XXVI: Cortar lazos

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Todo estaba listo. Las maletas estaban hechas, las maquinas embaladas, todo su departamento vacío. Las semanas habían pasado rápido para ella porque había tenido muchas cosas que hacer. Sentía una sensación exquisita en su cuerpo, mucha expectación por lo que iba a ocurrir... se sentía muy viva, muy atenta a todo. Ya quería que fuera el día, el momento.

Todos los días había hablado con Joe. Él le mostraba cómo estaba dejando la habitación de su casa para ambientarla. Le dijo que era completamente suya y que podría decorarla como quisiera. Alice siempre estaría agradecida por todo lo que Joe hacía por ella. Él también le comentó que sus padres sabían lo que iban a hacer y que querían que los visitaran tan pronto como pudieran. Eso provocó sentimientos contradictorios y su corazón. Fue en ese momento en que decidió contarle sobre lo que planeaba hacer.

- Estuve hablando con Lucy hace unos días y mañana iré a hablar con mis padres, hermano... siento que debo cerrar esa etapa. Pase lo que pase mañana, necesito sentir que al menos hice lo que pude y... si ellos siguen siendo igual, podré irme sin pensar en qué habría pasado si... - hubo un silencio de unos segundos al otro lado de la línea.

- Está bien, Alice. Todo saldrá bien. Y si no... buenos, ellos se lo pierden. Eres una mujer maravillosa –

Así fue como se encontró fuera de la casa de sus padres. No podía decir que no estaba nerviosa. Estaba cerca del pánico todo lo que sentía. Todo podría ir muy mal o todo podría ir muy bien. En el fondo Alice sentía un poco de esperanza, ella quería que todo saliera bien, que le pidieran disculpas, que asumieran su error. Pero al mismo tiempo trataba de mantener esa esperanza a raya. Debía ser realista: sus padres nunca habían sido como la mayoría de los padres, siempre cuestionaban todo lo que hacía, no la apoyaban y además la habían abandonado por dos años. Si era sincera, ella no habría respondido sus llamadas pero ni siquiera lo intentaron. Eso dolía demasiado.

Alice miraba fijamente por la ventana sin saber qué hacer. No había anunciado su visita, pero sabía que los tres estarían ahí.

- No tienes que hacerlo si no quieres, puedo dar la vuelta – dijo Lucy.

Su amiga había querido acompañarla porque sabía que este era un momento muy importante. Llevaban quince minutos fuera de la casa, en silencio. Era verdad. Podía pedirle a Lucy que se fueran y ellos jamás sabrían que estuvo ahí. Pero ella no se lo perdonaría. Quería comenzar una vida nueva, sin ningún tipo de oscuridad o algo que pudiera empañar su felicidad. Y tenía que hacer esto por ella misma. Si todo resultaba mal, al menos lo había intentado.

- No, voy a hacerlo – Lucy asintió sonriéndole.

- Estaré justo aquí. – asintió y salió.

El camino desde el auto a la puerta de la casa era bastante corto pero para Alice se sintió como una maratón. Dos años sin caminar por ese lugar y de pronto todos los recuerdos de su vida la atacaron. Ella había sido feliz. Su infancia había sido buena, no podía quejarse. Había sido una niña feliz. Recordaba jugar con su hermano tardes enteras fuera de la casa, recordaba a su abuela llamándolos para comer, también recordaba a sus padres dándole ánimos cuando fallaba en algo y alabándola cuando lograba cosas importantes.

No sabía en qué momento todo se había diluido y se había ido para siempre. Muchas veces había analizado lo que había pasado y para ella, todo comenzó a irse a la mierda cuando decidió estudiar diseño. Sus padres dejaron de apoyarla, no estaban de acuerdo y siempre le demostraron su parecer. Eso comenzó a crear resentimiento en Alice, pero lo peor era que había comenzado a mermar su confianza. No importaba cuanto se esforzara, cuanto resaltara en sus clases... para sus padres siempre sería mediocre, siempre sería la chica que decidió desperdiciar su talento para hacer ropa.

Save Me | Joe MazzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora