2. BIENVENIDOS A STANFORD.

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CALVIN

—No puedo creerlo... estás tan grande —mamá cubre su boca con una mano, aguantando las ganas de llorar.

Suelto una risotada mientras bajo las escaleras hacía el primer piso con una maleta enorme. Mamá está viviendo ese momento en el que su único hijo varón y el más grande está a punto de dejar la casa e irse a la Universidad. Y está dramatizando. 

Como siempre.

—Mamá, no vayas a llorar —digo dejando la maleta en el suelo y acercándome a ella para darle un abrazo. Rodea mi cintura con sus brazos y mete la cabeza en mi cuello—. Estoy a solo dos horas de aquí, no es como que me vaya al otro lado del mundo.

—Pero ya no estarás en casa, eso me parte el corazón —se separa de mí, para luego limpiar unas lagrimas que se resbalaron por sus mejillas.

—Vendré a menudo —me limito a contestar.

Luego de una larga despedida con mamá y Laila, mi hermana, por fin puedo salir de la casa. Debo admitir que siento un revoltijo en mi estomago de pensar que las voy a dejar solas, aunque le diré a Ryan que venga a verlas de vez en cuando, no es lo mismo que cuidarlas por mi cuenta. 

Me emociona el hecho de ir a la Universidad y estudiar lo que amo: Derecho. Pero más me emociona compartir esta experiencia con Megan. Es un milagro que a ambos nos aceptaran en la misma Universidad, no sé que habría hecho si nos tocara separarnos. 

Es mi mejor amiga, la conozco desde hace años. Es la única que me conoce de verdad, incluso más que mi propia familia. Ella es mi familia, mi hermana. 

Me detengo frente al enorme edificio Warren's y hago sonar dos veces el clapsop. El padre de Meg, el Señor Hall, dirige una de las constructoras más prestigiosas del país. Y aunque eso le cuesta gran cantidad de su tiempo, puede darse lujos como vivir en el mejor edificio de la ciudad.

Gracias a eso pudimos hacer la mejor fiesta de despedida. Tuvimos la gran suerte de que el Señor Hall se quedará en el trabajo prácticamente toda la noche, por lo que alcanzamos a limpiar y salir del edificio sin que se enterara.

En cuanto me ve, el celador levanta el dedo pulgar, yo lo saludo desde la ventana de mi auto con un simple ademán. Luego se adentra para llamar al apartamento de Megan y avisarle que llegué. La cuál no tarda mucho en bajar, acompañada del asistente de su padre, quién le ayuda a cargar unas cuantas maletas. 

Tiene un gorro negro, una camiseta del mismo color que deja ver su ombligo, los jeans más apretados que vi en mi vida y una camisa a cuadros enrollada en su cintura.

Abro la puerta y me bajo, hasta quedar frente a ella.

—¿Cuánto llevas esperando? —pregunto acercándome para darle un beso en la mejilla.

—Siglos, pero era lógico que no ibas a llegar puntual —bromea. Le regalo una mirada de pocos amigos mientras le recibo la mochila en su hombro, la cuál me entrega sin negarse. Abro el baúl de mi camioneta y tanto el asistente de su padre como yo acomodamos las maletas. 

Una vez terminamos me despido y doy la vuelta, subiéndome en el asiento del conductor. Megan ya está adentro, a mi lado. 

Pongo las llaves, pero no arranco. 

—¿Estás lista para esto? —pregunto recostando mis brazos en el manubrio. Sus comisuras se elevan hasta mostrar su blanca sonrisa.

—Más lista de lo que estuve en toda mi vida. 

MEGAN

El camino a Stanford fue más rápido de lo que pensé. Hablamos de todo lo que pudimos... Calvin me contó como la Sra. Smith no quería dejarlo salir de casa sin desayunar, por lo que tuvo que esperar a que prepara la comida, luego comer, y ahí si logró salir. Eso explico el por qué de su retraso para ir a recogerme. Yo me desahogué con él contándole que papá no fue a despedirse de mí, sino que mando a su asistente con una tarjeta de crédito para el semestre y se excuso diciendo que "tuvo problemas en la oficina". Iba a echarme a llorar, pero Calvin dijo que no valía la pena arruinar un día tan perfecto.

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