Papa

152 10 0
                                    

Pocas veces más vi a Papa esas semanas, solamente durante las misas negras pero él no volvió a aparecer por ninguna "orgía" posterior, para lamento de muchas hermanas (y mío no voy a mentir).
Las misas se habían vuelto algo más normalillas, solamente recitando textos satánicos y cosas así.

En algunas ocasiones me daba la impresión de que Papa me miraba con más frecuencia que a todas las demás pero no sabría decir si solamente era por mis propios anhelos o a saber. Lo que sí pude confirmar con gozo egoísta fue que, cuando Papa nos besaba la mano, pasaba un segundo más en contacto conmigo (lo que conllevaba a que Sara y Mary se metieran conmigo de alguna manera obscena).
- Sois unas jodidas envidiosas.- les respondí, ya harta de que siempre estuvieran con la misma historia.
- Siis inis jididis invidiisis.- me imitó Mary con una mueca graciosa.
- Pues sí, lo somos.- admitió Sara, riéndose por la tontería de Mary.- Pero yo ya sabía que le ibas a gustar a Papa. ¡Te lo dije!
- No tengo ni idea a qué os referís, en serio, si nunca he hablado con él.- gruñí en alto, pasándolas de largo y seguí caminando, girando la cabeza para mirarlas por encima del hombro.- ¡Os equivocáis completamente!
De repente, choqué contra algo duro que me hizo perder el equilibrio pero no me caí de culo porque unos brazos me sujetaron y un olor a incienso me embargó haciendo que levantase la mirada para encontrarme de frente un ojo esmeralda y otro con lentilla blanca. ¡Joder! Solté aire de golpe y me quedé pasmada mirándolo.
- ¡Oh, vaya! Nosotras nos vamoooos.- escuché como decía Mary ante las quejas de Sara, que quería quedarse a curiosear.
Reaccioné parpadeando rápidamente, mis mejillas enrojecieron violentamente e hice ademán de separarme pero Papa seguía sujetándome con suavidad por mi antebrazo. ¡Mierda! Seguro que estaba enfadado conmigo por chocar así contra él. ¡Que Satán me ayude!
- ¡Lo siento mucho Papa!.- exclamé, bajando la mirada rápidamente en señal de respeto.- No iba mirando por donde andaba y...
- Tranquila, no ha pasado nada malo, ¿verdad?.- su habitual acento, denso como la noche, me ponía la piel de gallina.
- ¿No?.- cuestioné, sin dejar de mirarme los pies.
- No.- confirmó Papa, ante lo cual sentí una ola de alivio.- Aunque me temo que no tengo el placer de que nos hayan presentado formalmente pero he de confesar que te he visto entre mis queridas fieles a menudo.
¿Me había visto? ¿A menudo? Mi corazón comenzó a latir desbocadamente por los nervios, él estaba ahí sujetándome del antebrazo tan cerca que si quisiera podría tocarlo yo a él...
¡Para ya, Yami! ¡Te ha visto porque estás en primera fila en las misas! Me pegué un bofetón mentalmente y levanté la mirada un poco, ahora mis ojos estaban a la altura de su cuello, el cuál descubrí que también era máscara de látex.
- Llevo aquí poco tiempo, Papa.- murmuré, respirando hondo para tranquilizarme y decidí presentarme.- Mi nombre es Yami.
- Es un placer Yami.- respondió él, arrastrando su mano por mi brazo hasta cogerme la mano y besarla justo como hacía en las misas.
¡Ay, Satán! Un involuntario escalofrío de placer me recorrió, casi jadeé ante su contacto y lo miré fijamente a los ojos, anonadada.
- ¡Papa!.- una voz masculina me sacó del embrujo y carraspeé, bajando la mirada de nuevo y poniendo en orden mis pensamientos.
Giré la cabeza para ver que se acercaba un Nameless Ghoul, era de complexión ligera, casi afeminada bajo el uniforme, su símbolo era el triángulo hacia abajo: Water. Era uno de los totalmente desconocidos para mí, aunque sí que lo había visto en las orgías disfrutando de muchas atenciones cariñosas. Y, definitivamente, era un hombre.
- Discúlpame querida, he de irme.- se disculpó Papa , apretándome un poco la mano.- Pero antes me gustaría decirte que, personalmente, espero que te confirmes en la Orden.
Dicho esto me guiño su ojo verde, soltándome la mano y se encaminó hacia Water, poniendo un brazo sobre sus finos hombros y comenzando a hablar con él de algo mientras lo dirigía a otro lado del pasillo, aunque el susodicho Ghoul siguió mirándome hasta que desaparecieron por una esquina.
Sé que debí de quedar boquiabierta casi un minuto entero antes de que mi cerebro comenzase a funcionar correctamente otra vez aunque no pude calmar durante el resto del día fue a mi alocado corazón y pensar en la fiesta carnal de la noche que tampoco me ayudó demasiado.

En la fiesta estábamos, como siempre, en una esquina Mary, Alpha, Sara, Earth, Omega y yo y, como siempre, comenzábamos hablando de cosas hasta que alguno o alguna se empezaba a poner demasiado cariñoso y acabábamos quedándonos solos Omega y yo.
Él nunca había hecho nada para intentar acercarse sexualmente a mí y yo se lo agradecía en el alma. Para mí Omega era un amigo quizás un poco cariñoso de más, pero un amigo al fin y al cabo. Ya me había acostumbrado a que siempre me acariciase el pelo o los hombros y mentiría si no hubiese pensado en acostarme con él alguna vez pero siempre lo había descartado ya que no me apetecía perder su amistad por un polvo.
- Omega llamando a Yami.- su voz me trajo al presente y vi cómo estaba paseando su mano a unos centímetros delante de mi cara.- ¿Te desconectaste otra vez? ¿Tanto te aburro?
- No, perdona Omega, jajaja.- le respondí con una carcajada.- Estaba sumida en mis pensamientos.
- Aún no me has contado qué te pasó.- comentó Omega, cogiendo mi mano y dándome un apretón.- Me preocupas cuando veo que te quedas con la mirada perdida y no soy capaz de hacerte regresar.
De repente, sentí como si casi no fuese capaz de respirar, así que me levanté como un resorte, soltando su mano y salí de la sala, ignorando como él me llamaba.
No paré de correr hasta que llegué al jardín, al aire libre, donde respiré agitadamente grandes bocanadas de aire que lograron calmarme poco a poco. ¡Vale, tranquila, solamente había sido un pequeño ataque de pánico!
- Lo siento Yami.- escuché la voz de Omega a mi espalda.- No quería presionarte para que huyeses de mí de esa manera.
Me giré para mirarlo a la cara, estaba a un par de metros de mí, dándome espacio. Suspiré y me acerqué a él.
- No ha sido culpa tuya grandullón.- me disculpé, mirando al suelo avergonzada por mi reacción.- Simplemente es que mi cabeza es una jaula de grillos.
Omega hizo ademán de acercarse pero se quedó totalmente quieto, cosa que me extrañó y levanté la mirada pero sus ojos estaban fijos en algo a mi espalda.
- ¡Oh, Hermano Omega! Me alegro de encontrarte.- el suave y denso acento de Papa rompió el silencio.
Ahora fue mi turno para quedarme quieta como una estatua, vi como emergía desde mi izquierda y se colocaba al lado de Omega antes de hacerme una pequeña reverencia con la cabeza a la que respondí automáticamente. ¿Habría escuchado nuestra conversación? Por Satán esperaba que no... ¡Oh, mierda! ¿Y si se hacía una idea incorrecta de mi relación con Omega?
- Mi querida Hermana Yami, ¿te importa que te lo robe un momento?.- preguntó Papa sin mirarme, haciendo un gesto de la mano para disculparse por la interrupción.
¿Hermana Yami? Esa familiaridad que sentí que tuvo conmigo a la mañana se había esfumado y el tono frío con el que me habló en ese momento me provocó una ligera punzada de dolor.
- No, no me importa, Papa.- contesté, recomponiéndome rápidamente e inclinando la cabeza en gesto de despedida.- ¡Buenas noches Hermano Omega! ¡Buenas noches Papa!
Dicho esto salí como un cohete hasta llegar a mi habitación, una vez allí me metí bajo las sábanas y unas amargas lágrimas picaban en mis ojos. ¿Por qué quería llorar? ¿Por qué me había dolido cuando Papa ni siquiera me miró? La respuesta era tan sencilla que no estaba dispuesta a admitirla: estaba enamorándome de Papa.
Sabía que no era la primera hermana en hacerlo, ni sería la última. Así que tendría que aguantarme, recomponer el desastre que era mi mente y mirar hacia delante.

Papa POV: La mayoría de la Orden estaba en la fiesta semanal del Gran Salón mientras yo paseaba por los jardines, hacía un par de semanas que no me apetecía estar allí con todas las Hermanas mientras yo no era capaz de pensar en otra cosa que en Yami, no sabía muy bien qué hacer al respecto... En ese momento, como invocada por mis pensamientos, entró corriendo a los jardines, parecía que estaba asustada o nerviosa. Ella paró de correr casi en medio del jardín respirando agitadamente y vi como Omega la seguía a pocos metros. Mi Ghoul mano izquierda en la Orden parecía haberle cogido mucho cariño en las pocas semanas que ella llevaba con nosotros, vi como hablaban un poco mientras yo me debatía entre interrumpirlos o no. Al final interferí, ligeramente molesto por esa sensación de camaradería que parecían compartir, yo también deseaba estar cerca de ella como ahora lo estaba él. Tendría que mantener una charla con Omega acerca de Yami y lo que les había oído hablar, ¿acaso estaba enferma?¿Qué le había pasado? 



La Orden del GrucifixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora