38. Mi cielo

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Verónica intentaba mantenerse fuerte aunque por dentro se estaba muriendo

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Verónica intentaba mantenerse fuerte aunque por dentro se estaba muriendo. Altagracia en cambio, respiraba con dificultad y temblaba sin poder detenerse.
Para ambas Ariana era alguien extremadamente importante; la amaban muchísimo y hubieran dado lo que fuera para estar en su lugar.

"¿Quién es la madre?"-preguntó el doctor.

"Yo."-contestaron ambas al unísono.

El doctor las miró con suspicacia, sin entender.
"¿Cuál de las dos es la señora Dantés?"

"Soy yo, doctor."-contestó Verónica, mirando con la cola del ojo a Altagracia para ver su reacción.

"Acompáñenme. Tiene que firmar unos documentos."

"¿Yo mientras tanto puedo pasar a verla?"-más que una pregunta fue una súplica.

"Está bien, señora. Pero solamente unos minutos. Una enfermera le dará el kit esterilizado para acceder en la habitación y la acompañará."

Altagracia accedió, con un nudo en la garganta.

Al entrar, se sentó sobre la silla que había cerca de la camilla.
Sintió la sangre congelársele en las venas al ver a su hija en ese estado y más al recordar todo lo que aquellas bestias le habían hecho delante de sus ojos sin consideración alguna.
Las lágrimas de dolor, impotencia y rabia empezaron a bajar a gran velocidad por sus pálidas mejillas.
Depositó un tierno beso sobre la frente de Ariana y luego tomó su mano entre las suyas.

"Despierta chiquita...Yo sé que tú puedes con esto y con mucho más. Sé que eres una niña muy fuerte y que te vas a recuperar: del disparo, de la violación, de todo... Aguantaste como una heroína mientras esos animales se aprovechaban de ti. Nunca te lo he dicho, pero ¡me siento tan orgullosa de ti! De la joven limpia, inteligente, buena y determinada que eres. Te necesito de vuelta, Ari..."

Paró por algunos momentos para aclarar su voz e intentó espantar las lágrimas.

"Necesito que abras esos ojitos azules como el cielo que tanto me encantan. Tú, bonita; tú eres mi cielo. También necesito que a pesar de lo que te pasó seas la misma chica de antes, con un corazón gigante y muchas ganas de vivir y no te dejes cegar por el odio y la sed de venganza como lo hice yo. No pretendo que me perdones, sé que sería demasiado difícil hacerlo. Todo esto es mi culpa, Ari...¡Perdóname bebé! Yo arruiné tu vida desde que eras una recién nacida. Después llegó Verónica y te salvó con su amor y sus cuidados. Luego regresé yo en tu vida, y la destruí aún más...¡Perdóname por favor!"

Se dejó caer con la cabeza sobre el abdomen de Ariana, estrechándose fuerte a ella y empezó a sollozar sin consuelo alguno.
Su corazón estaba hecho pedazos.
Y sabía muy bien que el de Ariana estaba aún más roto que el suyo. Sabía por propia experiencia como se va a sentir su hija cuando iba a despertar.

Unas punzadas en el vientre la hicieron entrar en razón e intentó calmarse, respirando hondo varias veces.

Sintió sobre el hombro el peso de una mano, brindándole apoyo.
Era Verónica.
"Ambas vamos a estar aquí por ella. Y por cuanto obscuras parezcan ahora las cosas, siempre hay una luz al fondo del túnel. No creas que para mí es fácil todo esto. Verla así y saber todo lo que sucedió me quiebra por dentro. Pero ambas tenemos que ser fuertes por ella y ayudarla, porque nos va a necesitar más que nunca."

Altagracia hipó con los ojos húmedos, antes de levantarse de su asiento y dejarse caer sobre el hombro de Verónica, abrazándola y empezando a sollozar.
Esta vez Verónica tampoco se pudo contener y soltó el llanto.

Amado tocó la puerta y, sin esperar respuesta, la abrió.
"Altagracia...Perdónenme por interrumpir este momento. Pero hay alguien que quiere verte, Alta."

 Vino Leticia (La Doña 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora