Dicho esto salí corriendo por el pasillo, dirección a la biblioteca para continuar con mis labores habituales, tenía pensado hacer una travesura alguna de éstas noches, sentía muchísima curiosidad por saber qué había tras esas otras puertas, era parte de la biblioteca, ¿verdad? En la biblioteca había siempre una Hermana de la generación de la Hermana Pecadora, de cuando Papa Emeritus I creó la Orden y ella tenía llave de acceso.
Llegué a la biblioteca preparada para una jornada más, la Hermana estaba sentada en un escritorio con amplios volúmenes de libros para clasificar y colocar en sus estanterías así que me acerqué para ayudarla, cosa que ella apreció.
- Muchas gracias Hermana...- comenzó ella a agradecerme.
- Soy la Hermana Yami, me encargo habitualmente de la limpieza por aquí.- respondí, sonriendo.
- Gracias Hermana Yami, yo soy la Hermana Marge.- se presentó ella.
Cuando acabé de ayudar a la Hermana Marge me puse con mi tarea habitual pero sabiendo donde guardaba ella la llave en su escritorio, solamente necesitaba la oportunidad de que ella lo abandonase un segundo y coger la llave para curiosear.
Papa POV: Sencillamente no pude resistirme, ella me había provocado abiertamente besando al antiguo Papa delante de mí y yo simplemente... ¡Joder! ¿Iba a tener que quitarle a todos de encima? Tuve que besarla. Fue un impulso totalmente irresistible y necesario para dejarle claro que ella era mía. Poseí su boca ávidamente, saboreándola y perdiéndome en ella hasta que el viejo demonio nos llamó la atención. ¡Por Satán! Qué poco me había faltado para perder la cordura.
Ella se marchó corriendo, me relamí para paladear el resto de su sabor y miré a mi predecesor de reojo, el cual estaba claramente divertido por la situación. Él sabía que era ella la que le había salvado la vida aquella vez, sabía cuáles eran mis sentimientos hacia ella y sabía que nos estaba prohibido igual que él también había amado con pasión a la Hermana Pecadora.
- No cometas mis errores.- dijo él, recostándose totalmente en la cama y cerrando los ojos. Dando por finalizado nuestro encuentro. Inspiré por la nariz y salí por la puerta que daba a mis dependencias.
Yami POV: Pasé el resto de la semana tranquilamente, seguí cuidando del anciano Papa por las mañanas hasta el sábado y a las tardes continuaba mis labores en la biblioteca.
En las comidas siempre me sentaba con Sara y Mary, haciendo bromas y hablando de cualquier cosa aunque en ningún momento me atreví a decirles nada acerca del beso con Papa Emeritus III. No era como si las estuviese engañando, simplemente quería mantener ese beso en secreto, dudaba que el anciano Papa dijese algo al respecto.
- Espero que mañana a la noche no estén las ovejas negras en la fiesta.- comentó Mary, apartando su plato de comida.- Últimamente me amargan la existencia.
- ¡Que vengan! Así Yami le puede romper la cara a Carol otra vez.- dijo Sara entre risas.
Eché una carcajada aunque no me había hecho demasiada gracia, sabía que ella se vengaría en algún momento por haberla dejado en ridículo y yo no sabía muy bien qué hacer respecto a ella... Necesitaba saber esa historia que había entre ella y Papa.
Al día siguiente la misa iba transcurriendo como habitualmente, yo evitaba mirar a Papa desde mi sitio en tercera fila (Mary y Sara ahora llegaban super temprano para estar siempre en las primeras filas) y estaba distraída en mis propios pensamientos sin hacerle demasiado caso.
- Antes de despedirme de vosotras con nuestro rezo, quisiera comentar algo serio.- continuó Papa con su discurso y atrajo mi atención, levanté la mirada.- Sé que hay algunas Hermanas que todavía no habéis pasado por el confesionario y esa es una acción necesaria en esta Orden, así que me gustaría que aquellas que todavía no se hayan confesado se animen a levantarse ahora mismo.
Dicho esto Papa me miró directamente a mí, ¿yo? ¿En serio? ¡No, no! Desvié la mirada y me hice la loca. Escuché un murmullo a mi espalda, una Hermana que estaba atrás del todo se levantó, Papa la miró y asintió.
- Muy bien Hermana.- dijo él tranquilamente volviendo a posar su mirada en mí.- ¿Alguien más?
¡Mierda! Me mordisqueé el labio mientras me debatía pero, finalmente e incapaz de aguantar su pertinaz mirada sobre mí, me levanté.
- Bien, levantaos las demás.- animó Papa moviendo los brazos en derredor.- Recemos juntos.
"Our father
Who art in Hell
Unhallowed be thy name.
Cursed be the sons and daughters
Or thine Nemesis.
Whom are to blame
Thy kindom come.
nemA."
- ¡nemA!.- repetimos todas a coro.
Miré a Mary y Sara suplicándoles con la mirada que no se fuesen pero ellas salieron escopeteadas de la capilla antes de que pudiese decir nada o escapar con ellas.
- Hermano Alpha.- dijo Papa poniendo su mano en la espalda de Alpha y miró a la Hermana.- ¡Por favor, ve al confesionario con nuestra Hermana...!
- Hermana Kate.- murmuró ella, tímida y sin mirarlos.
- Con nuestra Hermana Kate mientras yo escucharé a la Hermana Yami.- comentó él, dirigiéndose a un confesionario y entrando en el interior sin mirar atrás.
Miré a Alpha que se encogió de hombros mirándome mientras guiaba a la Hermana Kate a un confesionario del otro lado de la capilla.
La tentación de salir corriendo era bastante poderosa pero no quería hacer enfadar a Papa así que lo seguí a regañadientes al confesionario, tomé una bocanada de aire y entré en la puerta contigua.
- ¡Hail Satan, nostro dis patter!.- murmuré sentándome en la angosta cabina.
- ¡Hail Satan, Hermana!.- dijo Papa en respuesta, abriendo la cortina que separaba ambos cubículos pero que seguía dividida por la rejilla de madera.- Te resistías a confesarte, ¿huh?
- Confieso que nunca me he confesado.- dije sin pensar, conteniendo una sonrisa en mis labios.
Una carcajada baja por parte de Papa me hizo mirar hacia él, podía discernir su perfil a través de la rejilla con facilidad y vi que negaba con la cabeza, como dándome por un caso perdido.
- Entonces creo que estaremos aquí un rato.- dijo él en respuesta.- Háblame de ti, tu vida antes de la Orden.
Noté como la sonrisa desaparecía de mi cara, miré al frente y agarré el Grucifix como un talismán protector, había cogido la costumbre de acariciar el frío metal cuando me sentía nerviosa o preocupada.
- Hmmmm... Parece que te cuesta, lo entiendo, empezaremos por algo sencillo. ¿Qué eras antes de llegar aquí?.- preguntó Papa, pude ver por el rabillo del ojo como él se giraba para mirarme.
- Yo...- carraspeé, incómoda y apreté el Grucifix con fuerza. Suspiré.- Yo estudiaba para ser médico.
- Estudiabas para ser médico, es una carrera difícil.- comentó Papa.- ¿Trabajabas aparte de estudiar?
- Sí, algunas noches trabajaba como camarera en el bar Heavy de un amigo.- respondí comenzando a relajarme. Al fin y al cabo, estaba hablando con él.
- Un bar Heavy, como no.- comentó con tono de voz divertido. Abrí la boca para preguntar por esa afirmación pero él continuó.- ¿Y acabaste la carrera?
Mi corazón se saltó un latido, mi respiración comenzó a acelerarse previniendo lo que me iba a preguntar pero me obligué a responderle.
- No.- contesté, tragando saliva con dificultad.
- ¿Por qué no? ¿Qué ocurrió?.- preguntó él, claramente curioso.
- Porque...- comencé a hablar pero me faltaba la respiración, noté como una lágrima caía por mi mejilla, me esforcé por continuar pero no podía, no podía respirar. ¡TENGO QUE SALIR DE AQUÍ!
Me levanté corriendo, crucé la capilla al trote, oí como Papa me llamaba pero no me detuve hasta haber atravesado las puertas. Necesitaba escapar, apenas podía respirar y mi habitación estaba demasiado lejos; vi un árbol grande a pocos metros y corrí a él, encaramándome en las ramas y subiendo rápidamente hasta una gran rama gorda donde me senté para coger aliento. Desde mi posición pude ver como Papa salía de la capilla, buscándome pero, al no verme, se pasó la mano por la cara diciendo algo que no pude escuchar y volvió a entrar, cerrando las puertas.
En ese momento, estando a salvo, comencé a llorar como hacía tiempo que no lloraba. Había tenido otro ataque de pánico, ¡delante de Papa! Y había huido de él, ¿cómo iba a poder mirarlo a la cara ahora? No podía. Me hice un ovillo en la rama y lloré todavía más.
Pasaron muchas horas antes de que pudiese parar, en algún momento incluso me dormí, ya era noche cerrada cuando recobré la consciencia y, con el corazón apesadumbrado, llegué a la conclusión de que tenía que irme de la Orden.
La mayoría estaría ahora en la Fiesta Carnal, así que aproveché para bajar del árbol y rodeé todo el convento hasta llegar a las ventanas de los dormitorios, no tuve demasiado problema en escalar la rugosa pared con cuidado hasta llegar a mi ventana abierta. Me cambié a mi ropa de calle, siendo incapaz de dejar el Grucifix atrás y, con mi mochila, volví a salir.
Unos 10 minutos después volvía a estar junto al árbol de la capilla, bajando por la cuesta de acceso mientras pensaba qué le iba a decir a las dos personas que custodiaban la entrada, el muro era demasiado alto como para saltarlo.
Un movimiento en la oscuridad me hizo paralizarme, miré hacia el movimiento y de entre los árboles del camino emergió Papa. Noté como las ganas de llorar volvían y me mordí el labio con fuerza suficiente como para hacerme sangre.
- ¿Ibas a irte sin despedirte?.- preguntó Papa. Se acercó hasta que hice ademán de huir, entonces se paró en seco.- ¡Yami! ¡Por favor!
Me quedé quieta en el sitio, noté la desesperación en su voz y eso me dejó atónita, ¿por qué me detenía?
- Yo... No... No estoy preparada para...- comencé a decir pero me interrumpió, acercándose rápidamente y abrazándome.
Me pegó a su cuerpo con fuerza, su aroma a incienso me envolvió como un manto cálido y comencé a llorar de nuevo, incapaz de expresarme, lo abracé con la misma fuerza que él me sujetaba a mí.
Las piernas me fallaron, él se arrodilló a mi lado sin dejar de abrazarme, con mi cabeza pegada a su pecho mientras susurraba palabras tranquilizadoras pero no fue eso lo que me sosegó, lo que me calmó fue oír los latidos de su corazón y arrullada por su voz logré dejar de llorar. Nos quedamos así durante tanto rato que perdí la noción del tiempo, me dolían las piernas de la postura pero no me atrevía a moverme.
- ¿Papa?.- dudosa llamé su atención y él se separó unos pocos centímetros.
- No te vayas, Yami.- me pidió él, paseando sus ojos por mi cara como intentando memorizarme.- No volveré a presionarte, ¿vale?
Asentí con la cabeza, noté como su cuerpo se relajaba y me acarició suavemente la mejilla con su guante.
- Entonces te acompañaré a tu habitación para asegurarme de que no escapas, ¿sí?.- dijo él, notando su aliento contra mi cara y sonreí un poco.
- No escaparé.- le aseguré.
Él se levantó, ayudándome a mí también y anduvimos en silencio hasta llegar a mi habitación. Cuando nos detuvimos ante mi puerta él cogió mi mano, comenzó a acariciar mi palma con su pulgar con tal suavidad que me hizo estremecer y descubrir que había una línea directa que conectaba ese punto con mi epicentro. ¡Joder!
- Buenas noches Papa.- susurré con voz débil, lo miré a la cara y me dio la impresión de notar un brillo divertido en su mirada.
- Buenas noches Yami.- murmuró Papa, besándome ligeramente en los labios antes de irse a su propio dormitorio, dejándome pasmada viendo cómo se iba.
- Vas a volverme loca.- dije en voz baja, entrando en mi habitación.
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La Orden del Grucifix
FanficFanfiction. OC/ Papa Emeritus III. La historia nos narra como Yami, una chica espontánea y normal, se ve de repente en una mala situación. Al conocer al Papa Emeritus III y sus Nameless Ghouls todo su mundo se vuelve patas arriba.