24. El concurso

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Mimi llegó a las 8:30 al lugar donde se realizaba el concurso, y lo hizo a propósito, con tal de llevarle la contraria a Ana. Los vio necesario, pues tal parecía que su tranquilidad de las últimas semanas había conseguido que a ella se le olvidara que no podía gobernarla.

Llegó hasta el lugar donde tenía entendido que estarían Ana y el retrato, pero de pronto se vio envuelta en un montón de reclamos.

—¿Por qué llegas a esta hora? Te dije que quedábamos a las ocho en punto.

—Por eso mismo—se limitó a sonreír.

Ana estaba sorprendida y se negaba a creer lo que Mimi le acababa de decir.

—Entonces si yo te digo que no te tires por un puente, ¿tú Lo hubieras hecho sólo para llevarme la contraria?

—Es lo más probable—obviamente no lo haría, pero tenía que hacerle creer que sí.

—Nunca había conocido a una persona más molesta que tú, ni siquiera Aitana.

—¿La has invitado?—preguntó con una sonrisa mientras ignoraba todo lo que le había dicho.

—Aunque no lo hice, vino—murmuró un poco molesta por la repentina alegría de la rubia.

—¡Mimi!—apareció la aludida con una sonrisa—Me alegro mucho de verte. Ha pasado tanto tiempo—la abrazó.

—Sí—se separó de ella—, como tres semanas —río por lo exagerada que había estado Aitana.

—¿Cómo te ha ido con el ogro?—ladeó un poco la cabeza hacia atrás, señalando a Ana.

—Sí, vosotras hablad como si yo no estuviera delante—gruñó.

—Intento ignorarla—respondió Mimi con otra sonrisa.

Ella y Aitana estuvieron hablando durante un rato, hasta que Aitana se levantó para ir a admirar las demás pinturas.

—¿Vienes?—le preguntó amablemente.

—No puede ir, tiene que quedarse conmigo—sentenció Ana mirando fijamente a Mimi, como si quisiera comérsela.

Aitana no dijo nada más y se fue.

Mimi iba a contestarle algo a Ana, pero una voz se lo impidió:

—Mimi.

—Profesor Leal—abrazó a aquel hombre—¿Qué hace aquí?

—Pues vine a ver tu cuadro, me he enterado de que Ana te ha ayudado—palmeó el hombro de la morena— Y no quería perdérmelo, así que, ¿me dejan verlo?

—Claro que sí—habló Ana mientras revelaba el cuadro.

En aquel lienzo se encontraba la silueta de una mujer frente a un espejo, con una mano tocando el vidrio, pero lo que se veía en el reflejo no era su rostro, sino el de otra mujer, imitando su acción de la mano.

Roberto miró el cuadro durante unos minutos.

A simple vista el cuadro no era tan espectacular como otros, pero lo que transmitía era impresionante, una tremenda tensión sexual.

—Interesante—murmuró Leal—¿Qué nombre le pusieron?

—Los amantes—contestó Mimi orgullosa ante la mirada confusa de Ana, ya que ese no era el nombre que habían escogido.

—Concuerda con la pintura. Lo que transmite es tensión sexual pura, es como "te puedo ver, pero no tocar". Me gusta—sonrió y las otras dos imitaron el gesto.

La Profesora (Warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora