CAPÍTULO 18

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Encontramos la habitación,pero por desgracia una de las camas está ocupada por un tipo que ronca durmiendo la mona.

-¡Al menos la otra está libre!- exclama Mario, y se echa a reír- Yo voy a volver andando a casa, si te apetece venir... Tengo un sofá en el que puedes dormir- añade.

A través de mi estado de confusión, intento pensar con claridad por un segundo y llegó a la conclusión de que Mario, como Calle, se enrolla con muchas chicas diferentes. Si accedo a esto, puede que lo interprete como que me  estoy ofreciendo a besarlo. Y estoy segura de que, con lo atractivo que es Mario, no debe de resultarle difícil conseguir que las chicas hagan algo más que eso.

-Creo que voy a quedarme aquí por si vuelve Matu- contesto.

Su rostro refleja una ligera decepción, pero me ofrece una sonrisa comprensiva. Me dice que tenga cuidado y me da un abrazo de despedida. Cierra la puerta al marcharse y yo la cierro con pestillo. Nunca se sabe quién puede entrar. Observo al chico durmiendo en la cama y estoy convencida de que tardará un buen rato en despertarse. El cansancio que sentía abajo ha desaparecido por alguna extraña razón, y ahora no paro de pensar en Calle y en su comentario acerca del hecho de que Laura todavía no se ha acostado conmigo. Puede que a ella le resulte extraño, porque se acuesta con una chica distinta cada fin de semana, pero Laura es mejor que ella. No necesitamos acostarnos, nos divertimos juntas haciendo cosas como..., bueno..., vamos al cine y a pasear.

Con eso en mente, me tumbo, pero pronto me encuentro mirando el techo, contando los paneles en un intento de dormirme. De vez en cuando, el chico ebrio da media vuelta en la otra cama, pero finalmente mis ojos se cierran y empiezo a quedarme dormida.

-No te había visto nunca por aquí- dice una voz grave en mi oreja.

Doy un brinco y su cabeza me golpea en la barbilla, lo que provoca que me muerda la lengua. Tiene la mano apoyada sobre la cama, a tan sólo unos centímetros de mis muslos. Su respiración es pesada, y huele a vómito y a alcohol.

-¿Como te llamas guapa?- exhala, y a mí me dan arcadas.

Levanto un brazo para empujarlo y alejarlo de mí, pero no funciona.

Él se echa a reír.

-No voy hacerte daño... Sólo vamos a divertirnos un poco- dice, y se relame los labios, dejando un hilo de saliva colgando sobre su barbilla.

Se me revuelve el estómago y lo único que se me ocurre es darle un fuerte rodillazo. Con fuerza y justo donde quería. Se agarra la entrepierna y retrocede como puede. Yo aprovecho la oportunidad y salgo corriendo. Cuando mis dedos temblorosos abren el pestillo, corro por el pasillo, donde varias personas miran como si fuera un bicho raro.

-¡Vamos, vuelve aquí!- Oigo que grita con su voz desagradable no muy lejos de mí.

Por extraño que suene, a nadie parece sorprenderle que un tipo persiga a una chica por el pasillo. Se encuentra a tan sólo unos metros de distancia, pero por suerte está tan borracho que no para de tambalearse contra la pared. Mis pies se mueven por el pasillo hasta el único lugar que conozco en esta maldita casa.

-¡Calle! ¡Calle, abre la puerta, por favor!- grito al tiempo que golpeo la madera con la mano e intento girar el pomo bloqueado- ¡Calle!- grito de nuevo, y entonces la puerta se abre.

No sé qué me ha llevado a regresar a su dormitorio, pero espero que Calle se muestre igual de grosera con el tipo ebrio que intenta acostarse conmigo.

-¿Poché?- pregunta confundida mientras se frota los ojos con la mano.

Sólo lleva puesto una camiseta que no le cubre ni la mitad de los muslos y tiene todo el pelo revuelto. Curiosamente, estoy más sorprendida por lo guapa que está que por el hecho de que me haya llamado Poché en lugar de Maria José.

-Calle, ¿puedo pasar, por favor? Ese tipo...- digo, y miro a mis espaldas.

Ella me aparta y mira por el pasillo. Ve a mi perseguidor, éste, al instante, pasa de dar miedo a parecer asustado. Me mira una vez más antes de dar media vuelta y volver por el pasillo.

-¿Lo conoces?- pregunto con un tembloroso hilo de voz.

-Sí, pasa- dice ella, y tira de mi brazo hacia el interior del cuarto.

No puedo evitar fijarme en el modo en que sus caderas se tambalean por debajo de esa camiseta, no lleva nada mas que unas bragas negras debajo, se le ven un poco cuando camina, tiene un trasero...

Se gira y se frota otra vez los ojos.

-¿Estás bien?- su voz suena más ronca de lo habitual.

-Sí..., sí. Siento haber venido aquí y haberte despertado. Es que no sabía qué...

-No te preocupes- se pasa la mano por el pelo peinandolo un poco y suspira- ¿Te ha tocado?- pregunta sin rastro de sarcasmo.

-No, pero lo ha intentado. No sé cómo se me ocurre encerrarme en un cuarto con un extraño bebido. Supongo que ha sido culpa mía.

La idea de que ese tipo haya tratado de ponerme las manos encima hace que me entren ganas de llorar otra vez.

-No ha sido culpa tuya que haya hecho eso. No estás acostumbrada a ese tipo de... situación- su tono es amable y totalmente distinto al habitual.

Recorro la habitación en dirección a su cama y, sin hablar, le pido permiso para sentarme. Ella golpea el colchón y yo me siento con las manos sobre el regazo.

-No tengo intención de acostumbrarme. Ésta es definitivamente la última vez que pienso venir aquí, o a cualquier fiesta. No sé ni por qué lo he intentado. Y ese tipo... ha sido tan...

-No llores, Poché- susurra Calle.

Y lo curioso es que no me había dado cuenta de lo que lo estaba haciendo. Ella levanta la mano y casi me aparto de un modo reflejo, pero entonces la yema de su pulgar atrapa la lágrima que rueda por mi mejilla. Separo los labios, sorprendida ante la ternura de su gesto. «¿Quién es esta chica y dónde está la Calle grosera?». Levanto la vista para ver sus ojos avellana y observo cómo se le dilatan las pupilas.

-No me había dado cuenta del verde aceituna de tus ojos- dice en un tono tan leve que tengo que acercarme para oírlo.

Su mano continúa en mi rostro mientras los pensamientos se llenan en mi mente. Entonces atrapa ligeramente su labio inferior con los dientes. Nuestras miradas se encuentran, y yo bajo la vista, sin saber muy bien qué está pasando. Pero cuando ella aparta la mano, miro sus labios de nuevo y siento la lucha interna entre mi sentido común y mis hormonas.

Sin embargo, el sentido común pierde batalla y mis labios impactan contra los suyos, cogiéndola totalmente desprevenida.

Y llegaste tú... [CACHÉ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora