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¿Me voy a casa o me dedico a pasear y relajarme? Estoy en duda; el profesor de mi última clase de hoy no pudo venir y estoy en la cafetería de la universidad, con un café de avellanas en mi mano, en tanto me debato sobre qué hacer con mi tiempo libre. Irme a casa es una opción, podría salir a pasear a Nynu mientras entreno y almorzar algo del Ratatouille que quedó de anoche de mi nana, que dicha sea la verdad, estaba delicioso como todo lo que cocina. Mis otras opciones varían entre ver si alguna de las chicas está libre para hacer algo e irme sola a pasear por las calles de París; a decir verdad, necesito un nuevo vaquero, tengo dos que ya están en las últimas y requiero, al menos, uno para reemplazarlos. 

Doy un nuevo trago de mi cálida bebida, cuando mi teléfono comienza a sonar; ¿será que alguien de en quien pensaba me sintió y me llamó? Sería mucha coincidencia. La idea me divierte y saco el aparato de mi bolsillo trasero, solo para encontrarme con algo que no esperaba: en la pantalla de mi Huawei Mate 9 Lite (regalo de mi abuelo por mi cumpleaños), sobre la foto que tengo de fondo de las chicas y yo disfrazadas para el último Halloween, está el nombre de quien menos esperaba recibir una llamada, Tomoe. 

Esa visión casi hace que me atragante con el café que acababa de llevarme a la boca en ese momento y toso un poco antes de dale a contestar cuando ya puedo respirar normal. 

-¿Hola?

-Hola Jean, disculpa que te moleste, ¿estás ocupada?

-No, no, en absoluto, ¿qué ocurre?

-¿Estás bien? Se te escucha rara.

-No es nada, solo me atoré con el café que estaba bebiendo, eso es todo, no pasa nada, descuida.

-¿Estás segura?

-Sí, sí, tranquilo, estoy bien.

-De acuerdo, confiaré en tu palabra. Por ahora, quería saber si, por casualidad, estarás libre ésta tarde hasta la noche.

-Creo que sí, no recuerdo ningún compromiso en este momento, ¿por qué?

-Porque me ha surgido una reunión, mi vecina no está, y necesito alguien que pueda quedarse con Ritzu hasta que vuelva. No quería importunarte, sin embargo, eres mi salvación. No puedo dejar a mi hermano solo y no sé cuánto tardaré. ¿Crees que puedas quedarte? Prometo compensártelo.

-Tomoe, no es necesario, será un placer para mí. ¿A qué hora me necesitas allí?

-Tengo que estar en dos horas en el punto acordado para la reunión así que, quizás, ¿dentro de una hora?

-Está bien, no hay problema.

-De acuerdo, te debo una. Te enviaré la dirección por mensaje y te veo en una hora. Gracias Jean.

-Descuida, es un placer, nos vemos. 

-Hasta pronto. 

El sonido del fin de la llamada me hace bajar el teléfono y me quedo mirando la pantalla como tonta por casi un minuto, analizando lo que acaba de pasar. Solo la alerta de un mensaje, el cual es del peliplateado y contiene su dirección, me saca de mi ensimismamiento y me hace reaccionar. Leo y releo el texto en el aparato para cerciorarme de que no he leído mal y no, no lo hice, su casa está a poco más de doce calles de la mía. Ahora entiendo por qué nos encontramos tan fácilmente, vive en mi mismo barrio básicamente. 

Sorprendida aún por este hecho, recojo mis cosas que estaban sobre la mesa de la cafetería y, vaso en mano, salgo de la universidad hacia la parada de bus para ir a casa. Pocos minutos después, ya estoy por entrar a mi casa y me apuro: me cambio la ropa por una que no lleve encima el sudor de la mañana y el olor a las calles, pongo una porción del Ratatouille de mi nana en un tupper, agarro mis cosas y, luego de mimar unos minutos a mi cachorra y dejarle una nota a mis abuelos, salgo para la casa de los hermanos. No estoy segura de cuál es, no obstante, supongo que el número me dirá qué casa es la indicada. 

Promesas en el tiempo. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora