16

158 22 2
                                    

Aun recuerda el día en que tuvo que dejar ir a su primer amor.

Cuando se dio cuenta que ella no crecía, que era como una eterna niña, no se pudo esperar más, se necesitaba de un heredero y ella no podría dárselo.

En aquella ocasión, lloró sin consuelo en frente de él y se negó a ir a la ceremonia con obvia razón, no soportaba la idea de verlo amar a otra mujer cuando siempre pensó que la mujer que sonreía feliz y en ese vestido blanco sería ella; cuando el heredero nació fue a verla y él le prometió que su hijo cuidaría de ella cuando ya no estuviese en ese mundo, que la amaría y que ella debía amarlo a él, y así fue, mientras tenía sus manos ya envejecidas por los años sujetadas entre las suyas que se mantuvieron jóvenes como el primer día, su heredero estuvo ahí, para abrazarla cuando dio su último aliento en esa vida.

Fue una cadena de promesas sin fin, hasta que el tercero en esa cadena vio en ella el potencial de guardar magia sin poder usarla a su libre albedrío que podía dar a aquellos a los que tenía la afinidad emocional del amor.

"Debes amar a cada uno de los Lucis Caelum y cuando llegue el momento deberás dar tu vida por el rey entronado, para llevarlo a la victoria" le dijo y ella recordando las palabras de su primer amor decidió mantenerse firme a ello. Era como la prometida que nunca se casaría, con un cuerpo que viviría eternamente y que apenas si mostraba signo de vejez, esperando en el altar, sin vestido o tiara, solo con una promesa que se quedó impregnada en su mente y una flor que se marchitaba en su mano, la esperanza de ser feliz cubriendo sus ojos ante lo que realmente pasaba.

Sin darse cuenta, esperaba por quien la amaría, pero siempre terminaban por amar a alguien más.

Dar a luz a un Lucis Caelum es difícil, son seres tan poderosos y las madres no siempre lo soportaban, eran contadas las veces que ocurría, pero las tragedias pasan, y en más de una ocasión le fue dada la tarea de cuidar del futuro rey o reina, ¿Cómo no amarlos de manera diferente? Los amó tanto como pudo, los veía crecer, los veía amar a alguien más y volvía a ese bucle sin fin.

¿Cuándo seré feliz? ¿Cuándo vendrá mi persona prometida?

Se preguntaba, pero los años la curtieron en sabiduría, y parte de esa sabiduría le mostraba que no todas las promesas se cumplen, que las palabras dulces no siempre lo son en realidad y que las personas mienten con una facilidad que hasta para ellos es desconocida.

Se dio por vencida, se convenció de que esa persona nunca llegaría a ella, quien sabe y capaz nunca fue un Lucis Caelum, puede que esa persona se quedase en su mundo, preguntas iban y venían en su mente pero no tenía respuesta.

Pero entonces nació él, en un inicio no le hizo demasiado caso, Mors cuidaba de su hijo junto a su esposa y ella lo dejaba estar, no queriendo acercarse mucho al pequeño castaño aunque esté pareciera buscarla y tratar de jugar con ella.

Regis era insistente y eso hizo que se ganará su afecto más rápido que tarde, (...) maldijo a su corazón por caer de nuevo en las palabras de la vieja promesa y antes de darse cuenta ya amaba al infante y esperaba por algún día ser su reina.

Curiosa la vida es, porque antes de darse cuenta ese niño se había convertido en un hombre galante y caballeroso sin que se diera cuenta.

Un hombre que tomó la mano en matrimonio de su amiga de la infancia, Aulea, poco después de que los problemas políticos entre reinos se calmaron.

Ese día volvió a llorar como la primera vez, pero en esta ocasión él la encontró, en su traje real y con una sonrisa en la cara entró a su habitación a buscarla por ser una de las damas de honor; grande fue su sorpresa cuando la encontró sin la máscara con la que toda su vida le había visto y llorando como si le hubieran hecho el peor de los daños.

To the SkyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora