El Adiós

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No había sido su imaginación, lo había visto con sus propios ojos. Un sujeto caminaba hacia su amada novia, la cual esperaba con paciencia a Etsu. Miraba su celular, sin prestar atención a su alrededor, las personas pasaban sin fin por los pasillos del aeropuerto. Etsu había ido a buscar un par de café para ambos, mientras esperaban el vuelo de vuelta a Tokyo, pero no se esperó que al regresar, conseguiría semejante escena, el tipejo estaba muy cerca de ella, casi a su lado, mientras Ann solo lo ignoraba, o era lo que pensaba Etsu.

Con paso apresurado se acercó hasta donde se encuentra su novia, el tipejo que antes, trataba de acercarse más a ella se coloca recto en su sitio al notar su presencia. No lo culpaba, su novia era agradable para la vista de muchos hombres, no pasaba desapercibida, para él, Anneliese era la mujer más bella con la que había mantenido una estrecha relación y nada ni nadie iba a cambiar eso. Se lo había demostrado en cientos de ocasiones, claro que lo había hecho, y ese mismo día lo comprobó en la playa. La vista de los hombres estaba sobre ella y su amiga Layla, aunque esta última tenía la libertad de contornearse por la playa, dejando que varios chicos la piropearan –Palabra que le había enseñado Ann, recientemente. – O incluso se sentaran a coquetear con ella. Ella era libre de hacerlo, más sin embargo Ann no.

No quería ser posesivo, pero tampoco debía de descuidar su relación, como lo había dicho antes, Anneliese era suya y él de ella, era simple de comprender, y él se encargaría de dejar en claro ese punto a quién sea.

-Aquí está tu café esposa mía. –Se sienta a su lado, haciendo que el tipejo frunciera el ceño, para acto seguido levantarse e irse.

Le había arruinado su conquista, pero lo que no sabía era que esa chica era propiedad de Etsu Ken.

Por otra parte, Ann ya se estaba acostumbrando, que su adorado novio le dijera que era su esposa, se estaba comenzando hacer ilusión, y no era para menos, Etsu era muy atento, protector, apasionado, amoroso y la cuidaba siempre. Le daba las gracias al cielo el día que había conocido a aquella chica en el parque, la chica rubia con aptitud prepotente y hostil, que ahora era su cuñada, Daba las gracias por ello y por tener un hermano tan atento como era Etsu, aunque no podía decir lo mismo de su cuñado Sorato. La primera impresión no fue nada grata, pero a medida que iba pasando la velada, todo ese enojo sin razón de Sorato se iba desvaneciendo como el humo del cigarrillo de Hiroki.

Otra persona que no le caía bien, no sabía las razones de Hiroki a ciencia cierta porque su aptitud aniñada con ella, tampoco quería mentalizarse en eso, sabía que él junto con Etsu y Sorato ayudaron para su rescate y se los agradecía enormemente. Sin duda alguna había conocido a unas grandes personas en Tokyo, personas que desconfiaba, pero ahora tenía la seguridad de su gran apoyo incondicional.

-Gracias esposo mío. –Sonríe tomando el café entre sus dedos, para seguir mirando el celular.

-Sabías que un idiota te estaba mirando ¿No? –Se le notaba el fastidio en la voz de Etsu.

-Puede que sí, puede que no. –Lo pica, le gustaba verlo actuar de ese modo. –La verdad no me importa mucho ese detalle.

-¿Y si se te hubiera acercado? –Etsu estaba receloso por la contestación de su novia.

-Hablaría con él. –Eleva su mirada hasta los de él. El cual fruncía el ceño. –No te pongas así amor. –Ríe. –Tampoco es que me iba a hacer amigo de él. Solo hablaríamos, ¿Acaso tu esposa no puede hablar con otros chicos?

-No si no quiere que los mande a arrestar. –Vuelve su mirada hasta el frente.

-Vamos, no te pongas así. –Busca su mano para entrelazarla con la de él. -¿Escuchaste lo que has dicho?

El Encuentro De Dos AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora