Valentina sabe que lo que siente por Juliana no es un simple "crush", o algo pasajero.
Juliana está perdida por Valentina, pero las circunstancias alrededor parecieran no ayudarles en nada.
Ambas saben que son almas gemelas... ¿Tendrán su final fe...
Entraron a la casa y subieron a la habitación de Valentina tomadas de la mano y entre sonrisas tímidas, podían sentir los nervios una de la otra, pero aquello hacía todo aún más especial, porque era algo de ellas, sería algo de ellas siempre...
Cuándo Valentina cerró la puerta de la habitación, se acercó a Juliana para que ambas pudieran verse frente a frente. Y fue la rubia quien inició con un pequeño contacto, tomándole ambas manos.
-¿Estás bien?- le preguntó a Juliana en voz baja, subiendo una de sus manos para acariciarle el rostro suavemente- También estoy nerviosa, y no tenemos que seguir avanzando si no...
-No, Val- la interrumpió con una ligera sonrisa- No quiero detener nada, es eso también... Estoy muy nerviosa. Jamás he estado con alguien de manera íntima, y...- suspiró- Quiero hacerlo bien.
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-Chiquita- susurró cariñosamente- Aquí no habrá juicios sobre bien o mal, sólo quiero que nos dejemos llevar, y que empecemos a conocernos de esta manera... No tienes idea de lo mucho que deseo estar contigo. Y no sólo hablo de lo sexual, en todos los aspectos quiero estarlo, Juls...
-También yo, mi amor- dijo, sintiendo sus ojos un poco húmedos- Quiero hacerlo todo, y lograrlo todo, mientras sea contigo.
Y de ahí no hubo más palabras, compartieron una tímida y dulce sonrisa, para darle paso a un beso suave, que a los pocos segundos tomó forma rápidamente.
Valentina fue la primera en avanzar para quitarle lentamente el ensamble que traía puesto a la morena, lo hizo de manera tan delicada, que Juliana se estremeció un poco ante su toque. Fue cuando su primer prenda cayó y miró de nuevo aquellos ojos azules que tanto amaba, que los nervios se apaciguaron casi por completo. No había nada que temer, era sólo Valentina... La persona que más la cuidaba, y la dueña de su corazón.
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Así que ahora fue Juliana quién prosiguió a retirar el ensamble de Valentina, tomándose el tiempo de acariciar sus brazos y deleitarse con lo suave de su piel. Tenía ese agradable tirón en el estómago, ese cosquilleo que siempre estaba presente cuando se trataba de estar con la rubia, incluso a veces aparecía con sólo mirarla.
