierto que la atracción que había entre él y NamJoon era mutua, no algo que sólo YoonGi sentía hacia el omega. Y pese a que todo había sucedido demasiado rápido en su último encuentro, YoonGi no quería dejarlo morir ahí. Quería que lo que había entre ellos siguiera creciendo y que no fuese sólo la atracción física o sus biologías lo que los mantuviera unidos, sino que, tarde o temprano también fueran los sentimientos.
Hacía diez minutos que JinHo le había dejado solo en los jardines junto a DongHee y WooSeok, al cuidado de dos betas del servicio, una que sostenía una sombrilla para él, protegiéndolo de la intensa luz del sol de la tarde, y otra que lo abanicaba como si no pudiera hacerlo él mismo, haciéndole sentir terriblemente incómodo, pero incapaz de sacar voz para quejarse, preocupado por ofender a sus anfitriones.
En la multitud había visto algunos rostros conocidos, personas que había comenzado a reconocer después de aquellas dos semanas en palacio.
El Consejero Real HeeChul le había saludado con la cabeza desde la distancia, y también había visto al capitán SiWon dando órdenes a sus soldados.
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My moon and stars | BTS OT7 |
FanfictionLo más importante para un norteño es el honor, y si para mantener su honor YoonGi debía abandonar las frías montañas del Norte y casarse con el Príncipe NamJoon, el Hijo de la Luna, el futuro Rey Omega del Reino del Sur, YoonGi lo haría sin dudar...