24

60 15 3
                                    

Finalmente se marcharon.

Adonai le permitió a Darleen ingresar a su apartamento, esta le besó la frente antes de dejarle marcharse, dándole su bendición hasta no poder más. Adonai sentía que iba lo suficientemente bendito como para irse de cara contra un camión y no morir por el impacto.

Pero mejor no arriesgarse.

La mujer tomó un fuerte respiro antes de ingresar al apartamento. Delante de la puerta, a una distancia considerable, la esperaba Antoine.

Ambos pares de ojos verde olivo se encontraron, estremeciendo al otro a causa de lo accidentalmente profundo e intensos que estos eran. Sus cuerpos se estremecieron a la vez.

"Antoine..."

"Mamá..."

Y gruesas lágrimas desbordaron de las esmeraldas de ambos.

Se abrazaron, con fuerza.

Como necesitaban ese abrazo, de verdad. Antoine más que Darleen, eso era obvio.

"Mamá, yo..."

"Antoine, no digas nada. Déjame hablar primero, corazón, porque tengo tantas cosas que decirte, de verdad. La nana lo dijo todo, y, escúchame, no me importa. Amor, no me importa, te juro que no me importa lo que seas, ni lo que te guste, amor, yo te amo, ¿entiendes? Y Dios te ama igual, mi vida, ¡incluso más! Porque eres perfecto, y eres una creación de él, una creación única. Y así como eres está bien, no hay nada que cambiar."

Antoine no podía ni hablar a causa de los sollozos. Nunca supo cuánto necesitaba oír eso, cuánto necesitaba oír a su madre decirle eso. Jean-Luc no le importaba, no le interesaba, pero su madre, oh, su madre, no viviría sin su madre.

"Te amo, mi vida."

"Y yo a ti, mamá."

Filosofía De Vida Para Noches de InsomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora