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"Escúchame atento, ¿sí? Todo saldrá bien. Y si las cosas se complican solo sal de aquí y ve al parque, andaré por ahí con Jerome. Pero, escúchame, es tu mamá, por Dios, te ama, te adora. Eres la luz de su vida, Antoine. Nada de esto va a salir mal."

Aquellos grandes ojos verde olivo se fijaron en los lagos de chocolate amargo del más alto. Tenía aún el cabello revuelto, pues se acababa de levantar, no se había colocado las perforaciones todavía. Adonai nunca se tomaba nada en serio, verlo hablar con tanta firmeza era extraño.

Le revolvió el estómago.

Se lo revolvió todo de una manera muy homosexual.

Y, no como las veces que había estado enfermo, no vomitó.

Lo besó.

Le sujetó el rostro con las manos y lo besó.

No era igual a besar a una chica. Claro que no lo era. Para empezar porque ambos tenían barba, él más espesa que la de Adonai, pero una barba a final de cuenta y caso. Su cabello era corto y espeso, algo mal cuidado, su barbilla era ancha, sus pómulos bien marcados, en su cuello además se ceñía un montón la manzana de Adán. Ni mencionar la diferencia de altura; como reflejo Adonai hizo hacia atrás la cabeza, pero por no buscar separarse Antoine se adelantó con él, tuvo que erguir la espalda, y al cabo de un rato ponerse de puntillas, aunque no fue por mucho, pues Adonai volvió a adelantar el cuerpo para mantener una distancia apropiada.

Al separarse, Antoine tenía los ojos llorosos.

"Antoine..."

No lo dejó hablar, le sujetó las mejillas y juntó ambas frentes.

"Te amo, Adonai."

Eso lo tomó por sorpresa.

Por la suficiente sorpresa para que sus mejillas estallaran en rojo. Intenso rojo. Hasta llegarle a las orejas.

"Y mi amor por ti brilla tanto como la luna del viernes Santo."

"¡Hey! Recuerdan que sigo aquí, ¿verdad?"

"¡Jódete, Jerome!"

Filosofía De Vida Para Noches de InsomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora