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Ha pasado casi una semana desde que me encontré con ese adorable niño en el parque estando con Ninu, y en todo ese tiempo, no he podido quitarme de la cabeza (ni del cuerpo), la extraña sensación que tuve al momento de girarme y ver a esa persona en el lugar de Ritzu cuando me estaba yendo. No vi su cara, no pude porque el sol tras su espalda le hacía una sombra bastante obscura, lo suficiente como para ocultar sus rasgos por completo de mis ojos, pero eso no quiere decir que no lo sentí, porque juro que fue casi táctil lo que causó mi escalofrío, aunque no lo puedo explicar del todo. 

En fin, las clases han estando pasando y me he ido adaptando a la exigencia; ahora entendiendo el por qué de tanta preparación en los años previos al inicio de mi carrera. Por hoy mis horas de estudios dentro de la universidad terminaron, por lo que estoy en casa por salir a entrenar un rato. Esta vez, Ninu no vendrá conmigo porque se fue con mi Nana a la veterinaria a controles, así que solo soy yo y mi ejercicio diario. 

Sentada en la cama, me ajusto el último nudo de mis zapatillas de correr y bajo las escaleras para salir de casa, estirar y empezar a correr. Con la música de Bonnie Tyler: One Way or Another, avanzo por las calles a buen ritmo, sintiendo la sangre corriendo por mis venas cada vez más rápido, haciendo que mis músculos se exijan y quemen, tal y como me gusta. Me encanta la música de las décadas pasadas, haciendo que mi lista de reproducción para ejercitarme se base en cantantes como la antes nombrada, Joan Jett, Cindy Lauper, etc., todas canciones movidas y que resuenan en los oídos, haciendo que sea más sencillo seguirlas. 

No sigo realmente ningún camino, solo voy corriendo por las calles, admirando el paisaje a mi al rededor y, antes de darme cuenta, ya estoy en le mismo parque de la semana pasada, mas esta vez no veo al pequeño de Ritzu, no hay casi nadie y me apena un poco, me había caído bien. En fin, suspirando, sigo corriendo, pero hay algo diferente: antes, estaba todo bien, la gente me veía pasar y me observaban momentáneamente, sin embargo, ahora siento como una mirada constante y penetrante sobre mí. Sé que es ridículo, ¿quién podría querer mirarme? No tengo nada especial, solo soy una chica corriendo y ya, no obstante, ahí está esa sensación, insidiosa y permanente.

Intento deshacerme de lo que sea que sea lo que me pasa, pero no lo consigo y se está volviendo insoportable. Molesta, decido tomarme un minuto y me adentro en un pequeño almacén para comprar una botella de agua. Antes de mí hay un par de personas más que esperan para hacer su compra, por lo que aprovecho para tomarme el pulso y regular nuevamente mi respiración, la cual se me había acelerado al distraerme con la molestia que venía sufriendo. 

La puerta suena nuevamente con su campanita, anunciando el paso de un nuevo cliente dentro del local; no le presto mucha atención, por lo menos no hasta que vuelvo a sentir esa mirada pesada sobre mí, lo cual me hace girarme y, lo que me encuentro, me deja prácticamente sin aliento. Eso ojos... Frente a mí, junto a la puerta de entrada, hay un chico al que jamás he visto, pero que tiene un aire familiar, que podría ser considerado un ángel o un demonio por lo hermoso que es: cabello largo casi blanco, como plateado, ojos de un azul grisáceo profundo, alto y enfundado en ropa semi-formal, o sea una americana informal negra abierta, una camisa blanca con los primeros dos botones sueltos, pantalón a conjunto con la americana y zapatos negros brillantes. Juro que parece de novela, sin embargo, una ligera brisa de la puerta aún abierta, hace volar algunos mechones de su larga melena, dándole un aire delicado.

 Juro que parece de novela, sin embargo, una ligera brisa de la puerta aún abierta, hace volar algunos mechones de su larga melena, dándole un aire delicado

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Promesas en el tiempo. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora