10. Soñé.

495 46 28
                                    

Decidí acostarme y ver la televisión desde la cama. Mi teléfono se había quedado sin batería para mi mala suerte, ¿Qué más podía salir peor? No recordaba ningún número de memoria y en realidad no tenía a quién llamar. Algo dentro de mí pedía que me quedara. Que no tuviera miedo, algo tenía ese hombre que me atraía. ¿Qué podía ser? Tuve miedo de que todo esto fuera una broma de mal gusto. ¿A caso es un fetiche suyo? ¿Las asistentes?

El sueño se apoderó de mi ante la falta de creatividad en los canales televisivos. Cuando desperté, creí que había descansado solo unos cuantos segundos, pero no, al mirar uno de los canales que te da la hora me percaté de que dormí mucho. Mi cabello estaba hecho un asco por la humedad y la toalla que llevaba encima se volvía incómoda. Me la quité y la extendí sobre una de las sillas, que, al mirarlas, no pude evitar sonrojarme y sentir como mi piel se erizaba al recordar las caricias del hombre desconocido con el que me metí en este aprieto. Tenía un delicioso aroma impregnado en mi piel, el perfume olía delicioso. La sensación de su boca en mi cuello y lo húmedo de su lengua se había tatuado en mis recuerdos. Quise repetir tan exquisita escena en mis adentros mientras esta se mantenía fresca. Cerré mis ojos unos instantes para recordar con mayor precisión el calor que emanaba de sus carnosos labios, esa respiración caliente y su salvaje entrepierna; acaricié mi pecho lentamente imaginando que quien me tocaba era él, mordí mi labio para tratar de contener lo que sentía dentro de mi cuerpo.

No quería excitarme pensando en ese hombre por mucho que en ese momento mi intimidad comenzara a palpitar, pero muy en el fondo, el remordimiento estaba comenzando a devorarme. El anillo en su dedo, el hecho de que era un desconocido y para colmo una figura pública. Nada ayudaba a que la situación fuese inofensiva, y, por otro lado, también tenía claro que la historia sería diferente si el no fuera atractivo a pesar de su feo bigote.

Suspiré frustrada al saber que ya nada más podía hacer. Ni siquiera tenía claro por qué me encontraba ahí sin pedir ayuda. Decidí ir hacia el baño para tomar otra toalla y cubrirme, pero el sonar de la perilla girar y el crujir de la puerta abriéndose de par en par me detuvo.

Me quedé estática, completamente desnuda frente a la entrada. Él estaba ahí, entrando con su saco en brazo, cerrando la puerta y mirándome atónito con la boca un poco abierta al mirarme sin ropa. Esos ridículos lentes de señora que usaba estaban puestos sobre su cabeza y como todo un raro, llevaba también unos guantes negros de cuero; no dijo nada, solo dejó caer su ropa al suelo.

—Yo... iba al baño —

Me mantuve congelada, no supe que más decir.

—Vaya manera de recibirme —respondió y sonrió triunfante.

—Solo iba al baño...

Dije saliendo de mi trance. Cubrí mis senos con uno de mis brazos y mi pelvis con el otro, aunque ya no servía de nada pues los segundos que me vio fueron suficientes para que prestara atención posiblemente a cada detalle de mi cuerpo. Nerviosa y sin forma de escaparme creí tener una buena idea pegándome a la pared para que no viera mi trasero y menos mi pequeño "orificio de atrás".

Se acercó como todo un depredador, me acorraló y pegó por completo su cuerpo a mí. Su brazo izquierdo se posó con fuerza a lado de mi cabeza mientras con su mano libre tomó de mi mejilla con delicadeza. Aquellos ojos estaban mirándome fijamente como si apreciaran algo que jamás había visto antes. Un escalofrío me estremeció ante tal acto, sentí como todo dentro de mí estaba siendo vulnerado y aquel ridículo guante se había transformado en algo sumamente sexy.

—Muchas chicas tienden a derretirse en mi presencia con tan solo mirarlas. ¿Por qué tú te resistes tanto?

Lamió con la punta de su lengua la comisura de mis labios. Quise hacerme la fuerte para que viera que yo era diferente pero no pude más, preferí dejar que mis brazos dejaran nuevamente al descubierto mi cuerpo, todo en una clara señal de derrota. Hasta ese punto había entendido que era más fácil aceptar que me gustaba este extraño juego por mucho que no comprendiera el por qué aquel tipo estaba llevándolo a cabo. Algo me decía también que mi mirada me delataba y la libido de ambos al estar en su punto máximo no iba a permitir que nos detuviéramos.

Deslizó su mano desde la pared a mi hombro acariciándome son sutileza, su intención fue encontrarse con mi mano. Una vez ahí entrelazó sus dedos con los míos permitiéndome sentir lo grueso de su guante. Me besó por fin, primero lento para familiarizarme con su boca. Mis pensamientos estaban confusos, ahora no parecía salvaje como al principio, si no más amable. Me tomó de la cintura para despegar mi cuerpo de la fría pared y llevarme sin detener el juego de nuestros labios hasta la cama. Con dificultad conseguí quitarle sus espantosos lentes y lanzarlos lejos de nosotros.

Mi cuerpo tocó primero el colchón, su mano me soltó para sostenerse y guiar a mi espalda para que cayera con suavidad sobre las sábanas. Rodeé su cuello con ambos brazos acercándolo una vez más para continuar con el beso tan delicioso que se había pausado unos segundos mientras dejaba su humanidad posarse arriba de la mía. Rodee con mis piernas su cadera ejerciendo presión sobre sus tonificados glúteos para que pegara su intimidad con la mía. Ahora yo  quería devorarlo con fiereza sin importar el qué pensaría de mí.

**❁**

Ahora ella quería tomar el control, como lo supuse, no me equivoqué al elegirla. Sentí que iba a asfixiarme con ese feroz beso. Le puse un alto y sujeté con violencia su mentón y mejillas al mismo tiempo con mi mano. La intención ahora era castigarle por tratar de quitarme el mando.

—Bien, si quiere devorarme señorita Lilly, tendrá que hacerlo de una forma diferente.

Solté su delicado rostro y me incorporé poniéndome de pie a orillas de la cama; bajé el cierre de mi pantalón pues estaba a punto de estallar y mi erección era evidente. Le giré con fuerza ayudándome de su brazo para que terminara boca abajo. Soltó un quejido ante mi falta de delicadeza, lo cual, solo me la puso más dura pues ahora su trasero estaba a mi  merced para satisfacer los deseos sucios que tenía esa maldita noche. Como siguiente paso me deshice la corbata lanzándola a la cama y una de mis manos aprisioné su cabeza ejerciendo presión sobre ella contra el colchón, dejándole solo la oportunidad de respirar.

—Buena gatita.

Me saqué el cinturón para realizar lo mismo que cuando llegamos, tomé sus muñecas para amarrarlas con éste pero ahora colocandolas arriba de su cabeza y no por encima de su espalda. Hice el nudo de tal manera que le dejara intencionalmente una marca, quería que al día siguiente recordara cómo se comportó, tal como una chica sucia. Para su mala o muy buena suerte, se había topado con un ser insaciable y lleno de lujuria, por lo que lo menos que se podía llevar de nuestro encuentro era un ardor vaginal muy fuerte.

—Te daré un regalito, gatita.

La escuché quejarse ligeramente por lo ajustado del nudo, pero la ignoré. Tomé entre mis manos su trasero sin antes delinearlo con mis dedos, era tan suave y redondito que daban ganas de morderlo. La jalé hacia mí para que lo dejara a una buena altura, lo que la obligó a arquear su espalda para que tomara la posición perfecta: en "cuatro patas".

Le di una palmada suave a una de sus nalgas para avisarle que estaba a punto de profanarla, tal acción la hizo jadear, pude observar una mirada perdida y llena de deseo por lo que supuse la posición le gustaba. Además, no había ninguna palabra de su parte, dando por hecho que estaba dispuesta a todo en esa habitación de hotel.

—Apenas vamos comenzando. Prepárate, gatita...

Lascivious Donde viven las historias. Descúbrelo ahora