CAPÍTULO 14. DOLOR

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KIM

Estornudo por décima vez, estar enferma es horrible, he tenido que faltar al trabajo y eso me ha retrasado bastante, pero debo confiar en que mis asistentes harán lo mejor posible.

Eso al menos me tranquiliza.

Observo mi habitación, se ve tan oscura y sin vida. Debe ser la enfermedad, he tenido que tener a Juaquín alejado de mí porque no quiero y se enferme, bueno, ninguno de mis hijos.

Gracias a Dios la niñera los quiere demasiado como para no apiadarse de mí en estos momentos. Y los niños entienden que su madre está así.

Limpio mi nariz y me acomodo mejor en la cama. El médico que ha dado dos días de baja, además de que me ha inyectado alguna medicina, y claro, debo tomar muchas pastillas.

Cierro mis ojos sin darme cuenta de que me había quedado dormida por algunas horas, me levanto con el sonido de mi puerta siendo abierta; era mi hermana.

—¿Todo bien?

—Estás horrible.

—Bueno. Gracias.

—Kim, de verdad luces más. No es por ser mala, te ves realmente enferma.

—Bueno, me siento mejor de lo que estaba.

—¿Quieres que me quede?

—¿De verdad?

—Sí, Juaquín me necesitara.

—Gracias.

—Iré por algo de sopa, mientras tanto cuídate.

Mi hermana sale de mi habitación, yo apenas y puedo mantener mis ojos abiertos. Odiaba la gripe, era de verdad horrible, incluida sus síntomas.

******

—¿Kim?

Esa voz...

Abro mis ojos despacio, mi habitación estaba a oscuras, apenas y veía a silueta de Dean. Me acomodo me mejor manera y enciendo la luz.

Dean me abraza, luego besa mi frente. ¡Dios! Lo necesitaba tanto, lo extrañaba sin saber que eso era posible.

—No contestas tu teléfono.

—Lo lamento. Me quede dormida.

—¿Cómo estás?

—Es un virus, nada grave, pero tenía mucha fiebre y dolor de cabeza.

—Lo noto. ¿De verdad estás bien?

—Sí, ya me siento mejor.

—No quiero que mañana te preocupes por las juntas. Margaret ha realizado un buen trabajo.

—Lo sé, confió en ustedes.

Dean acomoda mis almohadas; vuelvo de nuevo a la cama. Mi hermana abre la puerta de mi habitación, lleva con ella una bandeja con comida y la deja ahí.

—Vamos. Cenemos.

Dean come el sándwich que han hecho para él, y yo agarro el tazón de sopa. Mientras cenamos conversamos sobre los últimos problemas de la empresa. No sé qué tiempo es el que pasamos sino hasta que mi hermana me informa que los niños quieren despedirse de mí. Cubro mi boca con una mascarilla y salgo para conversar con ellos. Podía parecer una exagerada, pero si a una madre le gusta ver a sus hijos enfermos, entonces no sé qué pensar. Verlos tan débiles y que tú no puedas hacer nada es lo peor del mundo.

Cuando me despido de todos ellos, mi hermana se encarga de hacer dormir a Juaquín, y luego se despide de nosotros para ir a la habitación de invitados.

—¿Todo bien con los chicos?

—Sí, no les pude dar su beso de buenas noches, pero cuando esté bien se los triplicaré.

—Te ves cansada, Kim. Debes dormir.

—Pues sí, pero quiero estar un momento más contigo.

—Bien.

Sonrío cuando Dean se quita sus zapatos, medias, su leva y pantalón, luego se coloca a mi lado, enciendo la televisión y pongo alguna película que llama nuestra atención, me refugio en el pecho de Dean mientras él soba mi cabello, no sé en qué momento caigo dormida, solo sé que despierto y veo a Dean en un sueño profundo, decido acomodarlo de mejor manera y apago la Tv.

******

—¿Mamá qué hace ese señor en tú cama?

Abro los ojos asustada. ¡Dios! Lo olvidé por completo, los ojos de mi hermana se conectan con los míos. Joshua sigue esperando una respuesta.

—Cariño...

No sé qué decir.

—¿No tenía casa?

—Aja.

—Puedes decirle que se quede en mi cuarto.

—Joshua, tú mamá está enferma. ¿Quieres tener gripe?

—¡Ah! Él también es médico. Diego, mamá tiene un médico...—Mi hijo sale corriendo de la habitación y yo me quedo muda.

—Solo... cierra la puerta la próxima vez.

—Lo tomaré en cuenta —susurro sin saber lo que ha pasado.

—¿Se ha ido? —menciona Dean con los ojos cerrados.

—¿Estabas despierto?

—No supe qué decir.

—Somos dos.

Sus hermosos ojos se abren. Luego me mira y besa mi mejilla.

—No supe en que momento me quede dormido.

—Bueno, has sido un excelente compañero, duermes muy bien.

—Tengo miedo salir y que tus hijos quieran matarme.

—Eres mi médico, ¿lo recuerdas? Debes informarles mi estado de salud.

—Uy, ese es muy bueno —dice coqueto.

—¡Dean!

—Solo digo la verdad. —Trata de besarme pero lo evito.

—No quiero te resfríes también.

—Está bien. Cuando estés bien, quiero mi dosis de besos.

—Así será.

Dean sin prevenirlo, agarra mi mentón y me acerca a él, luego me besa con furia.

—¡Mentirosa! ¡Mentirosa! ¡Eres una mentirosa!

Me alejo de él, luego un dolor se expande cuando veo los ojos de Diego llenos de lágrimas.

————

¡Ups! 

JEFE, QUÉDESE CON NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora