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Y así es como Adonai tuvo que esperar fuera de la iglesia, jugando en su celular y fumando cigarro tras cigarro para tener el aliento lo suficientemente fuerte esperando que esto detuviera a la chica que su buen amigo le había conseguido sin su consentimiento. Al menos que le desagradara lo suficiente para no acercarse demasiado a él.

La misa por fin terminó y Adonai dio gracias a Dios por ello. Vio a su buen amigo acercarse con dos chicas al lado. Eran feas. Cualquiera que se parara al lado de Antoine era feo, porque Antoine era guapo y encantador, amable. Antoine era perfecto, y porque era perfecto cualquiera que se parara a su lado era feo.

Porque no era posible comparar cualquier par de ojos con esos grandes ojos verde olivo, que a luz de sol resaltaban como la cáscara de una sandía, con cualquier otro par de ojos de cualquier otro color. Porque no era posible comparar esa piel limpia, brillante, suave, de color claro pero levemente bronceada a causa del ejercicio al aire libre, con cualquier piel aunque fuera del mismo color. No era posible comparar sus labios, gruesos, carnosos, de un intenso y permanente color rojo como fresa madura, con cualquier otros labios, incluso esos que habían sido operados y tratados por expertos, ni siquiera esos se comparaban a sus labios. No era posible comparar sus manos, grandes y masculinas. No era posible comparar su cabello claro y siempre bien recortado. No era posible comparar su cuello, su torso, sus piernas, sus brazos.

Antoine era perfecto.

"Este es Adonai, chicas." Presenta el perfecto hombre, extendiendo su perfecta mano para sujetar el imperfecto hombro de su imperfecto y fumador amigo. "Adonai, esta es Clotilde, y esta es Marie Ann."

Vaya. 

Chicas imperfectas que ni siquiera le llegaban a los talones a su Antoine.

"Es un gusto conocerlas."

Filosofía De Vida Para Noches de InsomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora