CAPÍTULO 24. EN CASA

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KIM

Olivia era hermosa, verdaderamente hermosa. Mi hija era algo pequeña en comparación de mis otros hijos, sin embargo su pequeño rostro hacia palpitar mi corazón con fuerza.

—Te amo, bebé.

Olivia se remueve en mis brazos, yo no dejo de besar su rostro ¡Huele delicioso!

Mi hermana deja mis cosas en la lavadora, yo camino a mi habitación y me recuesto junto a ella en la cama. Mis hijos seguían en la escuela, y Juaquín estaba con la niñera en el parque.

—Prepararé algo de comer —dice mi hermana.

—Gracias.

—¿Quieres conocer a tus hermanos? —sobo las mejillas de mi niña, ella suspira pero no abre sus ojos. Con cuidado me levanto de su cama y alisto algo de ropa para mí. El dolor de la cesaría era molesto, pero debía seguir. Mis hijos me necesitaban.

Agarro una pijama de seda de dos piezas, con la lactancia debía buscar algo sencillo y rápido para alimentar a mi hija, esta tenia botones y así me facilitaba el trabajo. Me desvisto en la ducha y dejo que el agua me refresque un poco, seco mi cuerpo y unto la crema que el médico me ha recomendado.

Salgo del baño luego de cepillar y secar mi cabello. Olivia estaba mirando todo con mucha calma.

—Hola. —La levanto en mis brazos, es entonces cuando mi hermana me llama. Agarro a mi hija mientras camino a la cocina. Olivia busca desesperada mi pecho, ella comía mucho más de lo habitual. Me siento en uno de los grandes sillones, descubro mi pecho para que ella lacte, mi hermana me pasa un plato de vegetales, pollo y un poco de fideo. Empiezo a comer despacio.

—Los niños están por llegar.

—Muero por verlos. Los extrañé mucho.

—Ellos igual, sabes que Juaquín está hablando demasiado. Parece un loro.

—Es que quiere repetir cada cosa que dicen.

—Pues sí, es un hermoso.

Mi hermana me quita a mi niña para sacarle los gases, es entonces cuando la puerta se abre e ingresa mi hijo menor con su niñera. Sus ojitos se agrandan, al verme corre hacia mí y me abraza.

—Te extrañe, cariño.

—Bebé —chilla feliz. Me señala a su hermana y salta emocionado.

Mi hermana la presenta ante él.

—Dale un beso.

Juaquín besa su frente y le acaricia con delicadeza.

—Iré a veros. El recorrido acaba de dejarlos aquí —menciona la niñera y sale a recibir a mis hijos.

—¡Yo primero!

—¡Yo!

Ellos ya se encontraban peleando desde ya.

—¡Mamá!

—¡Oli!

Mis dos hijos corren hacia mí y me abrazan. Beso sus cabezas y susurro cuanto los amo. Luego se acercan y conocen a su hermana. Juaquín tenía su pequeña manito enredad en la de ella. Mis hijos mayores no dejan de hablarle hermoso, yo los veo feliz y una lágrima cae de mi ojo.

Ellos estaban igual de emocionados que yo misma. No podía pedir nada más que eso.

******

—¿Te duele la pancita, mami?

JEFE, QUÉDESE CON NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora