3🌸

370 23 12
                                    

Son la una de la mañana y yo intento estudiar, y sí, dije intento, porque por más que me esfuerzo porque mañana tengo un examen, no logro concentrarme como debería y me estoy frustrando. Me pasé tres años haciendo esto mismo para poder entrar a la Ecole, es ridículo que ahora no pueda, y todo por ese par de ojos azulgrisáseo. ¡MALDITO TOMOE!

Desde el momento en que se fue caminando por la calle de lo más tranquilo luego de nuestro encuentro, no he podido sacármelo de la cabeza y ya pasaron dos días, esto es absurdo. Anulada, gruño y decido darme una ducha caliente para relajarme, o quizás sea mejor un baño en la tina. Opto por la segunda opción y dejo todos los papeles y demás y enfilo para el baño, abriendo las canillas para el punto de temperatura perfecto del agua, echo sales con olor a cereza y espero a que se llene.

Adoro las cerezas, son mis frutas favoritas, y también los cerezos, son hermosos y sus flores, aunque no despiden perfume, son simplemente magníficas, me encantan. Son mis preferidas, más que las rosas o jazmines o cualquier otra, las amo, al punto de que, cada año que puedo, asisto al festival español de "El Cerezo en Flor", que se realiza en el "Valle del Jerte".

Una vez que el agua está lista, cierro las canillas, me desvisto y me meto en líquido caliente, el cual, en cuanto entra en contacto con mi piel, relaja mis músculos, dejándolos como gelatina y me hace suspirar de gusto. Disfruto de los placeres simples de la vida: una taza de té caliente y dulce, una tarde de lluvia, un buen libro... por eso mismo es que esto es tan perfecto para mí en este momento y no necesito más para volver a sentirme yo, a sentirme renovada.

La temperatura está perfecta, ideal para quedarse un ratito aquí dentro, por lo que decido simplemente dejarme ir y gozar del momento. Antes de meter las manos también y quedar casi completamente sumergida, estiro un brazo, tomo mi teléfono y pongo un poco de música de piano para que esté de fondo. Esa música la grabé yo hace algún tiempo, una canción cuyo nombre jamás supe, pero que mi madre solía tocar para mí cuando era apenas una niña. Siempre ha estado en mi mente y por eso es que aprendí a tocar el piano, solo para poder reproducirla yo misma. Cada vez que las notas suenan, siento que vuelvo al pasado, a su lado, que ella sigue aquí y que el tiempo no ha pasado, que vuelvo a ser una pequeña sentada en sus piernas, la cual sigue con sus ojos, los movimientos de sus dedos al presionar cada tecla de marfil y ébano. En cuanto empieza a sonar, lo dejo en un costado, sumerjo el brazo por completo y el ambiente se vuelve óptimo.




No sé cuánto tiempo llevo aquí, me siento lánguida y creo que me quedé dormida, sin embargo, el agua no está fría, sigue caliente, ¿habrán sido solo cinco minutos? Lentamente, aún con la pesadez propia de quien acaba de despertarse, abro los ojos y observo mi entorno, asustándome al darme cuenta de que no es mi baño donde me encuentro, sino en un lugar que jamás he visto. Las paredes son de madera, al igual que los pocos muebles que hay acomodados por la estancia; una puerta-ventana está frente a mí y, a través de ella, puedo ver las montañas nevadas y un jardín lleno de vida. Es de noche, la luna brilla en lo alto entre las simas de los montes que se alcanzan a atisbar en el horizonte y las estrellas la acompañan, pintando un paisaje casi idílico de paz y belleza.

-¿Lo estás disfrutando?

Estoy tan compenetrada en las vistas, que no noto a la persona que habla, hasta que se hace notar por medio de esta pregunta, la cual es pronunciada en un tono de voz bajo, aunque aún así, con la suficiente potencia para hacerme estremecer. Al mismo tiempo, me doy cuenta de que esa misma voz la reconozco y volteo rápidamente, encontrándome con algo que me deja sin aliento: Tomoe.

Como la vez anterior que mi cabeza alucinó, lleva puesto un kimono, solo que ésta vez, es rojo en diferentes tonos, con una franja de símbolos circulares en amarillo (todos iguales), sandalias Geta donde puedo observar que las uñas de sus pies son iguales de puntiagudas y afiladas que las de sus manos y, como toque final, nuevamente tiene cola y orejas como de zorro, del mismo tono plateado que su cabello. Sus ojos tienen la pupila recta, no circular y las tiene fijas en mí, al tiempo en que sostiene lo que parece una especie de platito entre sus dedos. (Multimedia)

Promesas en el tiempo. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora