21· CRIMEN Y CASTIGÓ

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Me encanta cuando dices
que volverás algún día, mientras yo abrazó mis rodillas tú me sujetas
con tu mirada. — pierce the veil










La habitación de hospital impecable lo acogían de una noche fría, pero en si, todo aquí le pareció mucho más frío que el exterior.

Ese rostro empapado de lágrimas volvió a recordar y sus manos antes inertes presionaron las sabanas fuertemente mientras los latidos de su corazón aumentaban.

Necesitaba verla a ella, su familia.

A su hermana pequeña.

Era lo único que le quedaba.

No podía perderla.

Sus ojos marrones se cristalizaron ante ese pensamiento; si, había echó las cosas muy mal pero únicamente lo hizo por el bien de ella. Y aún así no podía perdonarse de nada lo que sus pasos lo guiaron a recorrer días atrás.

E igual de nada había servido, protegerla era, tal vez, la única cosa que jamás podría lograr. Se engañaba a si mismo sólo creyendo lo contrario. Debía saber que era algo que no controlaría porque, realmente no era lo suficientemente fuerte.

Y pensar que lo era, incluso más que ese ser, fue su más grave error.

Mike Armstrong comenzaba a entender sus límites y consecuencias por sólo hablar mentiras y callar secretos. Ya era un camino el cual no quería pisar nunca más, pero.

¿Era capaz de hablar? De contar todo sin enredos en la lengua hacia su hermana menor, y lo más importante.. ¿ella podría entenderlo?
Por supuesto que no, esa es la única respuesta que ahora atravesaba su mente. Ella no lo entendería y no la culparía de llegar a verlo con otros ojos.

Era un castigó, su castigó.

—¿Como se encuentra? —la enfermera se dio paso por el cuarto sin darle una mirada. Tan sólo revisó los sueros y aparatos a su alrededor, anotó en una libreta que apoyaba contra su pecho varios signos y luego tocó su muñeca. — El oficial Doughty se encuentra en sala de espera para hablar con usted. Le hemos dicho que no se halla en estado pero estuvo insistiendo un tiempo, otros policías lo acompañan.

Los ojos de Mike, entrecerrados y casi somnolientos no se expresaron demás, su respiración agitada contra la mascarilla cesaba y un susurro sobresalió de allí.

—Si.

La enfermera esta vez subió su mirada hasta la del joven, por primera vez, para dejarle ver insegura a su contestación.

—Le harán preguntas ¿esta realmente seguro? —pregunto no convencida, pero él sólo asintió parpadeando lentamente. Ella suspiro y se retiró de la habitación.

A los pocos momentos; el oficial Doughty junto a otro policía ingreso al cuarto. El jefe de policía rubio asintió en saludo y tomo asiento junto a la camilla del paciente.

—Hola, Michael. Lamentó volver a vernos en estas circunstancias. —hablo y su respuesta fue la tenue respiración del chico contra la mascarilla.

Fuera de la habitación número 156, de Michael Armstrong. El hijo del oficial de policía se hallaba en espera de brazos cruzados en una cazadora vieja y tomando unos portafolios ya leídos por el mismo.

La etiqueta del documento rezaba; 00264- Pendiente en desapariciones: Dave y Rose Armstrong.

Por la mente del joven de ojos pardos se trenzaban tantas ideas macabras sobre centenares de casos que conoció debido a su largo tiempo a solas en su infancia. El señor Doughty pretendía ser un padre modelo cuando en realidad no lo era, no desde la perdida de su esposa.

R A G E. ticci tobyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora