10. La Biblioteca

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Me despedí de las chicas y me dirigí a la biblioteca que había en el centro comercial. Tengo que admitir que aún me parece extraño que haya una en este.

Llegué rápidamente a la sección de arte, mi favorita. Después de estar un buen rato buscando el libro que quería, cuando fui a sacarlo de la estantería, me encontré con aquellos penetrantes ojos marrones.

—Creo que has cogido mi libro.

—¿Cómo que su libro?— pregunté extrañada.

—Miriam lo necesito— me dijo seria.

—¿Así? ¿Y cuánto?

—Mucho, así que te pediría que me lo dieras.

—Podría hacerlo, pero a cambio yo necesitaría algo...

—No te voy a dar puntos extra ni nada de eso— me dijo nerviosa.

—Pues tranquila porque no es eso lo que quiero— dije sonriéndole.

—Pues perfecto. ¿Por qué no vas al grano?— me preguntó un poco agotada de la situación.

Sonreí

—Yo le doy el libro si usted se convierte en mi profesora particular. ¿Acepta o no?

ANA
Había venido a la biblioteca, después de comer con Aitana, con la finalidad de calmarme un poco y tratar de olvidar todo lo que había pasado durante el día y juste me la tuve que encontrar.

—Miriam—di un paso hacía atrás debido a lo cerca que estábamos la una de la otra— no creo que tengas que recibir clases particulares.

—Pero si usted misma me lo dijo, ¿o ya no se acuerda? Además suspendí el examen.

—Eso lo hiciste a propósito—suspiré—Miriam debo admitir que tal vez no debería haber insinuado que no tenías talento.

—¿Tal vez?—me respondió un poco cabreada.

—Pero tú debes admitir que eres una chica caprichuda y berrinchuda.

—No olvide altanera y ególatra.

—Y también orgullosa.

—Tal vez—me sonrío—¿Entonces, acepta sí o no?

La respuesta era muy sencilla "No". Mimi era un constante para mí, ella hacía que me alterara sin motivo alguno, causaba en mí un montón de reacciones. Y sabía que algo tramaba, se veía que era vengativa y seguro que estaba buscando la forma de cobrarme el daño que hice hacia su ego.

—Está bien— maldije en mi interior, sabía que esto era un error pero no lo pude evitar, si ella quería jugar pues jugaríamos.

—Bien—sonrío de nuevo-. Como ambas queremos el libro, ¿que tal si lo vemos juntas y así me lo explica?

Asentí y ambas nos dirigimos a una de las mesas que estaba vacía.

—Bien, comenzaremos con algo fácil— revisé el índice del libro que me servia de guía-. ¿Qué te parece si empezamos con las obras más sobresalientes de Picasso?— ella asintió sin dejarme de mirar.

Yo procedí a leerle el capítulo, pero ella insistió en que quería ver las imágenes, así que se sentó junto a mi y estábamos muy cerca.

—Bien—aclaré mi garganta—¿Tienes alguna duda?

No sé porque pero su presencia me ponía muy nerviosa.

—Sí, ¿por qué enseña arte?

—Creo que eso no tiene nada que ver con lo que te acabo de leer.

—Pero usted me preguntó si tenía alguna duda, pero no especificó de que índole— sonrió con inocencia.

Una cosa estaba clara y era que tenía que cuidar muy bien mis palabras mientras estuviera cerca de ella, o podría aprovecharse de eso.

—Pues porque los que no pueden pintar, enseñan—repetí lo que ella me había dicho hace unos días.

Después de mi respuesta, nos quedamos unos segundos en silencio.

—Lo siento mucho— me dijo—yo solo lo dije porque me molestó y además se mostró arrogante con su posgrado en Royal College of Art.

No dije nada, ambas nos habíamos ofendido y no tenía nada que añadir al respecto.

—¿Tienes alguna otra duda?— volví a preguntar esperando a que ahora sí fuera sobre lo que acababa de leer. Pero no fue así.

—¿Tiene pareja?

—Eso no es de tu incumbencia— dije esta vez un poco más seria.

Antes de que ella me pudiera responder mi móvil empezó a sonar causando un fuerte ruido.

—Hola Aitana. Sí, algo del japo estaría bien. Nos vemos, Aiti. Yo también.

Terminé la llamada y ella me estaba mirando con cierto interés.

—¿Tu novia?—me preguntó esta vez seria.

—¿Acaso parezco lesbiana?

La verdad es que había tenido algún rollo con alguna que otra mujer pero eso no se lo iba a contar.

—Una nunca sabe— se encogió de hombros.

Sonreí un poco ante su respuesta.

—Bueno Miriam, me tengo que ir— miré mi reloj y al ver que era tarde decidí preguntarle—¿Quieres que te lleve?

—¿Me podría llevar a casa? Ah, y me puede llamar Mimi.

—Bueno, pues Mimi, dime la dirección y te acompaño.

—Oh, es cerca de donde casi me atropella la primera vez— dijo mientras salíamos de la biblioteca.

Traté de ignorar ese último comentario mientras nos dirigíamos a mi coche.
Mimi no paró de hacerme preguntas durante todo el trayecto, de algunas obtenía respuesta mientras que de otras no.

—Aquí es— me dijo una vez llegamos a la dirección que me había dado.

—Muy bien, pues nos vemos mañana.

Ella se preparó para salir del coche, pero de repente se giró de nuevo hacia mí y me dio un beso en la mejilla. Esa acción me dejó petrificada, me hubiera esperado cualquier cosa menos eso.

—Hasta mañana, señorita Guerra.

Y entonces esas palabras chocaron contra mí. ¿Qué me estaba pasando? Yo era su profesora y ella mi alumna. No podía sobrepasar esos límites.

La Profesora (Warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora