¡Es Una Bruja!

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—Así que... ¿Esposos? —Etsu vuelve su mirada hasta donde esta Ann, confirmando que no fue ella la que habló, sino la rubia que había conocido horas atrás. Mirando a la chica de arriba abajo. No estaba para nada mal.

Sí... Mi esposa. —Mantiene su palabra firme ante ella. No iba a caer.

La rubia sonríe de lado cruzándose de brazos con soberbia, recordándole en cierto aspecto a su hermana.

—No lo creo querido...

—¿Por qué? —Alza una ceja.

—Porque no creo que ella sepa apreciar el gran hombre que eres. —Camina sensualmente, moviendo sus caderas de un lado a otro, colocándose a unos escasos centímetros de sus labios.

—¿Y tú sí?

—Te haré gozar. —Y con decir eso junta sus labios con los de ella.  

—¿Etsu?

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—¿Etsu?... —Una voz soñolienta es la que escucha el castaño al momento de abrir los ojos. Se abofeteo internamente por lo que había hecho. Se había dejado llevar por el deseo.

Aparta a la chica sin ninguna delicadeza, no era momento de ser amable. Frunce el ceño, fulminando con la mirada a la rubia. Apaga la cocina tomando una taza vertiendo el café en la misma. Pasa por el lado de la chica.

—Sí mi amor. Soy yo. —Susurra bajo acercándose a Ann. Esta sin embargo se encontraba soñolienta, mirando sin mirar, su cabeza le dolía hasta más no poder.

—Aún estás borracha.

—¿Borracha? ¿Yo? —Respondió mientras arrastraba la lengua y miraba a Etsu con los ojos entrecerrados que no le molesto en lo más mínimo.

—Sí lo estas. —Suspira entregándole la taza de café. La chica lo toma entre sus manos para negar.

—No hace falta...

—Que bonita escena de "casados" —Interrumpe la rubia oxigenada mirando su perfecta manicura para la ocasión. —Casi me trago eso de que son esposos.

Etsu frunce el ceño, levemente irritado por la insistencia de la rubia, qué más da si estaban casados o no. Al fin y al cabo pronto lo estarían. O eso pensaba el Ken. Había decidido llevar su relación hasta el otro punto de la historia. Aunque primero tenía que asegurarse de algo.

Anneliese abre un poco más sus ojos, notando la presencia de aquella persona despreciable, que le había comenzado a caer mal. Anneliese apretó los labios. ¿Quién era ella para opinar en su relación? Con un poco de dificultad, dejando la taza de café- que aún no probaba- a un lado de la mesa, se levanta de su asiento, situándose con pasos torpes hasta donde se encuentra Sarah. La rubia la miraba altiva, claramente la estaba provocando, sabía de antemano que no estaba en sus casilla.

El Encuentro De Dos AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora