8. El examen

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—Está bien—volví a sentarme en la silla.

La señorita Guerra se sentó frente a mí. No decía nada, solo me miraba como si estuviera tratando de descifrar el por qué de mi sonrisa, pero era más que obvia la razón de ella.

—¿Y qué pasa con mi examen? ¿De qué quiere hablar en concreto?— pregunté inocentemente sin dejar de sonreír.

—Pues que todas las respuestas son incorrectas.

—Debe de haber un error, es imposible.

Cogió mi examen y comenzó a leerlo en voz alta.

—En la primera pregunta tienes razón, son tres elementos pero no son los que me escribiste.

—Señorita lamento decirle esto, pero todas las obras de teatro tienen planteamiento, nudo y desenlace.

—Yo no pregunté por esa clase de obra.

—Usted no especifició, pero yo cumplí en contestar correctamente a la pregunta, por lo tanto, tendría que contármela como correcta.

Se me quedó mirando fijamente y no me dijo nada respecto a eso, continuó leyendo.

—Definición de belleza: yo frente a un espejo— me miró con cara seria.

—¿Me va a decir que no soy bonita?—pregunté inocentemente.

—No, claro que es bonita, pero...—espera, eso me había sorprendido, no me esperaba que me contestara a la pregunta y mucho menos que se pusiera tan nerviosa— No era eso a lo que me refería con la pregunta y lo sabes.

—Usted—tragué saliba, ahora, era yo la que estaba nerviosa. — Usted, pidió que le diera una definición y yo se la di, no le veo el problema.

Suspiró mientras me apartaba la mirada.

—Ya puedes irte.

—Vale, gracias— Sonreí ampliamente, cogí mis cosas y me fui.

ANA

Esa chica iba a ser un gran problema. Sabía que había contestado mal al examen apropósito, era demasiados sencillo como para que alguien lo suspendiera.

—¿Cómo te fue el día?—me preguntó Aitana, nada más llegar a casa.

No le contesté solo deje mi portafolio sobre la mesa y me dejé caer en el sofá.

—¿Ahora qué pasó?

—Van a acabar conmigo

Aitana se empeazó a reír.

—Ana, sabias desde un principio que sería difícil trabajar de profesora, allí los alumnos nos llevan unos cuantos años.

—Y por eso pensé que nos llevaríamos bien, que me tendrían confianza y un poco de respeto, y aunque la mayoría lo hace—suspiré al pensar en el dibujo— hay un bromista, ya sabes, el típico deportista egópcentrico y presumido.

—¿Qué broma te hicieron hoy?— me preguntó interesada.

—No tiene importancia, no es la broma la que me tiene así.

—Entonces, ¿qué pasa?

—Hay una chica que me está haciendo todo muy difícil. Se supone que es la mejor alumna de la escuela.

—¿La chica de la que te hablo Leal?

—Esa misma, pero es un verdadero dolor de cabeza.

—Pero Ana, ¿tan mala es?

—No sé, hoy ha suspendido un examen apróposito.

—¿Y cómo sabes que fue intencionado?

Cogí mi portafolio y busqué el examen para ensñarselo a Aitana.

—Dímelo tú— y se lo di.

Aitana comenzó a leerlo y empezó a reírse con las respuestas.

—Oye, pues es muy creativa.—me lo devolvió con una sonrisa.

Suspiré ya agotada con el tema. Quería parar ya de pensar sobre ello.

—¿Cómo te fue a ti?—le pregunté.

—Pues muy bien, enseñarle historia a unos niños de primaria es muy fácil.

—¿Debí hacerte caso, no? Debí haber aceptado esa propuesta en el museo del Louvre.

—Ana, tampoco te mortifiques, mejor vamos a comer algo. Y deja ya de darle tantas vueltas al tema.

La Profesora (Warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora