La Fiesta.

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Al día siguiente todo era un caos, desde temprano, llegaron los decoradores, las amigos de Andrés, ellos eran personas encargadas de la música, llegaron las personas que iban ayudar a Anneliese para la comida de aquella noche, era estilo buffet: Arroz de espinacas, carne en posta negra*, ensaladas de lechuga y frutas con una salsa de maracuyá, pechuga en crema de leche, puré de papa gratinado, algunos pasabocas y sobre todo, como toda fiesta colombiana, sopa.
Por la bebida no se preocupaba, habían personas especializadas en hacer cócteles de toda clase, desde las que no contienen alcohol hasta las que te hacen perder la noción del tiempo con unos cuantos tragos.

Etsu, ayudaría a su amada en la cocina, aún no se encontraba del todo bien, su mano ya hacia toda clase de movimientos, pero aún no podía cargar objetos muy pesados. Él estaría a su lado para todo lo que necesite, si no la dejó sola en clases ¿Habría razón para dejarla sola teniéndola más cerca que en la universidad? no, claro que no, eso no lo iba a permitir, ya se estaba recuperando por segunda vez, no quería que volviese a tener que recurrir a las muchas discusiones diarias por tomarse una simple pastilla.

Su novia era una terca de primera, Etsu lo sabía desde que la vio por primera vez, cuando fueron a esa tienda de comida y ella insistió en pagar las compras.
El solo recordarlo le sacaba una sonrisa de sus labios.

—Estoy algo cansada. —Decía Anneliese, pasando el dorso de su brazo por su frente, limpiando un sudor inexistente. Ella se estaba acostumbrando nuevamente al calor de su país, en cambio su novio...

—¿Tú estás cansada? —El castaño la observa, llevando la botella de agua a su boca por novena vez, esta vez vaciándola al instante. El calor para él era sofocante, y el lugar donde se encontraban tampoco ayudaba. La cocina. —¡Aquí está haciendo un calor terrible! —se abanicaba con su manos, no dando muy buenos resultados.

—Es comprensible. La temperatura en estos meses, sube más de lo que uno espera en el día y en la noche baja se forma impresionante, congelando a cualquiera que lo tome despistado. —Se alza un poco, quedando a solo centímetros de distancia de los labios del mayor. Con una sonrisa roza sus labios juguetona. Etsu mantenía puesto sus ojos en su rostro, sobretodo en sus labios, rosados y pequeños.

—Ahora está a más de treinta grados. —El castaño la atrojo más a él, quedando su espalda apoyada del mesón de la cocina, Anneliese, rodeo sus brazos por sobre los hombros de su pareja. Le gustaba verlo a los ojos. Mirar ese brillo que solo a ella le daba. —¿Ves cómo me pones?

—¿Cómo te pongo? —Pregunta Ann, sin borrar la sonrisa de sus labios. Le daba vergüenza admitirlo, pero ese hombre le estaba cambiando de una manera sorprendente.

Etsu se acerca a su cuello, inhalando su olor, rozando con la punta de su nariz el borde de su cuello, hasta llegar al lóbulo de su oreja, sonríe pasando su lengua por ese lugar, haciendo que Ann se estremeciera por ese acto tan repentino. Estaba al rojo vivo, sus mejillas antes pálidas tomaron un color rojizo, sacándole una sonrisa al Ken.

—Eres un...

—Cuida esa boquita, Johnsons. —Advierte.

—¿Y si no quiero? —Alza una ceja, retándolo con la mirada.

—Te tendré que castigar. —Dijo tan apacible. Que incluso Ann se sorprendió un poco.

—Disculpa señor Ken, no sabía que había tomado el porte de Chistian Grey.

—Por ti lo tomaría. —Hace una sonrisilla de lado.

—No seas bobo. Hay que terminar aquí. —Señala tras su hombro el desorden que habían hecho en la cocina, preparando los bocadillos para la fiesta de su mejor amiga. Ya solo faltaban unas cuantas horas para que comenzara la tan esperada fiesta.

El Encuentro De Dos AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora