12. La "cita"

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Aceleré el paso lo más rápido que pude y después de algunos minutos llegue al Starbucks donde se encontraban mis amigos.

—¿A que se debe la insistencia a que viniera?—pregunté una vez me senté junto a Ricky.

—Pues, verás no queda nada para el cumpleaños de Mónica—respondió Laura con una sonrisa.

—¿Y qué tenéis pensado hacer?—pregunté mientras bebía del café que se había pedido Ricky.

Nos pasamos toda la tarde planeando la sorpresa para el cumpleaños de Mónica, por eso en cuánto terminamos, salí corriendo del local hacia mi casa. Faltaba poco para que fueran las cinco y no quería hacer esperar a la señorita Guerra.

—¡Miriam!—gritó mi madre mientras bajaba las escaleras.

—¿Qué pasa mamá?—le respondí.

—Tu padre y yo iremos a cenar con sus jefes fuera de la ciudad.

—¡Que aburrido!—me quejé.

—Es por eso que tú no vas. Llegaremos algo tarde ya que el lugar donde vamos se encuentra lejos, así que no nos esperes. Para cenar hazte cualquier cosa que encuentres en la nevera.

—Vale, perfecto.

Justo en ese mismo instante, sonó un claxon.

—Es tu padre—cogió el bolso—Nos vemos cariño—besó mi mejilla y salió disparada.

En cuanto la puerta se cerró, corrí hacia mi habitación para darme una ducha rápida y ponerme algo más cómodo. Una vez ya estuve lista, fui a mi estudio de arte para asegurarme de que tuviera todo lo necesario para mi tutoría con Ana.

Estaba colocando los lienzos cuando escuché el timbre. Lentamente bajé las escaleras y abrí la puerta.

—Hola—le sonreí.

—Hola—ella frunció el ceño.

Me separé de la puerta para que así pudiera pasar.

—Sígame, vamos al estudio.

Empecé a guiarla hacia el sótano, lugar que habíamos convertido en mi estudio ya que erala habitación más grande de la casa.

Sin decir nada, ella se quitó la chaqueta que llevaba debido al mal temporal y se arremangó las mangas de la blusa hasta los codos. En ese momento pude ver un tatuaje que destacaba en su brazo.

—Que bonito, ¿Qué pone?— le pregunté con interés.

—Gracias, querer es poder—me dijo sin darme ninguna otra explicación.

La verdad es que me habría gustado preguntarle más sobre el tatuaje pero no creo que fuera el momento más indicado, ya que ella tampoco no lo había hecho desde un principio.

—¿Dónde están los pinceles?—me preguntó.

Señalé la mesa que estaba cerca del caballete que sujetaba su lienzo en blanco.

Ana me explicó la técnica un par de veces, pero no me quedaba como debía y me estaba empezando a frustrar un poco.

—Las pinceladas deben ser más suaves—me dijo mientras observaba mi lienzo lleno de pinceladas sin sentido.

—¿Así?—dije mientras lo intentaba una vez más, pero mi pulso se descontroló cuando senti su pecho contra mi espalda.

—No—susurró cerca de mi oído.

Acto seguido colocó su mano sobre una de las mías—la que sostenía el pincel—, y comenzó a moverlo de arriba hacia abajo y de un lado a otro.

La Profesora (Warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora