31. Otra vez no

499 60 45
                                    


La noche fue larga y agitada tanto para Verónica como para Altagracia.
Ninguna de las dos logró cerrar ojo, por motivos diferentes.

Verónica se había atormentado durante toda la noche preguntándose si decirle la verdad a Altagracia o si era mejor callar. ¿Por qué Santiago le había dado ese encargo tan arduo a ella?
Sabía lo mucho que Altagracia había sufrido a lo largo de su vida y no deseaba verla destrozada.
Sin embargo, se trataba de algo imposible: la noticia de la muerte de Saúl la iba a arrojar en el piso, quizás sin posibilidades de volverse a levantar de una similar caída.

"Bueno días."-saludó temerosa a la hora del desayuno, fingiendo una sonrisa.

"Hola, Verónica. ¿Cómo amaneciste?"

"Bi...en. Dentro de lo que cabe..."
Estaba pálida y miraba el vacío, sin el valor de cruzar su mirada con la de Altagracia.

"¿Todos bien? Te noto rara."

"Es solamente...estaba pensando en las niñas. Hace muchos días que no sabemos nada de ellas. Extraño a mi Ari."

"Me pasa lo mismo. Pienso en ellas en cada instante y cada vez las extraño más y mi miedo de no volverlas a ver aumenta. Espero que los secuestradores me llamen y me citen en algún lugar y las liberen a ellas."-suspiró, intentando mantenerse fuerte.
"Saúl también me preocupa...Nadie sabe nada de él; esto no es normal."-añadió, con miedo en sus entrañas.

A Verónica se le formó un nudo en la garganta. ¿Era el momento de soltar la sopa?
Sí, lo era, pero por suerte no le tocó a ella hacerlo.

Alguien sonó la puerta: era Azucena.
Parecía uno zombi.
Su rostro estaba desfigurado, hinchado por tanto llanto. Las ojeras delataban sus horas de insomnio y su dolor de madre era perceptible en cada poro de su piel.

"Señora Azucena..."-susurró Altagracia muy sorprendida.
"No esperaba su visita. No se ve nada bien. ¿Pasó algo?"
Su pensamiento de inmediato se fue a Saúl.

Doña Azucena no había venido en sol de paz. Se lanzó con furia sobre ella, tomándola desprevenida y logrando golpearla con los puños en su pecho.

"¡Asesina! No te bastó con matar a mi marido, ahora también mataste a mi hijo. ¡Es tu culpa, tu lo mataste!"
Gritaba sin control alguno y la fuerza de sus golpes lanzó a Altagracia sobre el sofá.
Amado y Matamoros intervinieron, obligándola a detenerse.

Altagracia estaba aterrada, desprevenida, sin entender nada.
"¿De qué me habla? ¿Como que maté a su hijo?"-preguntó desconcertada y con mucho temor.
Dentro de sí, deseaba que doña Azucena se hubiese vuelto completamente loca y que sus palabras no fueran ciertas.

"Así como lo oyes. Mi hijo está muerto, encontraron su cuerpo. Tú volviste y lo asesinaste. Ayer...Él...Mi Saúl, junto a mi Clarita..."-su voz estaba cada vez más quebrada y sus palabras desarticuladas. Empezó un desgarrador llanto, pero aún en medio de este logró amenazar a Altagracia.
"Si descubro que fue tu culpa, me la vas a pagar Altagracia Sandoval. Yo misma te voy a matar. Palabra de madre."
Dicho esto, se fue.

Altagracia estaba en un estado de shock, inmóvil en medio del salón, incapaz de entender a fondo lo que estaba sucediendo y no queriendo creer en aquellas malditas palabras.
-Saúl muerto-
"No...no, eso no es cierto. Esa...esa mujer enloqueció, no sabe lo que dice..."-logró articular finalmente.
"Díganme que no es cierto."
Todos se quedaron callados. Matamoros y Amado no sabían nada al respecto, mientras que Verónica asistía aterrada a la escena con las manos a su boca y varias lágrimas retenidas en los ojos.
"¡Díganme que no es cierto!"-gritó esta vez Altagracia.

Verónica esta vez la miró y movió su cabeza.
"Lo siento mucho... Lamentablemente sí lo es. La policía encontró ayer el cuerpo de Saúl."

"¡Cállate! Estás mintiendo. No es posible....Él no. Otra vez no, por favor no..."-gritaba desconsolada mientras que sus mejillas estaban inundadas de lágrimas.

"Él...Él se fue a buscar a Luna. Recibió un mensaje con el lugar donde supuestamente iba a encontrar a su hija. Pero le tendieron una trampa...Alta, yo lo sien..."

"¡Tú eres una maldita traidora! Lo sabías y no me dijiste absolutamente nada."
Su labio inferior temblaba sin que ella pudiera evitarlo y su voz sonaba entrecortada.

"Perdóname. Yo no sabía como hacerlo. No quería verte de esta manera."

Altagracia se dejó caer con desespero sobre el sofá, tomando su cabeza entre las manos y empezando un llanto desgarrador.
La vida siempre se había encargado de hacerla sufrir y de arrebatarle las personas que más quería: sus padres, Cesar, ahora Saúl...Y tampoco sus hijas estaban con ella.

Comenzó a recordar todos los momentos vividos con él; los malos, pero sobretodo los buenos. Recorrió con la memoria todo el camino que habían echo juntos y sonrió entre las lágrimas al realizar que verdaderamente se amaban y que juntos tenían a una maravillosa niña y que un bebé de los dos estaba por llegar a iluminar el mundo.
Saúl...Al enterarse de su definitiva partida, el corazón de Altagracia se había quebrado en miles de pedazos y no había manera de recomponerlo.

"No es justo. Yo lo amaba. Lo amaba muchísimo..."-chilló.
Amado se sentó a su lado y le rodeó la cintura con su brazo.
Ella empezó a llorar aún más fuerte, casi como si la vida se le fuera.
Lloró y lloró y siguió llorando hasta quedar inconsciente, desvaneciéndose en los brazos de Amado.

 Vino Leticia (La Doña 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora