Juegos y advertencias

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Papa POV:
Tenía los ojos cerrados, una hábil boca estaba trabajándose mi polla y lo hacía muy bien. Abrí los ojos para ver una cascada de pelo color fuego que subía y bajaba dándome placer, ¡oh, joder! Separé unos mechones de pelo para mirarla a los ojos mientras ella no dejaba de lamerme. ¿Cuándo habíamos llegado a esto? ¡Da igual!
La aparté para colocarla encima de la cama pero ella se revolvió, colocándose ella sobre mi erección, empalándose a pelo sobre mí y gimiendo mientras me cabalgaba. ¡La mera visión de verla así casi era suficiente para mí! Nunca había dejado que nadie adoptase la postura dominante sobre mí pero, tenerla a ella así y ver como disfrutaba de mí, me estaba llevando al límite mucho más rápido de lo que esperaba.
Puse mis manos en sus caderas para llevar el ritmo con ella, sus gemidos llenaban la habitación y su cara de placer era sublime, acaricié uno de sus pezones mientras profundizaba el ritmo. Al poco, ella se corrió gritando mi nombre y yo me corrí con ella, explotando en su interior.
Abrí los ojos de golpe. ¡Mierda! Había sido un puto sueño, mi respiración era agitada y mi cuerpo estaba pegajoso por culpa del sudor y del semen. ¡Joder! Esto nunca me había pasado, jamás.
Me levanté a regañadientes para meterme en la ducha y, mientras el agua caliente se llevaba los restos de mi sueño recordé el encuentro que ambos tuvimos en la biblioteca, eso había sido un punto de no retorno, todavía recordaba lo húmeda que estaba para mí y eso solamente me calentó todavía más.

Yami POV:
Después de todo lo que había pasado entre Papa y Water no me sentía con fuerzas para nada. Durante un par de días hice mis labores, manteniendo la cabeza gacha y yendo por los pasillos con Mary y Sara pero sin llamar la atención, ellas también parecían inmersas en sus propios pensamientos. La advertencia de Water me tenía bastante paranoica así que esquivaba a Carol y su grupo siempre que me era posible.
Iba paseando por los pasillos distraída cuando vi que el corrillo de Carol, con ella en el medio, venía en mi dirección. Suspiré cansinamente y tomé una ruta alternativa mirando hacia atrás para comprobar que no me habían visto. Giré una esquina, topándome de frente con otro grupo: Alpha, Water y Papa. ¡Oh, vaya! ¡Mierda! Me di media vuelta rápidamente pero la voz de Papa me detuvo.
- ¡Hermana Yami!.- me llamó, acercándose junto con los Ghouls.- ¿Podría robarte un momento si no estás muy ocupada?
- Por supuesto, Papa.- respondí asintiendo, intentando con toda mi voluntad no desviar mi mirada hacia Water.
Había intentado no darle muchas vueltas a nuestro encuentro porque el Nameless Ghoul era sin duda un superviviente que se aprovechaba de las circunstancias para conseguir lo que él deseaba: ahora me deseaba a mí y me había conseguido, aunque no en su totalidad. Lo que sí había conseguido era que mis pensamientos por Papa disminuyen notablemente, siendo reemplazados por él mismo. ¡Menudo lío tenía en la cabeza por su culpa!
Eso me angustiaba porque creía que, una vez que el Nameless Ghoul tuviera lo que deseaba de mí, buscaría otra cosa y me abandonaría. Yo no quería encariñarme por alguien así pero me era difícil, Water había logrado que me fijase en él y ahora ya no era capaz de aclarar mis sentimientos.
- Bien, entonces mis Hermanos Ghouls, hablaremos más tarde.- comentó Papa, mirándolos a ambos.
- Sí, Papa.- respondieron ellos a la vez.
En ese momento Alpha me miró, la última vez que hablé con Mary me había dicho que estaban "formalizando" su relación y yo me alegraba por ellos.
- ¿Todo bien Hermana Yami?.- preguntó, separándose de Papa y dándome un golpe en el hombro.
- Sí, Hermano Alpha, todo bien.- respondí con media sonrisa, devolviéndole el golpe.
- ¿Qué tal está curando el tatuaje?.- preguntó de repente Water, acercándose él hacia mí.
- Está curando bien, Hermano Water.- contesté mirándolo fugazmente y apartando la mirada al momento.
Noté un nudo en el estómago y me sonrojé azorada por los recuerdos. ¡Joder Yami, contrólate!
- Permíteme.- pidió acercándose más y elevó la mano para tocarme detrás de la oreja.
Al frío contacto con su mano me estremecí, evocando su toque en mi cuerpo, ladeé un poco la cabeza hacia el lado contrario para darle visibilidad y miré hacia Papa. Me sorprendí al ver que él echaba chispas por los ojos: estaba enfadado. ¡Muy enfadado!
- Sí, parece que cura bien.- dijo Water guiñándome un ojo, mientras apartaba sus dedos de mí y se inclinó hacia Papa.- Hasta luego Papa.
Ambos Ghouls se fueron hablando de algo y me quedé mirando al suelo sin saber cómo actuar, notando la tensión con la que se había cargado el ambiente.
- Acompáñame.- ordenó Papa con voz fría mientras se encaminaba hacia el ala este.
Me quedé helada en el sitio, presa de un conflicto de emociones: entre ellas el miedo. Papa se giró y, al ver que no lo seguía, se paró y carraspeó.
- Por favor.- pidió, con voz más amable.
- Sí, Papa.- contesté, adelantándome para alcanzarlo.
Comenzamos a hablar de trivialidades por el camino: el tiempo, lo bonito que estaba el jardín, etc... En todo momento yo intentaba omitir como mi corazón se aceleraba a cada paso que nos acercábamos a su cuarto pero, sorprendentemente, no llegamos allí.
En la entrada del ala este, a varios metros de la habitación del anciano Papa II, había unas puertas de caoba oscuras que Papa abrió y me incitó a pasar primero.
- Guau.- murmuré en voz baja.
Había entrado en una amplia habitación ricamente decorada con tapices, estanterías de libros, cuadros... Había un gran escritorio que prácticamente presidía la estancia, detrás de él: un tapete negro con un Grucifix plateado. Miré hacia la derecha y, en una esquina, también había una chimenea con un gran sofá de cuero negro.
- ¿Te gusta mi despacho?.- preguntó Papa, pasando por mi lado y entrando en mi campo de visión.
- Sí, es muy bonito.- respondí, centrándome en él.- Te pega mucho esta decoración.
Escuché como soltaba una pequeña carcajada, se apoyó en el escritorio y me miró con ojos encendidos.
- Yami, te he traído aquí porque tú y yo tenemos un asunto sin resolver.- dijo Papa, yendo al grano, hasta su denso acento italiano había mermado.- Y odio dejar asuntos sin resolver. Especialmente contigo.
Inmediatamente pensé en lo que pasó en la biblioteca, notando como un calor ardiente ascendía por todo mi cuerpo y mi entrepierna, me mordí el labio. No fui capaz de responder nada.
- ¡Ven!.- ordenó Papa, extendiendo su mano.
Avancé para cogérsela sin dudar un segundo, él me agarró con fuerza y pasó su brazo por mi cintura para acercarme a él, pegando nuestros cuerpos.
Durante un instante nos quedamos así, frente a frente, entonces ambos nos besamos con pasión. Un pensamiento sobre Water asaltó mi cerebro un instante pero, al contacto de la lengua de Papa con la mía, lo olvidé y me dejé llevar.
Una necesidad insaciable se abrió paso por mi ser, gemí contra su boca llevada por el placer y él se separó, acariciándome la mejilla con su guante de cuero.
- ¿Sabes? Hace un par de días tuve un sueño erótico contigo.- susurró Papa, levantándome la barbilla para que lo mirase a la cara.
- ¡Vaya!.- comenté entre divertida y excitada.- ¿Y qué hacíamos en tu sueño?
- ¡Oh! ¿Quieres saberlo?.- me preguntó, su voz sonaba ronca y sensual. Asentí mordiéndome otra vez el labio.- Me atacabas con ésta boquita tan sexy.
Me acarició el labio inferior, soltándolo del agarre de mis dientes y, por la forma en la que lo había dicho, sabía perfectamente a qué se refería él con "atacar".
- Puedo hacerlo realidad.- confesé mirándolo fijamente. Había entrado en modo femme fatale.- Si es lo que quieres, Papa.
- Sí, quiero.- respondió asintiendo con bastante vehemencia.
Sonreí mientras él se levantaba la capa, la sotana y vi que llevaba unos pantalones elásticos negros.
Papa se sentó en la enorme silla del escritorio, apartando toda la tela posible y se bajó la cremallera de los pantalones elásticos. Metió su mano derecha dentro, sacando su pene y revelándome su hombría al completo. ¡Oh, madre mía! ¡Ay Satán! ¿Pero es que aquí todos estaban dotados como caballos?
Me quedé mirándolo fijamente, sin aliento y temblando interiormente presa de la anticipación hasta que reaccioné, arrodillándome frente a él sin dejar de mirarlo a los ojos.
Alargué lentamente mi mano y lo envolví con ella. Suave, duro y caliente. Él se estremeció a mi toque, gimió levemente y eso me excitó más.
Comencé a mover mi mano por su longitud, notando como yo misma me ponía húmeda viéndolo, saqué mi lengua y le di un rápido lametón a una gota de líquido pre seminal que había aparecido en su punta.
Papa cerró el puño sobre el brazo de la silla, echando la cabeza atrás y jadeando de placer, sonreí apretándolo de forma más vigorosa y lo lamí en toda su extensión, disfrutando de su tacto y sabor.
- ¡Oh!.- gimió, llevando su mano a mi nuca.- ¡Sigue así!
Escucharlo tan perdido en el placer me estaba poniendo demasiado cachonda, yo misma no sabía si quería llevarlo al final así o sentarme a horcajadas encima de él y cabalgarlo hasta perder el sentido.
Abrí mi boca para introducirlo más adentro, él soltó un leve sonido gutural y agarró mi pelo con más fuerza pero sin hacerme daño. Quería saborearlo, iba a hacer que se corriese en mi boca y luego, si se recuperaba a tiempo, vendría el resto.
De repente, unos toques en la puerta nos alertaron, él se incorporó maldiciendo y giró la silla ayudándome a meterme bajo el escritorio.
- Quédate quieta, nena.- dijo Papa en voz baja acariciándome la cara y elevó la voz.- ¡Adelante!
¿Me había llamado nena? ¡Guau! Me relamí los labios pensando en hacerle una trastada a Papa pero entonces escuché la voz de la Hermana Pecadora y eso me hizo replanteármelo mejor.
- Perdón por venir sin avisar Papa.- dijo ella.- Necesito que vengas, ha llegado el señor Eriksson.
- Ha llegado antes de tiempo.- dijo Papa con cierta incomodidad.
- Sí, y debes estar presente. ¡Vamos!.- respondió ella con un tono que no daba lugar a un no, como el de una maestra estricta.
- ¡Está bien!.- exclamó Papa con fastidio.
Escuché como él carraspeaba mientras se alisaba la sotana y la capa con las manos, no podía abrocharse el pantalón sin resultar sospechoso así que se levantó directamente.
Maldije interiormente la interrupción de la Hermana Pecadora pero a duras penas pude contener una sonrisa a sabiendas de que Papa tendría una incómoda erección durante un buen rato.
Me pregunté si debería esperarlo ahí o no, me decidí por la segunda opción, salí de debajo del escritorio permitiéndome observar un poco más su despacho durante un rato. ¡La verdad me encantaba! Salí de allí, dirigiéndome hacia la habitación del anciano Papa y llamé.
Cuando me dieron permiso abrí la puerta y asomé la cabeza dentro, él estaba sentado arrimado a la ventana.
- ¡Buenas tardes Papa!.- dije, entrando en su habitación.- ¿Molesto?
- ¡Hola Yami!.- me saludó él, sonriendo encantado.- ¡Ven, acércate!
Cerré la puerta a mi espalda, trotando hasta llegar a su lado y dándole un beso en la mejilla.
- ¿Cómo te encuentras?.- pregunté, colocándole bien el cuello de la camisa.
- Pues muy viejo.- contestó riéndose.- Pero por lo demás, bien. Me alegro mucho de que hayas venido a visitarme, así me alegras la vista.
Ambos nos reímos a carcajadas, cogí su mano y suspiré mirando por la ventana.
- ¿Y tú qué me cuentas, querida?.- me preguntó él, poniendo su otra mano sobre la mía.
- Nada, todo bien. Me gusta mucho estar aquí.- respondí, mirándolo a él.
Me miró fijamente durante un buen rato, me dio la impresión de que no había logrado engañarlo, ese viejo pillo sabía leerme muy bien y sabía que no le había respondido toda la verdad.
- ¿Segura?.- preguntó, acercándose a mí.- ¿Se ha atrevido ya?
Sabía perfectamente a quien se refería, él había visto el beso que compartimos, el primer beso. Sonreí al anciano y toqué la punta de su nariz, negando con la cabeza.
- No sé de qué me hablas.- comenté y decidí cambiar de tema.- ¿Has merendado ya?
- ¡No! ¡Y me muerdo de hambre!.- contestó él, gruñón.
Le di otro beso en la mejilla antes de salir corriendo a las cocinas, allí saludé a varias hermanas y preparé un carrito con té, zumo, pastas y unos croissants diciéndoles que era para él. Salí de las cocinas con cuidado de no derramar nada, al pasar una columna alguien me agarró, solté el carrito por la sorpresa y me vi arrastrada hacia la pared, quedando escondidos del pasillo.
- Silencio.- murmuró Water con voz baja.
Lo miré sorprendida, ¿qué pretendía? Se quitó la máscara, se bajó un poco el pasamontañas y, de repente, me besó. Durante un segundo me quedé quieta, sin poder reaccionar, pero me sorprendí correspondiéndole e introduje mi lengua en su boca. Cuando él gimió, me separé de él enfadada conmigo misma. ¡Joder! El muy hijo de puta besaba demasiado bien.
Abrí la boca para mandarlo a la mierda pero él me puso un frío dedo sobre los labios y colocó un papel en mi mano antes de colocarse otra vez la máscara y largarse rápidamente. El papel solamente tenía una corta frase que me heló la sangre al momento: "Carol. Mañana a la noche". ¿Se refería a que ella pretendía atacarme mañana a la noche? Un escalofrío me recorrió la columna.
Volví para merendar con el anciano Papa, hablando de todo y de nada durante una hora más. Cuando acabamos la merienda llegó la Hermana Pecadora, que se quedó sorprendida al vernos hablando cómodamente.
- ¡Hola Hermana Pecadora!.- saludé, levantándome de mi asiento y haciéndole una pequeña reverencia.
- Hoy estás ocupado, ¿eh?.- preguntó ella, mirando a Papa arqueando la ceja.
- Ninguna compañía puede igualar la tuya, querida.- respondió Papa.
¡Vale! Yo sobraba ahí. Me despedí de ellos, llevando el carrito de vuelta a las cocinas sin más percances.

Water POV: Papa llevaba un par de semanas insoportable, sabía que no solamente yo me había dado cuenta de ello sino que también el resto de Ghouls.
Es probable que la frustración sexual y la abstinencia a la que él mismo se estaba sometiendo tuvieran algo que ver. Contuve una pequeña carcajada mientras andaba a su lado junto con Alpha, él nos había llamado a ambos para compartir sus inquietudes respecto a la próxima Luna de Sangre y demás tonterías del Clero.
Iba tan distraído en mis cavilaciones, pensando todavía en el cuerpo de cierta pelirroja bajo el mío, que me sobresalté ligeramente al verla aparecer a unos metros, ella nos vio y se dispuso a dar media vuelta pero Papa la detuvo preguntándole si podían hablar, despidiéndonos a Alpha y a mí.
Tuve una idea maliciosa que me hizo sonreír tras la máscara, hablé con ella con el pretexto del tatuaje y se lo acaricié haciendo que ella se estremeciera a mi toque. Mi entrepierna se despertó al verla así, viendo cómo se sonrojaba al mirarme y saber que Papa estaba echando humo en ese instante solamente me excitaba más.
E iba a cabrear a Papa todavía más, sabía que iba a intentar follársela otra vez en ese momento y que lo haría en su habitación o su despacho, así que lo que yo iba a hacer sería interrumpirlos de nuevo. Tenía la excusa perfecta, saqué mi móvil y llamé a mi padre.
- Hoy vienes por aquí, ¿verdad?.- pregunté sin saludar siquiera.
- Sí, estoy a 5 minutos de ahí aunque no iba a ir hasta más adelante.- contestó mi padre con el mismo tono de voz que yo.
- Ven ahora.- ordené antes de colgar el teléfono.
Justo al colgar vi a la Hermana Pecadora paseando con un par de novicias, ¡mejor imposible!
- ¡Hermana Pecadora!.- la saludé.- ¿No debería estar preparando la llegada del señor Eriksson? Acaba de llamar para informar de que está al llegar.
- ¿Qué?.- preguntó ella, palideciendo sorprendida.
Simplemente me quedé mirándola, no hizo falta repetirme ya que ella se despidió apuradamente de las novicias y salió corriendo dirección al ala este, dirección a Papa y a cumplir con su interrupción.
Apenas era capaz de no reírme ante ello pero mi dicha duró poco, el grupo de Carol pasó por mi lado susurrando entre ellas y parecían emocionadas así que las seguí durante un rato sin que me vieran y capté un par de frases que me pusieron nervioso: "esa zorra pelirroja se enterará" y "mañana a la noche recibirá su merecido".
Ellas dejaron de hablar al ver a Omega por ahí y se separaron, momento que yo aproveché para dar media vuelta y me encaminé al despacho de Papa pero no me hizo falta llegar allí porque vi a Yami ir hacia las cocinas. Cogí un trozo de papel y le escribí una frase corta y concisa mientras esperaba pacientemente escondido tras una columna hasta que ella apareció, la arrastré hasta quedar ocultos de la vista de cualquiera del pasillo y la puse contra la pared.
Ella me miró sorprendida, no asustada y, apenas me di cuenta de lo que estaba haciendo, hasta que me quité la máscara y la besé. ¡Concéntrate! Ella respondió a mi beso metiendo su lengua en mi boca y, ¡joder! Por segunda vez en ese día me provocaba una erección haciéndome gemir de placer. En ese momento ella se separó, su cara pasó por un conflicto de emociones en menos de un segundo, abrió la boca para hablar pero la silencié y le di el papel, no podíamos hablar de eso en voz alta donde cualquiera podía oírnos.

La Orden del GrucifixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora