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"Apaga la puta cocina y yo iré a ver quién mierda toca la puerta a las ocho de la mañana", masculló molesto. Molestísimo. ¿Cuál era el hijo de puta de los vecinos que lo despertaba a las ocho de la mañana sabiendo que él usaba las mañanas nada más para dormir? Un cara dura, eso era.

Regañó sus propios pensamientos cuando vio un par de ojos verde olivo en el pasillo. Reconocía ese par de ojos, y reconocía la persona a la que le pertenecían. Era la persona que le había heredado los mismos ojos a Antoine...

"Buenos días, Darleen" y le ofreció su mejor sonrisa, como intentando esconder que se había desvelado y además estaba padeciendo una leve resaca. No quería darle esa impresión a su suegra, mejores impresiones habían para dar. "¿Puedo ayudarla en algo?"

"Oh, Adonai, lamento molestarte tan de mañana, sé que eres una persona que no duerme más que a esta hora, pero de verdad, de verdad necesito hablar contigo." Sus ojos reflejaban aflicción, la manera en la que apretaba sus manos entre si revelaba ansiedad.

"Claro, claro, lo que se le ofrezca."

"¿Está Antoine contigo?"

Adonai frunció los labios. ¿Qué debía hacer ante esa situación? Esa mujer era como su segunda madre, y además su suegra. Sabía que cualquier intención que tuviera ella para con Antoine no era menos que buena. "Sí, está aquí, pero..." La mujer le calló las palabras, tomando sus manos tatuadas con las suyas temblorosas. Le vio directo a los ojos, con esa mirada tan accidentalmente profunda que le había heredado a su hijo.

"Gracias a Dios", suspiró llena de alivio, como si de pronto un gran peso se le hubiera sacado de los hombros. "Oh, gracias, gracias, gracias a Dios. Dios te bendiga, Adonai. Estaba tan preocupada por él. Si algo le pasaba por mi culpa... Dios mío, gracias. De verdad, gracias."

"Darleen, no tiene nada que agradecer, es lo menos que yo haría por un amigo."

"De verdad te amo, muchacho. Eres como un hijo para mí. Y ahora, con esto... Dios, de verdad, gracias. Te lo pagaré de alguna manera."

"No tiene que, Darleen."

"Quisiera hablar con él, Adonai, pero... pero quizás ahora no es el momento adecuado. No quiero hacer una escena aquí a medio pasillo, ¿entiendes? Dile, por favor, que llegue a casa... Jean-Luc no está, solo dile que quiero hablar con él. Por favor."

"Darleen, hágalo aquí y ahora." Ahora fue él quien le sujetó las manos, con firmeza, intentando detener el temblor. "Me iré a comprar unas cosas, ustedes tienen que hablar... Antoine la necesita."

"Adonai..."

"Confíe en mí, Darleen."

"Eres un ángel mandado del cielo, Adonai."

Sí, un ángel caído, arrastrado por la cola de Lucifer cuando este fue desterrado... Pero en lugar de arruinar la atmósfera con tal comentario, le ofreció una sonrisa a la señora.

Filosofía De Vida Para Noches de InsomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora